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El Movimiento Estudiantil y la Nueva Mayoría: ¿Debacle u oportunidad política?

Héctor Ríos Jara
Por : Héctor Ríos Jara Becario CONICYT, University College of London, Londres, Reino Unido. Estudiante patrocinado COES.
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A principios del año 2014, la entrada al gobierno de la Nueva Mayoría representaba una estructura de oportunidades políticas favorable para el movimiento estudiantil. El proceso de reformas declarado por el gobierno era leído por las principales fuerzas del bloque de conducción de la CONFECH como una ventana política para radicalizar demandas y posicionar la agenda de fortalecimiento de la educación pública y erradicación del lucro que había obtenido apoyo social tras el año 2011.

Esta estrategia planteaba que si bien el gobierno de Michelle Bachelet representaba un intento de neutralizar el crecimiento del malestar social, con un plan amplio de reformas redistributivas pero de continuidad neoliberal; la inclusión de sectores progresistas y de izquierda, proyectaba una tensión en la élite plausible de ser capitalizada por la izquierda anticapitalista mediante la movilización y protesta social.

De este modo, la entrada del Partido Comunista, la existencia de la Bancada Estudiantil y la presencia de figuras políticas provenientes del movimiento estudiantil en ministerios claves, representaban la oportunidad de instalar una tensión al interior de la élite capaz de operar como un clivaje político favorable para la radicalización de la demandas.

Tras un año y medio de gobierno y sentadas las bases de la reforma a la educación superior, el escenario político del movimiento estudiantil se ve poco auspicioso. Preso de una paralización política, quebrada sus principales alianzas con el sector secundario, y neutralizada su estrategia tras el avance político de la derecha y la congelación de la agenda reformista, la CONFECH no ha logrado articularse como una oposición social efectiva, capaz defender y avanzar en la concreción de las demandas sociales.

Para esclarecer esta posición plantearé tres desaciertos políticos de la CONFECH en el periodo de la Nueva Mayoría (NM) que pueden explicar el estado actual del movimiento estudiantil y proyectar escenarios para los últimos años de gobierno.

El primer desacierto fue la primacía que el movimiento estudiantil el dio a la negociación política sobre la movilización social. La apuesta por la construcción de un marco de influencia político, focalizado en la capitalización de las tensiones al interior de la élite, constituyó un error estratégico del bloque de conducción. Esta decisión tensionó tempranamente a los sectores de izquierda de la CONFECH, los cuales, pese a tener mayoría indiscutida, entraron en contradicciones tempranamente, dificultando la conducción nacional. Esta apuesta, también generó confusión en la base estudiantil al mostrar posiciones ambiguas con el gobierno, reteniendo y desaprovechando el principal activo del movimiento estudiantil, que es la movilización social masiva.

Otro impacto negativo de esta decisión fue el tiempo para la reorganización y avance de los sectores conservadores. Durante el 2014 el gobierno, estaba preparado para avanzar rápidamente en las reformas y buscaba evitar conflictos con los sectores sociales, principal foco de construcción del programa de gobierno, lo cual parecía un factor favorable para el movimiento estudiantil, dispuesto a negociar y dialogar con ellos, manteniendo a raya las movilizaciones. No obstante, la contención de la movilización, lejos de generar la incidencia esperada, permitió que la derecha reorganizará su oposición ideológica, construyera frentes de masas, cuadrara a sus fuerzas políticas y apuntalará a la DC en el seno del gobierno, tensándolo hacia el conservadurismo.

El segundo desacierto del movimiento estudiantil fue el retraso en los saltos programáticos de sus demandas. La postergación de las movilizaciones durante el primer año de gobierno implicó concentrar fuerzas en el debate programático y participar en las múltiples instancias de discusión ofrecidas con el gobierno y el congreso.

La participación en estas instancias, no solo desatendió el aprendizaje político del 2006 y el fracaso de los Consejos Asesores Presidenciales, sino que evidenció la ausencia de una propuesta programática, sólida y consistente, desde el movimiento social, para proponer un nuevo sistema de educación nacional. En esta participación irregular e inconstante, la CONFECH evidenció la debilidad de sus demandas, y la ausencia de un trabajo de construcción colectiva que, posterior al 2011, permitiese proponer un nuevo sistema educacional para el país.

Si bien esta debilidad buscó ser reparada con el lanzamiento del documento “Principios Fundamentales para una nueva Educación Pública”, la tardanza de este posicionamiento y la poca profundidad de este, no logró revertir el escenario de aislamiento y neutralización que la CONFECH sufrió tras el 2014. Igualmente, el marco valórico detallado en el texto y la ausencia de detalles programáticos en el documento, no lograron permear los espacios de debate ni revertir los procesos de neutralización que los aparatos tecnocráticos han generado sobre las demandas estudiantiles.

El tercer desacierto, es la permanente impostura político-estratégica que la CONFECH ha tenido frente al carácter reformista del gobierno. En términos simples, el bloque de conducción no generó un marco de acción colectiva suficientemente claro que permitiera discriminar, en la ciudadanía, la defensa de la necesidad de cambio del sistema educacional con una crítica a la insuficiencia de las reformas planteadas por la Nueva Mayoría.

Esta impostura política ha sido capitalizada favorablemente por la derecha, que pese a contar con niveles mínimos de aprobación, ha logrado construir un clima anti-reformas, reaccionario a cualquier tipo de transformación y que niega la creciente crítica al modelo económico.

[cita] El análisis permite señalar que el movimiento estudiantil enfrentará la principal reforma educacional en un momento complejo, con un alto nivel de tensión interna, sin aliados sectoriales de envergadura y en un acelerado proceso de transformación orgánica de las principales fuerzas políticas en conducción.[/cita]

La emergencia de este clima, es el principal retroceso de los sectores anticapitalistas y que, de mantenerse, avizora un estancamiento en la fisura ideológica lograda del 2011 como un retroceso en el avance de las críticas focalizadas al neoliberalismo chileno. Al respecto, cabe señalar que la CONFECH no supo articular comunicacional y políticamente una defensa del clima social pro-reformas, generado el 2011, con una crítica propositiva e incidente sobre las propuestas de la nueva mayoría, cuyo foco fuera la insuficiencia de las reformas planteadas en la resolución de las condiciones estructurales de desigualdad, endeudamiento y exclusión, pilares fundamentales de la movilización social.

Sólo la articulación de este doble posicionamiento hubiese establecido un marco de clausura de la derecha y los sectores conservadores, en el cual el movimiento estudiantil y la izquierda anticapitalistas habrían incidido en el proceso de reformas. En su defecto, la derecha a ha sido la principal beneficiaría de la oposición inconstante y poco incidente que el movimiento estudiantil y la izquierda anticapitalista han tenido en la agenda nacional durante en el gobierno de la NM.

Para finalizar, el análisis permite señalar que el movimiento estudiantil enfrentará la principal reforma educacional en un momento complejo, con un alto nivel de tensión interna, sin aliados sectoriales de envergadura y en un acelerado proceso de transformación orgánica de las principales fuerzas políticas en conducción. Esta situación si bien no avizora un buen pronóstico, es necesario que la CONFECH y las fuerzas de conducción asuman el desafío y la responsabilidad política, como principal referente de la oposición social, y logren revertir romper la parálisis política y afrontar la principal reforma educacional del periodo y última oportunidad de generar incidencia en este nuevo periodo de ajuste neoliberal.

Para afrontar este desafío, se debe considerar que la debilidad y deslegitimidad de la clase política actual como la incapacidad de esta para resolver los problema estructurales de desigualdad del país, son la principal oportunidad que tiene la CONFECH y los sectores anticapitalistas para revertir la paralización y marginación política de la oposición social, siendo la movilización masiva el principal recurso para revertir un nuevo proceso de reformas y ajustes que perpetúen una nueva década de hegemonía neoliberal.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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