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¿Qué hace Rusia en Siria?

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«No sería de extrañar que el objetivo ruso no estuviera tanto en Siria sino en Europa, para llenar el vacío de poder dejado por Estados Unidos luego de su desgaste en Afganistán e Irak y de su ‘pivote al Pacífico’, para contrarrestar a China».


Durante este mes de septiembre, muchos hemos resultado sorprendidos con el despliegue militar ruso en Siria. En un plazo de algunas semanas, ha aparecido un llamativo contingente que ha procedido a ampliar y reforzar la base aérea de Latakia, desplegando en ella un batallón mecanizado reforzado con una batería de artillería de campaña, una dotación de helicópteros y casi 30 aviones de combate. No se trata sólo de cazas Su-30 Flanker como se informó oficialmente, hoy se habla también de interdictores Su-24 Fencer y aviones de apoyo estrecho Su-25 Frogfoot.

En agosto pasado, aparecieron las primeras noticias referidas a buques anfibios rusos que habían desembarcado equipo militar en las costas sirias. Tiempo después se habló de un puente aéreo materializado por aviones de transporte pesado An-124 e Il-76 y, a partir de ello, se consolidó rápidamente la ampliación de la referida base aérea.

Ante esto, resulta obvio preguntarse qué hace Rusia en Siria, para qué este despliegue, qué persigue.

En años recientes, Rusia nos sorprendió en otras formas, no muy distintas. En efecto, basta traer a la memoria lo que ocurrió en Hungría en 1956, en Praga en 1968, en Afganistán en 1978 y, más recientemente – aunque en una escala mucho menor – en el aeropuerto de Pristina en 1999 y, por supuesto, en Crimea en 2014. Todas estas acciones constituyen invasiones que, previsibles o no, permitieron a Rusia (o a la entonces URSS) ganar posiciones de ventaja estratégica.

De este modo, frente a este despliegue, cabe preguntarse qué ventaja estratégica puede Rusia perseguir en Siria.

Resulta indicativo de sus intenciones, no sólo que Latakia se encuentre lejos de las zonas donde opera ISIS, que es – por llamarlo así – el Enemigo Nº 1 del momento, sino que también se busque un acuerdo entre Putin y Netanyahu a fin de evitar que las operaciones rusas interfieran con la vigilancia que Israel mantiene sobre las actividades de Hezbollah. Latakia, donde se encuentra el aeropuerto que Rusia ha reforzado, es una provincia ubicada al borde del Mar Mediterráneo, inmediatamente al sur de la frontera que separa a Turquía de Siria. Como es sabido, Hezbollah opera fundamentalmente desde Líbano, esto es, aún más al sur.

A partir de lo anterior, se pueden aventurar dos hipótesis acerca de las intenciones rusas.

La primera consiste en que Rusia realmente quiera derrotar al ISIS y, de este modo, llenar el vacío de poder dejado por EE.UU. en la región. Para ello, Rusia necesitará no sólo consolidar una base de operaciones relevante, sino también desplegar un contingente muy superior al actual. Hoy las fuerzas rusas deben ser menos de 2.000 hombres. Para derrotar al ISIS, se requiere de mucho más. Sólo como punto de comparación, se debe tener presente que el territorio de Siria equivale al Norte Grande de Chile (180.000 km2) y que en las I, II y XV Regiones, el Ejército de Chile despliega en tiempos de paz, dos Divisiones, que agrupan a 3 Brigadas Acorazadas y al equivalente de otras 2 Brigadas Motorizadas. Sin embargo, en Siria no sólo hay una guerra en desarrollo desde hace varios años, sino que en ella participan varias facciones. Es posible reconocer a lo menos 3 bandos: las fuerzas del régimen de Assad, las fuerzas rebeldes que se oponen a Assad y el ISIS, que lucha contra las anteriores. Básicamente, todos contra todos. Para imponerse en un escenario así, Rusia deberá desplegar una fuerza muy superior a la actual.

La segunda hipótesis consiste en que Rusia apoye a Assad, pero sin que la derrota del ISIS sea su prioridad. Antes bien, Rusia puede limitarse a una labor de contención, en que mantenga al régimen de Assad en un territorio más reducido, conformando básicamente por un corredor Latakia – Damasco, que discurra sobre las montañas que conforman el actual borde occidental de Siria y renunciando al hinterland (o interior del país). Ello llevaría a Rusia a enfrentarse fundamentalmente a las fuerzas anti-Assad, para conservar esas posiciones. El resto de Siria quedaría entregado al ISIS y a lo que la coalición encabezada por EE.UU. y Turquía puedan realizar en contra de éste.

¿Qué ganaría Rusia en este segundo escenario? Con un esfuerzo mucho menor, Rusia podría contar con un gobierno “constitucional” ya reconocido internacionalmente, que sea funcional a sus intereses geopolíticos en la zona, los que consisten principalmente en la posibilidad de contar, en Latakia o en Tartus, con un puerto en el que basar una flota de buques de guerra, sin tener que atravesar los Dardanelos y el Bósforo para entrar y salir del Mar Negro. Un puerto de esta naturaleza es un anhelo ruso que se remonta a los tiempos de Pedro El Grande. Después de haber anexado la península de Crimea, a través de este movimiento, Rusia avanzaría hacia el occidente y consolidaría un bastión en el Mediterráneo, ganando enorme influencia sobre el norte de África y el sur de Europa.

Ciertamente, “queda mucho paño por cortar”, pero no sería de extrañar que el objetivo ruso no estuviera tanto en Siria sino en Europa, para llenar el vacío de poder dejado por Estados Unidos luego de su desgaste en Afganistán e Irak y de su “pivote al Pacífico”, para contrarrestar a China.

Nótese que todo esto ocurre ad portas de la reunión entre Barak Obama y Xi Jinping, en una atmósfera de notable tensión, en la que subyace la apuesta de EE.UU. por contener la agresiva expansión china en el mar del Sur de China, en circunstancias que hace por lo menos un año se encuentra una fuerza naval rusa, conformada por destructores, fragatas, buques anfibios y buques de apoyo, rotando en un despliegue permanente frente a las costas sirias. Hubo algo, entonces, que motivó a Rusia a actuar. No sabemos de qué se trata, pero ciertamente el momento actual fue elegido cuidadosamente.

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