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Sobre investigación y libertad académica

Juan Manuel Garrido
Por : Juan Manuel Garrido Departamento de Filosofía, Universidad Alberto Hurtado.
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La investigación no es solamente lo que pares autorizados en posiciones de poder certifican como tal, aunque el reconocimiento evita que pase inadvertida. La investigación no es solamente lo que da plata, aunque la plata facilita la subsistencia de los investigadores y de sus equipos, humanos y no humanos. La investigación no es solamente una necesidad vital del ser humano, aunque la defensa de un país –ciertamente no el nuestro– y la vida humana sobre el planeta son posibles gracias a ella.

La investigación es una cosa distinta. No torcemos el curso de una historia causal ni corrompemos la validez de una demostración como torcemos la naturaleza y corrompemos voluntades apenas tenemos la oportunidad de hacerlo. La investigación no es familia, aunque a la familia debería interesarle que sus miembros entiendan qué va en la producción y manipulación del conocimiento si aspiran a vivir en sociedad.

La investigación no es política, aunque es un problema político definir, proyectar, asegurar y administrar la producción de conocimiento de un país. Que en Chile la política se ocupe tarde, mal o nunca de ello, y que destinemos sólo 0,36 de un ya modesto PIB a investigación, no deteriora la objetividad o la verdad de la que son capaces los científicos, académicos o investigadores nacionales. Deteriora la riqueza espiritual, cultural y material del espacio y del tiempo comunes; es decir, deteriora al propio país y su vida política.

[cita] Justamente porque la universidad es mucho más que pura investigación, su autonomía y libertad institucional no es garantía de la autonomía y libertad requeridas para investigar. La libertad de una universidad se mide por su capacidad de darle realidad objetiva a su misión e ideario. La libertad de la investigación se mide por la capacidad de implementar sistemas de objetivación y determinación de lo desconocido conforme al azar y necesidad de estilos, lenguajes, métodos, objetos, disciplinas, modelos, instrumentos, coyunturas de infinita variedad y en permanente transformación. [/cita

Un problema delicado surge cuando se pide que la investigación se someta punto por punto a las necesidades de la sociedad. El desarrollo de una sociedad supone el desarrollo de la investigación, pero la investigación no tiene como fin el desarrollo de la sociedad. No es el crecimiento, ni las grandes compañías, ni las instituciones necesitadas de legitimación discursiva, ni el hambre de más vida, lo que posibilita, orienta y condiciona la emergencia, el uso, la producción, reproducción y manipulación de los objetos de investigación.

Este problema delicado se replica en la universidad. En el debate local reciente, se ha defendido y se ha atacado la existencia de proyectos educativos diversos en nuestro sistema de educación superior, ora porque enriquece e inspira la investigación, ora porque la obstaculiza y empobrece.

La universidad es mucho más que investigación. La universidad responde al sistema de fines que encarna la sociedad de su tiempo. La universidad carga con la responsabilidad de formularse como misión y de proponer idearios (todas las universidades los tienen, no sólo las privadas). No hay nada de malo en que un ideario inspire a una universidad. Aun menos malo (deslizo una opinión personal, y limitada al contexto nacional) es facilitar la pluralidad de proyectos educativos; pues, si de veras estos existen, entonces dan realidad a parte no obviable de nuestra identidad, y una identidad no se cambia ni se suprime prohibiéndola.

Sin embargo, justamente porque la universidad es mucho más que pura investigación, su autonomía y libertad institucional no son garantía de la autonomía y libertad requeridas para investigar. La libertad de una universidad se mide por su capacidad de darle realidad objetiva a su misión e ideario. La libertad de la investigación se mide por la capacidad de implementar sistemas de objetivación y determinación de lo desconocido conforme al azar y necesidad de estilos, lenguajes, métodos, objetos, disciplinas, modelos, instrumentos, coyunturas de infinita variedad y en permanente transformación.

La investigación es por definición indiferente o inmune a la inspiración de una misión o ideario. La investigación tiene vida propia, que data desde mucho antes de que el hombre viniera a llamarse hombre y a entenderse como sujeto capaz de dominar, calcular, predecir la realidad que cree ahí presente y a su disposición. No por nada la investigación ha sobrevivido a todas las muertes de Dios, del hombre y del sujeto.

Si la investigación ha de existir en la universidad, la universidad debe renunciar al deseo de inspirarla, cuando no de conducirla. Lo que digo no es revelación de ningún misterio. Basta leer el reglamento de la CNA: “Por investigación se entienden las actividades sistemáticas de búsqueda de nuevo conocimiento, que impactan sustantivamente en la disciplina, tema o área a la que pertenecen”. Pero la universidad sí debe proteger la libertad de la investigación. Es algo que la sociedad le exige y que la universidad, al menos en algunos casos, se ha comprometido a cumplir.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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