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Davos: ¿despierta el capitalismo inclusivo? Opinión

Davos: ¿despierta el capitalismo inclusivo?

Iván Auger
Por : Iván Auger Abogado y analista político
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En Davos, el capitalismo inclusivo predominó sobre el patrimonial del momiaje, que al elevar el libre albedrío a valor supremo, sin relacionarlo con la igualdad y la fraternidad, lo transformó en liberticida. El Chile de Pinochet, Guzmán y los Chicago Boys es un excelente ejemplo.


El Foro Económico Mundial de Davos, que reúne a la flor y nata del capitalismo occidental (aterrizaron 1.700 aviones privados en esa estación de invierno suiza), se inició este año con un documento: «El nuevo contexto mundial». Resume las preocupaciones de sus miembros, agrupadas en siete áreas, sobre las tendencias y desarrollos en el 2015, que van de la geopolítica a la tecnología.

Entre ellos destacan «las repercusiones económicas, sociales y empresariales del cambio climático descontrolado, el desempleo juvenil y la desigualdad de ingresos». Y «la continua erosión de la confianza en las instituciones tanto del sector público como privado, más la deterioración de los diálogos nacionales e internacionales».

En otras palabras, en Davos, el capitalismo inclusivo predominó sobre el patrimonial del momiaje, que al elevar el libre albedrío a valor supremo, sin relacionarlo con la igualdad y la fraternidad, lo transformó en liberticida. El Chile de Pinochet, Guzmán y los Chicago Boys es un excelente ejemplo.

El despertar de los capitalistas inteligentes

La crisis del 2008 y su mediocre recuperación sorprendieron a Occidente. Se suponía que, gracias al libre mercado, el ciclo económico gozaba de una Gran Moderación. Tanto es así, que el ex presidente del Banco Central norteamericano por 14 años, Greenspan, considerado el gran maestro de la expansión de la economía de la post-Guerra Fría, expresó en el Congreso de su país su «indignada incredulidad».

Años más tarde dijo que las causas eran los muy humanos «espíritus animales», un concepto de Keynes, a quien nunca antes citó, debido a que sus ideas ponían en duda la eficiencia absoluta del mercado.

[cita] Lynn de Rothschild, presidenta de la Coalición por el Capitalismo Inclusivo y de la sociedad propietaria de The Economist, comentó: «La desigualdad extrema no es solo un error moral. Afecta también al crecimiento económico y amenaza al sector privado en el largo plazo». Por tanto, debemos contribuir a disminuirla. Y el presidente-gerente general de la transnacional Unilever denunció a los «capitalistas que amenazan al capitalismo». [/cita]

Esos remezones comenzaron a despertar a los capitalistas, 20 años después que Carlo de Benedetti, en una reunión de Confindustria (la patronal italiana), dividiera a sus colegas entre momios, que se felicitaban por el fin del comunismo y el consiguiente debilitamiento sindical, en razón de que la gallina pondría más huevos de oro, e inteligentes, que se preocupaban por la salud de la ponedora.

Días después, Klaus Schwab, el fundador del Foro de Davos, añadió que el capitalismo no podía ser un tren sin frenos que destruía todo a su paso. Con todo, la expansión de la riqueza gracias al capitalismo financiero relegó al olvido esas sabias palabras de Benedetti y Schwab.

Hoy, después del descarrilamiento económico del 2008, que todavía no se repara, seguido de una crisis de las instituciones que relacionan a la clase política con la ciudadanía, los capitalistas inteligentes intentan detener el tren sin frenos, pero todavía no logran el consenso, a pesar de los esfuerzos de Obama y, oh sorpresa, del Papa Francisco, el primer Pontífice que hablará en el Congreso norteamericano.

La gran desigualdad

Un informe al Foro de Davos por Oxfam International, sostiene que, en 2016, el 1% más rico será dueño de más de la mitad de la riqueza mundial. El 2009, fue del 44 %. Y el 2014, del 48 %, mientras el 80 % más pobre tenía solo el 5,5 %. La suma de las 80 mayores fortunas es ahora similar al patrimonio de la mitad más pobre, es decir, 3,5 mil millones de personas. Y la riqueza de los 2.325 milmillonarios en dólares es superior al PIB de todos los países, salvo a los de China y EE.UU.

Oxfam pidió a los gobiernos, en ese contexto, invertir en servicios públicos gratuitos y universales, menciona en especial la salud y la educación. Y traspasar los impuestos, desde los que se exigen al trabajo y al consumo, a los que gravan al capital y los altos ingresos. Cualquier similitud con las reformas de Bahelet es solo coincidencia.

Lynn de Rothschild, presidenta de la Coalición por el Capitalismo Inclusivo y de la sociedad propietaria de The Economist, comentó: «La desigualdad extrema no es solo un error moral. Afecta también al crecimiento económico y amenaza al sector privado en el largo plazo». Por tanto, debemos contribuir a disminuirla. Y el presidente-gerente general de la transnacional Unilever denunció a los «capitalistas que amenazan al capitalismo».

La directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional, Lagarde, declaró en Davos que temía, como dijo Marx, que el «capitalismo tuviera las semillas de su propia destrucción». Y las políticas redistributivas, añadió, no son contraproductivas para el crecimiento, por el contrario.

Un reciente estudio econométrico del economista italiano Federico Cingano, publicado con el respaldo de la OCDE, sobre el impacto del aumento de la desigualdad de los ingresos en el crecimiento económico en los últimos 25 años, demostró que tuvo «una incidencia negativa, estadísticamente significativa, sobre el crecimiento a mediano plazo». El incremento de tres puntos del Gini hizo perder 0,35 puntos por año de crecimiento, es decir, 8,5% en dicho período, a los 16 países de la OCDE que tienen largas series cronológicas.

El gobernador del Banco de Inglaterra (Banco Central) por 30 años, dijo que el fundamentalismo del mercado aumentó la desigualdad en la riqueza y el ingreso, «tanto en como entre» la mayoría de los países. Para la OCDE, la ampliación de esa brecha es la clave que explica la mediocre recuperación de la gran recesión.

Un «documento blanco» de UBS, un gran banco suizo, para Davos, sostiene que se requiere de una acción urgente para enfrentar las desigualdades nacionales y mundiales.

Para Wölfgang Munchau, editor asociado del Financial Times, la izquierda radical europea tiene razón respecto del endeudamiento. Son indispensables tanto las inversiones públicas como la reestructuración de la deuda (renegociar las tasas de interés, períodos de gracia, reprogramación del servicio y quita de su monto). Siempre ha sido así, basta mirar la historia incluso la de Alemania inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, concluyó.

La canciller y la prensa alemanas reaccionaron con discreción ante la victoria de Syriza, incluso algunos se felicitaron debido a que pondría fin al nepotismo y corrupción que predominó por décadas en Grecia. Hasta Der Spiegel, la más influyente revista alemana, dice que «sus primeros movimientos han sido los correctos».

El momiaje reacciona

En verdad, comenzamos a vivir en un «nuevo contexto mundial», como dice el Foro Económico de Davos, pero todavía no llega a los defensores del capitalismo patrimonial desnudado por Piketty, recientemente aclamado también en Japón, ni a las desorientadas castas de la pospolítica cada día más alejadas de la ciudadanía.

A modo de ejemplo, en Davos, Andrew MacAfee, director asociado del Centro para Negocios Digitales de la Escuela de Administración del MIT, escribió en su blog en el Financial Times una nota con el sorprendente título «Defendiendo el libre mercado en Davos».

Nos dice que escuchó cosmovisiones muy distintas a la suya en un panel con europeos: un dirigente sindical, un economista francés y el primer ministro de Suecia. Para ellos, programas, protecciones y planificaciones gubernamentales era la mejor manera para asegurar buenos salarios y trabajos. Y estaban  dispuestos a sacrificar flexibilidad, descentralización e innovación para lograr la estabilidad y prosperidad de los trabajadores. A juicio de MacAfee, en cambio, hoy se debe elegir entre las turbulencias sociales y la anemia económica. Los que eligen la segunda, como los europeos, también tendrán la primera, concluye.

Al parecer ni siquiera sabe que la tecnología digital nació gracias al gobierno norteamericano, más precisamente, de ideas y presupuestos militares.

Por su parte, los planificadores rusos sostuvieron en Davos que un moderno sistema económico puede desarrollarse en condiciones difíciles, como las que hoy vive su país por las sanciones, y citaron, como ejemplos, a la Sudáfrica sancionada hacia el final del apartheid y al clima económico y político del Chile de Pinochet. El Foro quedó boquiabierto.

La desaparición de Friedman

Con todo, Milton Friedman está en retirada del discurso conservador norteamericano y la derecha ahora menciona a los pobres. Arthur Brooks, presidente del American Enterprise Institute, por ejemplo, critica las políticas de austeridad europeas, pero también las «estatistas» de Obama. Y afirma que «la cosa más importante que debe hacer un Estado es proveer una red de seguridad para los que de verdad son pobres”.

Tal vez por ello los líderes republicanos en el Congreso en Washington invitaron al Papa a hablar en el Capitolio, a pesar de ser calificado como marxista por algunos de sus congresales, debido a que condenó al «capitalismo salvaje» y a la «dictadura de la economía». Con todo, Keynes revivió con Obama, a pesar de la obstrucción de una derecha que se quedó sin discurso. Y EE.UU. se recupera más rápido que sus pares.

Ese ambiente también llega al centro académico que tuvo Friedman. Según entrevistas, en el 2014, de la Iniciativa de los Mercados Globales de la Universidad de Chicago, 36 a 1 de los destacados economistas consultados aprueban las políticas keynesianas de Washington para salir de la crisis.

En Chile, en cambio, Lüders, un pinochetista que tuvo un tropezón con la justicia durante la dictadura, y Rosende, con un prólogo de Sergio de Castro, publicaron un libro sobre la «vigencia de Friedman», y hay más de una crítica criolla al economista del momento, Piketty. Al parecer, vivimos aislados en el fin del mundo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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