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El umbral del cambio social: transformaciones al sistema educativo que estábamos esperando

Tatiana Díaz Arce
Por : Tatiana Díaz Arce Docente Titular UMCE
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Asimismo, la estructura de un sistema escolar es también parte del currículo que se enseña, por ende, cómo no tener la esperanza entonces de que lo aprobado en la Cámara de Diputados no es solo el fin de mecanismos perversos, sino que es también la eliminación de un aprendizaje subliminal más siniestro aún: el aprender desde el ingreso a la escuela a discriminar, a segregar a los escolares chilenos.


Con la votación de la Cámara de Diputados del día lunes 26 de enero comienzan a sentarse las bases de una transformación profunda en los pilares del actual sistema educativo. Todos los análisis efectuados en los últimos años por distintos especialistas, nacionales y extranjeros, evidenciaron características poco virtuosas, tales como: mala calidad de los aprendizajes, segregación estudiantil o inequidad en el logro de la adquisición de conocimientos básicos y que, dicho sea de paso, para quienes nos desempeñamos en el área de la educación han sido verdades bastante sabidas. El lucro en la educación, el copago de los padres y apoderados y la selección de los alumnos en las escuelas y liceos, han constituido por décadas mecanismos de operación de un modelo de orden social que resultaban imprescindibles de ser eliminados, especialmente frente al abismante consenso social de entender a la educación como un derecho, a lo habría que agregar inalienable y no como un bien de consumo.

 Si bien es cierto el término del lucro y el copago, junto con el cese de la selección en las escuelas han debido ser acomodados a plazos y tipos de establecimientos escolares, entre otras concesiones, como parte de la praxis del diálogo que conlleva un sistema que aspira a marchar decididamente hacia la democracia, lo cierto es que la fecha de expiración de estos mecanismos no son solo cuestiones domésticas que se circunscriben exclusivamente a la vida escolar de las nuevas generaciones de chilenos. Estas transformaciones dan cuenta de una visión política y social diferente a la iniciada en los años de dictadura y mantenida luego de ella. Así, por ejemplo, el término de la selección en las escuelas y liceos devela una idea prístina sobre fin del etiquetamiento de los estudiantes, pone fin a un supuesto reconocimiento al mérito académico, pues no es posible aplicar esta categoría a niños y niñas de 4 años que, ajenos a sus circunstancias de vida, no son “escogidos” para integrarse a las filas de un reconocido establecimiento educacional por falta o carencia de un supuesto talento escolar. Ya no es sostenible agrupar a los centros escolares en categorías que de suyo desconocen las verdaderas razones del éxito académico; pronto ya no será posible alegrarse por la existencia de un liceo emblemático, como sinónimo de un oasis en el desierto de la mala educación, pues para que haya establecimientos emblemáticos deben existir los liceos “huesera”, aquellos que hasta ahora han debido recibir a los estudiantes que literalmente botó la ola de la selección escolar.

 [cita] Asimismo, la estructura de un sistema escolar es también parte del currículo que se enseña, por ende, cómo no tener la esperanza entonces de que lo aprobado en la Cámara de Diputados no es solo el fin de mecanismos perversos, sino que es también la eliminación de un aprendizaje subliminal más siniestro aún: el aprender desde el ingreso a la escuela a discriminar, a segregar a los escolares chilenos. [/cita]

Asimismo, la estructura de un sistema escolar es también parte del currículo que se enseña, por ende, cómo no tener la esperanza entonces de que lo aprobado en la Cámara de Diputados no es solo el fin de mecanismos perversos, sino que es también la eliminación de un aprendizaje subliminal más siniestro aún: el aprender desde el ingreso a la escuela a discriminar, a segregar a los escolares chilenos, lo que en la adultez se transforma en la separación de los ciudadanos chilenos entre los que pueden aportar un copago y los que no pueden, entre los que supuestamente tienen talento académico y los que aparentemente no lo poseen, en definitiva, entre los que tienen el mérito para ejercer sus derechos y aquellos que no merecen ejercerlos.

Así las cosas, resulta evidente que hay una nueva perspectiva política de la construcción de la sociedad, que no estamos hablando de iniciativas legislativas que corresponden solo a arreglos accesorios o, bien, que solo insisten en maquillar el rostro de un modelo social resquebrajado por el descontento ciudadano. Hoy estamos presenciando el primer paso de una marcha que se inició en el año 2006 y que se ha mantenido vigente y en estado de alerta hasta ahora, y cuyas voces  pareciera que al fin han sido escuchadas por un sector importante del mundo político. Sin embargo, aún queda mucho, se están sentando las bases del cambio, es cierto, pero no se puede desconocer que todavía resta la mayor parte de la tarea, pues de nada servirá un sistema escolar que promueva la igualdad de oportunidades en su ingreso, si no será capaz de atender las diversas necesidades que este nuevo mecanismo le demande.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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