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Éxito nacional de un triunfo privado

«Pero no desconozcamos la deuda con el socialismo que nos permitió llegar a la máxima instancia del torneo: si no hubiera sido por el doble dedo en el trasero que Gonzalo Jara, típico producto de la educación estatal en manos de profesores comunistas hoy en huelga y que enseñan contravalores, violencia e intolerancia, tal vez no habríamos llegado a la final, pues el mejor goleador uruguayo pudo haber seguido en la cancha y habernos convertido o, en todo caso, impedido convertir».


Gracias a la libertad de precios, que permitió cobrar caro por las entradas, se llenó el Estadio Nacional con 45 mil personas civilizadas, principalmente provenientes de las comunas donde ganó Evelyn Matthei con el 80 por ciento, personas que acogieron a cinco mil argentinos sin “sacarles la mugre”, gracias a que se educaron en colegios particulares pagados que la actual revolución marxista-leninista en curso en Chile quiere, en último término, suprimir.

Y recorrió el mundo la imagen de las 40 mil banderas chilenas donadas por un millonario que tuvo el buen ojo de vender sus negocios en Chile y refugiarse en USA, huyendo de la persecución socialista, pero haciéndonos por una noche parecer país triunfante y civilizado justo cuando estamos rápidamente volviendo al tercer mundo del social-populismo intervencionista y retrógrado en el cual vegetamos desde el ’38 al ’73, y del cual, cuando hizo crisis final, nos rescató la Junta Militar que nos cambió el chip y nos convirtió en el mejor país de Latinoamérica gracias a que aplicó “El Ladrillo” derechista que hoy día la gobernante que remonta en las encuestas merced a la Copa América quiere destruir. La Junta salvadora, por supuesto, es hoy vilipendiada por el socialismo ambiente y sus cómplices activos y pasivos.

El propio Estadio Nacional fue idea de otro millonario, Gustavo Ross Santa María, que como Ministro de Hacienda reconstruyó las finanzas públicas entre 1932 y 1938, destruidas tras las crisis de 1929-31. Estadio Nacional que llegó a pretender albergar a 80 mil personas, que no cupieron debido a la sobreventa en la final de la misma Copa América de 1955, que perdimos ante Argentina por 1-0, estando yo presente al borde de la cancha junto con mi amigo y compañero de colegio Jorge Joannon. Llegamos allí sin pagar y en medio de la marea humana que aplastó las rejas y fue debida a que los socialistas a cargo habían sobrevendido las entradas y generado así el tumulto que dio lugar a las seis muertes producto de la avalancha consiguiente.

El hecho fue que anoche se mostró la mejor cara de Chile, que es la que le debemos a la libertad. El público, civilizado gracias a la educación particular pagada libre, que fue el único que pudo pagar el alto valor de las entradas determinado gracias a la libertad de precios, respetó a los miles de argentinos que oficiaron de manchas albicelestes en medio del mar rojo que inundó el estadio.

Todo resultó bien porque está a cargo de una organización privada, como la ANFP, integrada por sociedades anónimas deportivas privadas. Armamos un buen equipo y triunfamos gracias a la desigualdad propia de los entes libres, que puso en la nómina a los mejores y mejor pagados y estampó su rúbrica cuando Alexis, surgido de la pobreza extrema de Tocopilla pero que acaba de comprarse una mansión de diez millones de dólares cerca de Londres, “picó” astutamente la pelota y convirtió el cuarto penal, tras convertir los otros los millonarios surgidos de la pobreza gracias a las recetas de “El Ladrillo” y a que trabajan libres del igualitarismo socialista que al resto nos quieren imponer acá020, como el Mati, el Príncipe y el Rey, que convirtieron sus respectivos penales y ganan más que “los poderosos de siempre” a los cuales persigue el régimen encabezado por la señorita de polera roja, que los ha puesto en fuga junto con Farkas, para perjuicio de todos los chilenos.

Pero no desconozcamos la deuda con el socialismo que nos permitió llegar a la máxima instancia del torneo: si no hubiera sido por el doble dedo en el trasero que Gonzalo Jara, típico producto de la educación estatal en manos de profesores comunistas hoy en huelga y que enseñan contravalores, violencia e intolerancia (pero el mismo Jara hoy millonario y en proceso de  civilizarse en el Mainz alemán, donde seguramente le van a inculcar “manners” para no volverlo a hacer), tal vez no habríamos llegado a la final, pues el mejor goleador uruguayo pudo haber seguido en la cancha y habernos convertido o, en todo caso, impedido convertir. Todo es de dulce y de agraz y no muy justo también en el triunfo o si no ésta no sería vida humana.

En todo caso, estamos todos felices y, como somos “inclusivos”, también lo está la señorita que encabeza el proceso de destruir nuestras exitosas libertades y que remonta en las encuestas precisamente gracias al gran triunfo inédito, paradójicamente hecho posible gracias a que esa actividad es todavía una isla a salvo de las políticas liberticidas impulsadas por la referida señorita.

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