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El Papa y Bolivia: Siete días que estremecieron el statu quo de las relaciones entre Bolivia y Chile

Juan Francisco Coloane
Por : Juan Francisco Coloane Sociólogo y analista internacional.
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En los últimos siete días, la visita del Papa a Bolivia  continúa teniendo resonancia política y pública y ha movilizado a las cancillerías de ambos países. Han sido siete días que estremecieron el statu quo de las relaciones entre Bolivia y Chile, desnudando en su real dimensión la tensión bilateral que se arrastra por décadas.

A partir de su llegada a La Paz el 8 de julio, resaltando “la necesidad de diálogo sin rencor entre países hermanos”,  y hasta la declaración del martes 14 señalando que la aspiración de Bolivia por tener una salida al mar “era justa”, el sumo pontífice católico remeció la estructura formal de las relaciones de ambas naciones.

Caracterizadas estas relaciones por un exceso de búsqueda del impacto mediático y escasa diplomacia para resolver la ausencia de diálogo, la visita del Papa a Bolivia ha revelado un grado de beligerancia que no se observaba desde que ambas naciones se estabilizaron en democracia. No podía ser de otra forma, entre dos países que no mantienen relaciones diplomáticas completas hace más de tres décadas, aunque  durante este período una mínima diplomacia se ha ejercido por diferentes gobiernos en ambas naciones.

El llamado al diálogo entre Bolivia y Chile, propio de una misión pastoral, levantó en Santiago una ola de reacciones destempladas. Estimuló a sectores del laicismo militante el fervor que caracteriza al anticatolicismo demagógico y que se ha expresado en la exposición pública de los casos de pedofilia que han afectado a la Iglesia Católica y que ha mermado la potencia del mensaje pastoral.

[cita] En el caso de un conflicto entre dos estados como Bolivia y Chile, que se está dirimiendo por los carriles del derecho internacional, la diplomacia del estado del Vaticano no fue capaz de contener el ímpetu pastoral del Papa,  para algunos opinando en un asunto bilateral que no le corresponde. [/cita]

No se hizo esperar  el llamado de figuras políticas que han hecho del chovinismo sin contemplaciones un carnet de supervivencia electoral, para que Chile dirija una  protesta al Vaticano por inmiscuirse en asuntos bilaterales. La crítica al canciller chileno Heraldo Muñoz exigiéndole prevenir la situación, como si la diplomacia chilena tuviera el peso de un poder galáctico, fue acompañada por un ataque frontal a la figura del Papa, negando las posibilidades de su misión pastoral.

El alto grado de decibeles en la exposición mediática a raíz de la visita del Papa a Bolivia, puede impedir la visualización de una situación más grave e inadvertida en el plano internacional. La bitácora ha marcado el tono de un episodio que era previsible e inevitable.

Bolivia, bajo la administración de Evo Morales ha mostrado indicios de estar empecinada en recuperar el “terreno perdido en una invasión”. La referencia a la salida al mar del presidente boliviano Evo Morales era esperable. Lo que sorprendió fue la alusión a un asunto bélico y la pérdida territorial al señalar que “a Bolivia se le ha mutilado su salida al mar por una invasión». La frase sin duda fue una agresión verbal y expuso el punto central del estado de situación de las relaciones entre Chile y Bolivia. El presidente Morales, hasta ahora, no había sido tan explícito en hablar de “una invasión de Chile” en asuntos oficiales de la trascendencia como es la visita de un Papa.

El llamado del Papa hacia ambas naciones para reiniciar el diálogo, es una advertencia que se sitúa  más allá de la diplomacia del Vaticano, declarando a los pocos días que la inquietud boliviana por salida al mar “era justa”. La cancillería chilena manifestó respeto por la declaración y que “esos dichos no incomodaban”,  porque ante todo “la posición de Chile está respaldada por el derecho internacional”.

Antes de este último episodio, la cancillería chilena había instado a que ambos países establecieran relaciones diplomáticas.

Esta tensión entre dos naciones vecinas hay que observarla dentro de un contexto internacional marcado por un clima de permanentes violaciones al derecho internacional que ha intoxicado la atmosfera de convivencia entre las naciones. El mapa de conflictos en las diferentes regiones del planeta exhibe una faz abundante en puntos oscuros. El comercio y el turismo pueden continuar aunque hay tensión en todos lados.

Con un multilateralismo fatigado y maniatado, y con asociaciones nuevas de países que exhiben más limitaciones que ventajas para abrir cerrojos políticos, las orientaciones que puedan provenir de otras organizaciones con alcance e influencia global como el Vaticano, pueden contribuir así como perturbar. En el caso de un conflicto entre dos estados como Bolivia y Chile que se está dirimiendo por los carriles del derecho internacional, la diplomacia del estado del Vaticano no fue capaz de contener el ímpetu pastoral del Papa,  para algunos opinando en un asunto bilateral que no le corresponde.

Ejerciendo el doble papel de administrador de un estado sui generis como el Vaticano y de ser el máximo pastor de la Iglesia católica, al haber el Papa opinado sobre asuntos bilaterales, el Vaticano está al debe. Hay una visita del Papa Francisco a Chile que está pendiente para conocer más de cerca y a tiempo los secretos del Vaticano y no sorprendernos. La mediación para el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, viene a la mente.

El tema de la salida al mar para Bolivia por el territorio chileno, no solo está instalado en la Corte de La Haya. Ahora entró en ese ámbito de la preocupación del Vaticano, que como un peculiar estado con llegada universal, comenta temas y asuntos cuando la cuerda de la tensión internacional, aunque sea en apariencia bilateral, comienza a estirarse hacia su máximo umbral de tolerancia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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