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Yo, clase media

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Camilo Vásquez Tapia y Danilo Vásquez Tapia
Por : Camilo Vásquez Tapia y Danilo Vásquez Tapia Camilo Vásquez Tapia, Profesor de Inglés. Universidad de Playa Ancha. Danilo Vásquez Tapia, Profesor de Historia. Candidato a Magíster Gerencia y Políticas Públicas. Usach.
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Nos sentimos estafados, nos sentimos engañados, pero para fortuna de nosotros no nos sentimos tontos, fuimos capaces de darnos cuenta que las lógicas del modelo no eran en función de la sociedad ni el bienestar, porque creímos la palabra “social” y “mercado” (economía social de mercado) podían convivir juntas con el objetivo de ser un país desarrollado.


Han pasado 4 años desde las movilizaciones estudiantiles que hicieron de un Chile ciego y conforme con su realidad a uno que se encontró de golpe con su situación de mentiras y falsedades, respecto a un modelo que ofrecía el cielo pero a costo de vender en incómodas cuotas tu alma.

Desde ese momento nos dimos cuenta que  la educación (así como todo el modelo) estaba contaminado por una promesa de progreso y meritocracia que en la práctica no existía, y que tan sólo era la lucha individual para separarse del otro.  Nos dimos cuenta también que jamás seriamos parte de esa elite que se exhibía en los medios como perfecta y celestial; y nos rendimos y conformamos a quedarnos en el medio (clase media) donde estaríamos a salvo de la política (de la suciedad) y al mismo tiempo de la pobreza. Esa pobreza terrorífica y desagradable, que no nos atrevíamos a conocer, pero que al mismo tiempo nos vanagloriábamos cuando íbamos en su ayuda.

[cita] Nos sentimos estafados, nos sentimos engañados, pero para fortuna de nosotros no nos sentimos tontos, fuimos capaces de darnos cuenta que las lógicas del modelo no eran en función de la sociedad ni el bienestar, porque creímos la palabra “social” y “mercado” (economía social de mercado) podían convivir juntas con el objetivo de ser un país desarrollado. [/cita]

El modelo nos prometió una salida fácil al desarrollo, donde sólo el trabajo (y la sobreexplotación de éste) nos daría la satisfacción que nuestros padres, abuelos y bisabuelos  nunca tuvieron.  La fiesta del consumo como señala Mayol  era ese espacio donde la tortura del trabajo pagaba sus dividendos y nos alejábamos por un instante de esa realidad sinuosa carente de sociedad y espacios de comunicación. Éramos felices (y quizás ahora también lo seamos, pero con culpa) y los creíamos, sin cuestionar el objetivo de todo esto.  Sin embargo, nos dimos cuenta  que “eso” por lo que tanto luchamos, realmente no lo teníamos y más encima no los podían quitar.

Eso fue reflejado en el caso La Polar donde miles de personas evidenciaron que la fórmula que durante 25 años nos permitió construir esa burbuja de autocomplacencia y exitismo a través netamente del consumo, era tan frágil que sólo basto que una de las tantas vanguardias del modelo expusiera su cara más grotesca y que el muro de contención se empezará resquebrajar  (para qué hablar de ahora).  Ahora la Polar ha multiplicado sus cabezas yendo incluso al mundo político (cosa que era previsible), aparecieron cabezas de mayor tamaño, que tienen a todo el modelo en la guillotina. No solamente son empresarios y políticos que pueden ir a la cárcel, sino que también son sus ideas, sus redes e incluso sus recursos. Por lo tanto, dentro de poco veremos a un modelo caído en la pobreza de la que tanto se habla.

Nos sentimos estafados, nos sentimos engañados, pero para fortuna de nosotros no nos sentimos tontos, fuimos capaces de darnos cuenta que las lógicas del modelo no eran en función de la sociedad ni el bienestar, porque creímos la palabra “social” y “mercado” (economía social de mercado) podían convivir juntas con el objetivo de ser un país desarrollado.  No obstante, el movimiento estudiantil nos sacó la venda y pudimos ver donde realmente estábamos viviendo. Conceptos como la desigualdad, el lucro, los privilegios comenzaron a ser parte de  nuestro vocabulario y jamás serán olvidadas, al contrario serán parte de nuestra utopía.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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