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21 veces más oportunidades

Carlos Henríquez
Por : Carlos Henríquez coordinador del Laboratorio LLECE de la UNESCO.
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Los resultados de las pruebas Simce de Lectura y Matemática aplicadas en 2014 a los 8° básicos y II medios, indican, como es usual, una gran diferencia entre los puntajes obtenidos por los estudiantes de establecimientos de nivel socioeconómico bajo y alto. Este año, observamos que la ventaja de los sectores altos por sobre los bajos va entre los 58 puntos en la prueba de Lectura de 8º básico, y 117 puntos en la prueba de Matemática de II medio.

Esto implica que los estudiantes de los establecimientos del grupo alto tienen 6 veces más oportunidades de obtener resultados adecuados en la prueba de Lectura de 8° básico y 21 veces más posibilidades en la prueba de Matemáticas de II medio.

Esta diferencia se mantiene virtualmente inalterada al tomar en cuenta otros factores de los establecimientos como su dependencia administrativa o la modalidad educativa, que, alguien podría pensar, son los reales responsables de la brecha socioeconómica existente.

[cita] En este escenario, es imprescindible reducir estas brechas y disminuir la segregación de nuestro sistema escolar. Los datos revelan que, considerando solo a los alumnos que rindieron Simce en 8° básico y II medio en 2014, hipotéticamente debiéramos cambiar de establecimiento a más de la mitad de los estudiantes cuyos padres no completaron su Enseñanza Media, para que su distribución fuese más homogénea en el sistema escolar y las escuelas trabajaran en condiciones similares. [/cita]

Lo anterior demuestra que en los aprendizajes la brecha socioeconómica tiene una importante relación con la composición socioeconómica del alumnado, y una menor relación con las características administrativas de la escuela, incluso con las características de sus directores y docentes. Esto nos presenta un tremendo desafío como país. Sin embargo, hay acciones que las escuelas pueden implementar ya para mejorar el desarrollo integral de los estudiantes, que además de ser un bien en sí mismas, generan condiciones necesarias para los aprendizajes. Dichas medidas apuntan a mejorar el clima de convivencia escolar, promover las prácticas de retroalimentación docente y desarrollar un liderazgo estratégico, entre otras.

En este escenario, es imprescindible reducir estas brechas y disminuir la segregación de nuestro sistema escolar. Los datos revelan que, considerando solo a los alumnos que rindieron Simce en 8° básico y II medio en 2014, hipotéticamente debiéramos cambiar de establecimiento a más de la mitad de los estudiantes cuyos padres no completaron su Enseñanza Media, para que su distribución fuese más homogénea en el sistema escolar y las escuelas trabajaran en condiciones similares. Evidentemente esto es impensable, pero permite ejemplificar la magnitud de este desafío.

La recientemente aprobada Ley de Inclusión que busca eliminar las barreras para que las familias con menos recursos económicos puedan elegir la escuela para sus hijos constituye una oportunidad para disminuir la segregación escolar en el mediano y largo plazo, pero debe acompañarse de otras importantes medidas como el fortalecimiento de la educación pública y del Sistema de Aseguramiento de la Calidad, entre otras.

Mientras esto no suceda, necesitamos medidas compensatorias de corto plazo que reconozcan la dificultad de enseñar en condiciones de pobreza y vulnerabilidad. La implementación de la Ley SEP va en este sentido: desde su implementación en 2008, observamos una reducción de 8 puntos en la brecha observada para la prueba de matemáticas de 4º básico, básicamente por el aumento sostenido de los puntajes en establecimientos del grupo socioeconómico bajo. Pese a los avances,  la magnitud del problema es tal, que estas medidas deben ser complementadas con otras, orientadas a invertir esos recursos en mejorar las habilidades de los docentes, el liderazgo estratégico de los directores y a mejorar las condiciones de enseñanza en escuelas vulnerables, factores que, demostradamente, tienen una relación virtuosa con los aprendizajes.

El que haya hasta 21 veces más oportunidades para un estudiante chileno en relación a otro es inaceptable y vergonzoso. Es un imperativo ético y una obligación política que todos construyamos una sociedad más equitativa, justa e inclusiva.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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