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¿Por qué un liberal debe apoyar la causa del Dalai Lama?

Luis Felipe Ramos
Por : Luis Felipe Ramos abogado, fundador Partido Liberal de Chile
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Una vez aclarado que el viaje del Diputado Vlado Mirosevic (quien además es el Presidente del Partido Liberal) no implicará ninguna inasistencia al Congreso ni gasto público, con esta columna quiero evaluar una arista no explorada hasta el momento: ¿por qué un liberal debería apoyar la causa del Dalai Lama?

Algunas cuestionarán lo poco en común entre un liberal laico y un líder espiritual. Pero lo cierto es que el Tibet dejó de ser el Estado pre moderno que heredó el Dalai Lama. Fue él quien terminó con esa tradición y renunció a ser líder político al mismo tiempo que líder espiritual de los tibetanos. Desde hace algunos años, el gobierno del Tibet en el exilio se secularizó y ahora funciona como una democracia parlamentaria, con elección democrática de representantes y con Primer Ministro incluido. Todo ello sucedió en el exilio y con el Dalai Lama como su principal promotor, quedando éste con un rol meramente espiritual.

Adicionalmente a eso, el Dalai Lama lleva un par de años promoviendo la “ética secular”, es decir aquellos valores cívicos -no religiosos- que debiésemos compartir universalmente, más allá de las religiones. Aquello es exactamente lo que el laicismo liberal ha promovido durante mucho tiempo.

La segunda razón, y probablemente la principal razón por la cual debería reunirse con el Dalai Lama, es para exponer (con el ejemplo) cuál es el lugar que los chilenos en general y los liberales en especial debemos dar al ser humano en nuestras decisiones públicas.

Los liberales creemos que la persona humana es un fin en sí mismo y por ende no debe ser utilizada como un instrumento para alcanzar los fines de otras personas o colectividades. La dignidad, así entendida, corresponde a cualquier persona por el sólo hecho de serlo, independiente del lugar del mundo en que ha nacido, sea en Chile o en el Tibet.

[cita tipo= «destaque»]Demostrar que el liberalismo chileno puede ofrecer algo más que aquella empobrecida versión inaugurada por los “Chicago Boys” (y que hoy está en crisis), es enriquecer el debate nacional.[/cita]

Por otro lado, de manera armónica con el liberalismo, surgen los derechos humanos como una reacción en contra de los abusos y crímenes de los Estados contra la persona humana. Los horrores de la Segunda Guerra Mundial dejaron en evidencia la indefensión en la cual quedan expuestas las personas cuando es el propio Estado el que viola sus derechos. Desde entonces se hizo evidente que la protección de los derechos humanos no es sólo función de los Estados sino que también de toda la comunidad internacional.

Sin embargo, la promoción y defensa de DDHH ha sido especialmente débil en el caso de los habitantes del Tibet. Si bien ha habido numerosas denuncias de violaciones a DDHH, se le ha negado la entrada al Tibet (hoy bajo dominio chino) a la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU y la comunidad internacional (incluyendo a Chile) poco han hecho al respecto. Esta situación ha causado en los tibetanos una frustración, impotencia y desesperación tal, que se han venido repitiendo las inmolaciones como medida última de sacrificio personal para hacer visible al mundo su situación y la de los suyos.

La explicación a la complicidad pasiva de la comunidad internacional es simple: China es un mercado demasiado apetitoso como para molestarlo y poner en riesgo su asociación comercial, pero ¿eso justifica que debamos hacer la vista gorda ante una situación en la cual, si se tratara de otro denunciado, alzaríamos la voz?

Al igual que los nacionales que han mostrado su preocupación por las relaciones comerciales con China, para Vlado -como a todo liberal- la libertad de comercio es algo muy importante. De hecho, Holanda, el país que le quita el sueño (razón por la cual el Partido Liberal de Chile mantiene estrechas relaciones con sus pares liberales D66 y VVD), ha forjado en gran parte su tolerancia característica como consecuencia de la apertura de su economía y el libre comercio. Pero eso no lo confunde. Mirosevic está consciente que el libre comercio es un medio para la persona humana y no al revés, por lo tanto no está dispuesto a mirar para otro lado sólo para obtener más bienes a mejor precio. Esto, sin duda lo diferencia de los “liberales interesados”, es decir, aquellos que promueven libertades ilimitadas sólo en tanto les resulten convenientes a sus intereses particulares. Demostrar que el liberalismo chileno puede ofrecer algo más que aquella empobrecida versión inaugurada por los “Chicago Boys” (y que hoy está en crisis), es enriquecer el debate nacional.

La censura y la represión nos privaron de conocer la identidad y el destino de “Tank Man” (el solitario ciudadano chino que desafío pacíficamente a una división de tanques chinos que luego participarían en la matanza de Tiananmen) y quizás a causa de aquellos temerosos de molestar al gigante asiático, nos estamos perdiendo el trágico testimonio de muchos “tank mans” tibetanos.

Si en algo se parece la situación de Mirosevic a la de “tank man” es en la soledad en que se enfrentaron a sus poderosos adversarios. Sin embargo, el enfrentamiento individual ante el atropello de poderosas colectividades es, para un liberal, un escenario natural.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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