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Educación y Calidad

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Eduardo Ferry Aranda
Por : Eduardo Ferry Aranda Técnico en Construcción, Licenciado en Estética UC, Magister en Artes Mediales U. Chile Profesor Comunicación Multimedia U. Pacífico y Escuela de Diseño UTEM
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Para toda la sociedad es más o menos claro que la Educación se nos presenta como uno de los principales mecanismos de desarrollo tanto en la vida social, cultural como económica. También es altamente consensuado el hecho de que la Educación debiera ser un derecho inalienable al que todas y todos los niños y niñas que habitan este territorio debieran poder acceder. Ahora, partiendo de esta base es que quisiera aportar un par de reflexiones que han venido rondando en mi cabeza desde que fui estudiante universitario por el año 2006 y participé de aquel incipiente movimiento estudiantil.

Gran parte de la discusión en la que hoy se encuentra centrada en la cuestión de la calidad. La que se ha convertido en una consigna tanto para estudiantes como para padres y apoderados así como en el caballito de batalla de los grupos más conservadores del país. Me parece que esta es una consigna válida, en la medida en que en Chile, si bien tenemos altas tasas de escolaridad y alfabetización (de las más altas de Latinoamérica), ésta en la práctica es irrelevante ya que es más de la mitad de la población la que no entiende lo que está leyendo. Ahora, el punto que me parece de vital relevancia frente a esto es que no he escuchado en todo este tiempo qué es lo que se entiende por calidad. Puede parecer un poco ingenua la pregunta, pero ¿Qué entienden los estudiantes por calidad? O ¿qué entiende la presidenta de la CONFEPA o los parlamentarios Penta por calidad? Y la más relevante, ¿qué entiende el ministro Eyzaguirre por calidad? A mí parecer, la discusión en torno a la calidad ha sido expuesta simplemente como una bandera de batalla, una consigna vaciada de sentido, puesto que nadie estipula claramente que es lo que entiende por calidad ahora y como ésta se mantendrá por los próximos 30, 40 o 50 años. Y esto es de vital importancia, puesto que la idea de calidad puede ser entendida de maneras muy distintas y como esto sea entendido afectará directamente el futuro de millones de personas (pensemos que los niños que educamos hoy, se jubilarán en el 2070 ¿ha pensado cómo será ese mundo?).

[cita]La Educación debe ser cuidada y preservada y estar escindida de cualquier sentido competitivo y económico, ya que es el principal agente por el que se construyen las relaciones de la vida social (por medio no solo de la formalización de contenidos, sino que también por los juegos y las experiencias creativas colectivas), se entienden los códigos de funcionamiento del colectivo (los valores por los que un territorio debiera regirse así como sus costumbres, sus usos y sus tradiciones) y se rinde tributo a los millones de huesos sobre los que se ha forjado la existencia de nuestra especie.[/cita]

Desde que fui estudiante, el tema de la calidad se tocaba como tópico de relevancia en las discusiones estudiantiles y me parece se ha mantenido estancada conceptualmente en la idea neoliberal de que la calidad es algo que asegura la existencia de un “buen” producto. Y esta lógica es la que vemos inserta en el ADN social chileno. Donde se asocia directamente la cantidad de dinero invertida en la calidad de algo. Y aquí es donde surgen las bases de la segregación en Chile. Mayor dinero pareciera asegurar mejor calidad y esta ecuación básica es la que parece primar en las mentes de personas como los integrantes de la CONFEPA. Si estoy pagando, es esencialmente para tener mejor calidad de compañeros para mis hijos. Detrás del discurso de la calidad se esconde una realidad mucho más cruda sobre el comportamiento social chileno: el arribismo. Y esto lo entiendo así porque veo cada vez más con tristeza, que la Educación se está convirtiendo en un mero instrumento económico para obtener más recursos (económicos). Estudiar en un buen colegio (¿qué significa eso?) para obtener un buen puntaje PSU (¿calidad?), para entrar a una buena Universidad (¿calidad como la de la UC? Que dicho sea de paso fue donde estudié) que me permitirá obtener un buen empleo para ganar más dinero y ojalá poder irme a vivir a La Dehesa (me recuerda a un hombrecillo que hasta le cambio una letra a su nombre) y replicar. No soy ingenuo. Se perfectamente que una parte importante de las acciones de nuestra vida van encaminada a la generación de recursos para la subsistencia y que dentro de nuestro sistema socio-económico implica trabajar para obtener dinero y tratar de vivir “mejor”. El problema es cuando eso se convierte en un fin en sí mismo lo que nos podría entregar al final gran calidad económica, pero muy baja calidad moral con el entorno que nos rodea (sino pregúntele a los Choclo Délano, a los Pablo Wagner, a las Ena von Baer o a los Ernesto Silva).

De una u otra forma, la lógica que prima tras de todo esto es lo que alguna vez muy lúcidamente dijo Juan Cristóbal Guarello: “la lógica del flaite”. Así, flaite no es solo el que te lancea o te abre la cartera. Flaite son también dueños de La Polar o de las Farmacias. Flaite es pedir un raspado de olla (y no por hambre). Flaite es la señora que ningunea a su vecina y los hijos de ella por ser un poco más morenos que los suyos. Flaite es creer que eres súper porque “la nana” come en la mesa contigo. Flaite es el que se estaciona en el lugar de discapacitados. Flaite es al que lo ascienden en la pega y se cree mejor que el resto. Flaite es preguntar de qué colegio saliste en una entrevista de trabajo. Flaite como los antiguos celulares de palo. Flaite como el que cree que es mejor por tener el último IPhone. Flaite como el diseño del Costanera. Flaite como el que cree que es mejor porque su colegio tiene nombre en inglés y no nombre de avión. Flaite como el que cree que su apellido es importante porque tiene más de tres R (y no del ron precisamente). Flaite como el que se cree alemán, italiano o francés porque su tatarabuelo arrancó de Europa. Flaite como el que cree que todo es para él.

Por esto es que para mí la Educación debe ser cuidada y preservada y estar escindida de cualquier sentido competitivo y económico, ya que es el principal agente por el que se construyen las relaciones de la vida social (por medio no solo de la formalización de contenidos, sino que también por los juegos y las experiencias creativas colectivas), se entienden los códigos de funcionamiento del colectivo (los valores por los que un territorio debiera regirse así como sus costumbres, sus usos y sus tradiciones) y se rinde tributo a los millones de huesos sobre los que se ha forjado la existencia de nuestra especie (particularmente no me compro el discurso neoliberal del hombre que se hace a sí mismo de la nada y de su propio esfuerzo, puesto que gracias a la existencia de una sociedad es que yo puedo estar detrás de una computadora escribiendo con palabras que yo no invente). La Educación es cooperación e implica un enorme sacrificio (de quienes educan, de los que aprenden, incluso del Estado). La Educación es probar y experimentar la existencia de nuestra vida (saber viene sabor, lo que implica probar y “saborear” la existencia). La Educación no es Neg-Ocio (negación del ocio, máxima expresión de la reflexión humana). La Educación es entrega y amor, es de amateurs (amadores de lo que hacen) y no solo de profesionales ávidos de calidad industrial. Por esto es que la Educación es un valor fundamental para el desarrollo de la vida social. La Educación nos permite comprender un poco más de lo que fuimos y lo que seremos (ayudándonos a ser un poco menos flaites).  Estos me parecen a mí, son signos de una buena Calidad y eso implica mucho más que un par de pruebas internacionales estandarizadas que hoy por hoy son el signo de Calidad que parece, nos han hecho creer y que cómodamente hemos aceptado como país que serán las directrices del futuro de nuestros niños por los próximos 50 años.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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