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Siete hipótesis para explicar por qué nadie celebró el fin del binominal Opinión

Siete hipótesis para explicar por qué nadie celebró el fin del binominal

Axel Callis
Por : Axel Callis Sociólogo. Analista político
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La falta de confianza en todos los actores del sistema alcanza niveles críticos. En otras sociedades ya estarían afirmando la estantería con más aire y trasparencia, promoviendo legislaciones que fortalecieran el sistema, como, por ejemplo, el fin a la reelección indefinida y temas de financiamiento claros, en la relación dinero y política. Pero, al revés, el gobierno reacciona expresando que repondrá el voto obligatorio.


¿Por qué nadie celebró algo tan anhelado y pretendido durante más de 20 años? Algunos abrazos en el Parlamento (algo habitual) y risas en el Ejecutivo, pero nada más. El tan esperado fin del binominal llegó rápido y pasó aún más rápido por la agenda país y los actores políticos. Acá van algunas hipótesis:

Hipótesis uno: el momento en el cual llega la noticia del fin del binominal es uno de los peores o, si no el peor, período de desprestigio de la política desde el comienzo de la transición. La falta de confianza en todos los actores del sistema alcanza niveles críticos. En otras sociedades ya estarían afirmando la estantería con más aire y trasparencia, promoviendo legislaciones que fortalecieran el sistema, como, por ejemplo, el fin a la reelección indefinida y temas de financiamiento claros, en la relación dinero y política. Pero, al revés, el gobierno reacciona expresando que repondrá el voto obligatorio. En otras palabras, si no quieren votar por no creernos, los obligaremos. Mala cosa.

Hipótesis dos: el proyecto recién salido del Parlamento pone fin al binominal y así lo entendió la opinión pública. Pone término a una enfermedad, no es la panacea saludable y del bienestar político electoral que Chile requiere a gritos. Es un gran paso intermedio y en vías de un logro de mayor contundencia, que implique aquellos aspectos centrales de los sistemas electorales modernos: representación, territorio, desarrollo y renovación. En este sentido, el proyecto, por ejemplo, se basa en la fusión de distritos binominales conocidos (heredados de Pinochet) y en una base mañosa de división. Sin posibilidad de primarias en todos los territorios (maximo 40% por partido) deja pasar la oportunidad de poner coto a la relección indefina de los que están y estarán. No se observan tampoco medidas para una mayor participación electoral.

[cita]El satisfactor democrático que antes se contentaba con el fin al binominal, ahora observa la posibilidad de una nueva Constitución y ese cambio hace que pierda valor lo obtenido por el gobierno y la Nueva Mayoría. Se corrió el cerco de lo posible. En este sentido, el fin del binomial se podría asociar más el final de la transición que al comienzo de la verdadera  y legitima democracia, donde no hay medida de lo posible.[/cita]

Hay aspectos positivos también, como la ley de cuotas y ciertos principios de austeridad en el gasto electoral. Pero la proporcionalidad sale magullada en varios casos, donde la región y el distrito son lo mismo en extensión y cuerpo electoral. Esto último debe ser una anomalía, no una ponderación importante.

Hipótesis tres: el satisfactor democrático que antes se contentaba con el fin al binominal, ahora observa la posibilidad de una nueva Constitución y ese cambio hace que pierda valor lo obtenido por el gobierno y la Nueva Mayoría. Se corrió el cerco de lo posible. En este sentido, el fin del binomial se podría asociar más al final de la transición que al comienzo de la verdadera y legítima democracia, donde no hay medida de lo posible.

Hipótesis cuatro: el “frenesí legislativo” tapó toda la relevancia del fin del binominal. En una fecha llena de logros, trámites e hitos reales del programa de Bachelet, perdió la relevancia por cambio de contexto. La aprobación de la primera de las reformas educacionales, el Acuerdo de Unión Civil, Ministerio de la Mujer y otros anuncios (despenalización del aborto), le quitaron “brillo”, como se diría normalmente.

Hipótesis cinco: el reacomodo ya asumido de los partidos. Podrán ir al Tribunal Constitucional o protestar en alguna corte internacional, pero en la intimidad de las agendas de los futuros candidatos, hace meses estos empezaron a viajar a los nuevos distritos y territorios. El aumento de los cupos generó algo de vergüenza ante la ciudadanía y la derecha así lo divulgó, pero tampoco tanta.

Pero de todos los lados, ya en las fiestas del 18 de septiembre del año pasado, se vio a varios parlamentarios en ceremonias distantes de sus actuales electorados, anticipando una oportunidad que nadie declara en voz alta: es un buen negocio para todos. Para un partido siempre poder tener más candidatos en competencia da tiraje y permite una mayor gobernabilidad interna, sobre todo en época de crisis (UDI) o elecciones (PS, DC, otros). Dado que baja el umbral de electividad, lo razonable es que los partidos mayoritarios compitan solos o acompañados por algún partido pequeño.

Hipótesis seis: para pelear se necesitan dos. Y es que la derecha sin su cuota habitual de representación parlamentaria y enfocada esencialmente en evadir las esquirlas del caso Penta, no tuvo la energía ni la estatura para estar en frentes simultáneos. Sus directivas concentradas en dar explicaciones y con el acuerdo ya inminente de la Nueva Mayoría, esta hizo de la hazaña un trámite, muy meritorio, pero ya previsto.

Hipótesis siete: todas las anteriores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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