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La irracionalidad del Capitalismo

Felipe Ruiz
Por : Felipe Ruiz Periodista. Candidato a Doctor en Filosofía.
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Desde que el binomio ético de nuestros abuelos, a saber, la distinción entre el “bien” y el “mal”, quedó reducida a la educación infantil, Occidente ha desarrollado un sin número de nuevos valores, que trastocan, tanto estética como éticamente, la relación con la moralidad.

De tal modo, aquello de que “lo feo se ve feo” y lo “bueno se ve bueno”, pasada la “neo barroca” época de los años 90s, ha sufrido una profunda conversión, ya que esos principios, como decíamos, ético – estéticos se comportan a la orden de un sistema mercantil contradictorio, profundamente a- moral, pero que sin embargo, tiene como basamento un sentido común afincado en nuestra comunidad.

De esa manera es que la “razón práctica” kanteana y el “cogito” cartesiano no han logrado pervivir en las conciencias sociales actuales, afincadas en los valores profundamente contradictorios del capitalismo vigente.

Los resultados de múltiples observaciones y estímulos de los mass media nos arrojan la alarmante carencia de sentido de la sociedad actual, su anomia endémica y profunda: por una parte, se nos llama a sacar créditos de consumo para cumplir nuestros sueños, y por otra, la publicidad también nos llama a ahorrar pensando en nuestro futuro; de tal modo, el sistema capitalista actual desarrolla un sistema de vida antitético, una suerte de dialéctica sin síntesis, y en el fondo, carece de un real sentido; es por eso que vivimos una sociedad irracional y anómica.

El ejemplo más hondo de esta racionalidad tiene que ver, hecho muy palpable hoy en día, que bajo el basamento moral de la producción y el consumo, se oculta una verdad innegable: el Golpe Militar deja en claro, para la inconsciente posteridad de nuestro país, que, en el fondo, la ley (como señala Kelsen), es un dispositivo cuya única verdad es el uso de la fuerza como fin último de control y sometimiento.

En otras palabras, se pone en evidencia que la FF.AA. no solo son la tutela de la ley positiva; es, también, quien resguarda hasta las últimas consecuencia el sentido de patriotismo territorial. De este modo, la racionalidad de nuestra sociedad es, en último término, el barniz de la irracionalidad de la guerra y la violencia. La suspensión de la moral en períodos de “excepción” autoriza el asesinato, así sin más, sin decorados. Por ello mismo, se vuelve necesario tomar conciencia de que, más allá del orden, paz, tranquilidad y parsimonia que se nos ofrece en barrios citadinos, se oculta un manto de control social cuyo fundamento de base es: la violencia.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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