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Realismo Comunicacional en La Haya

Rafael Sousa
Por : Rafael Sousa Director General de ICC CRISIS. Magister en Comunicación de la UDP, Profesor de la Facultad de Comunicación y Letras de la UDP.
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Los asuntos estratégicos, como las enfermedades complejas, tienen una naturaleza particular: son fácilmente manejables cuando son difíciles de diagnosticar, pero cuando ya son evidentes las posibilidades de gestionarlos exitosamente son bajas. Algo de este tipo es lo que ha pasado con Chile y su estrategia política, diplomática y comunicacional en el marco de los conflictos limítrofes con Perú y Bolivia. En estos casos, parece haberse asumido que la presencia de tratados significa la ausencia de conflictos, los que surgen solo si se viola lo tratado. Sin esta tesis legalista, no se explica la estrategia que ha impulsado Chile en esta materia a través de distintos gobiernos.

El lado positivo de esta forma de plantarse ante la comunidad internacional, es que Chile ha ganado fama de país serio y cumplidor, abriendo puertas a buena parte del mundo, especialmente en el ámbito económico. Lo malo de la visión legalista es que nos ha quitado sentido de realidad. Cuando Perú y Bolivia han hecho públicos problemas que Chile considera zanjados por los tratados, en general la reacción ha sido negar los conflictos.

[cita tipo=»destaque»]En el marco de la demanda boliviana, la ventaja comunicacional de ese país es que impuso su definición del problema, en la lógica de “abuso”, “despojo”, de “agresor y agredido”. Frente a esto Chile ha argumentado, pero no ha construido una definición propia del problema. La pregunta es qué hacer.[/cita]

Nadie en su sano juicio gasta energía ni recursos en problemas que no existen, por lo que salvo excepciones como la oferta de “relaciones aquí y ahora” del Presidente Lagos a su par boliviano en 2004, se ha optado por la pasividad hasta que los conflictos se han transformado en juicios.

En el marco de la demanda boliviana, la ventaja comunicacional de ese país es que impuso su definición del problema, en la lógica de “abuso”, “despojo”, de “agresor y agredido”. Frente a esto Chile ha argumentado, pero no ha construido una definición propia del problema. La pregunta es qué hacer.

Chile puede no ser considerado el “mejor compañero” del barrio latinoamericano pero sí se lo reconoce como el “mejor alumno”. Dado que las situaciones de conflicto son poco propicias para construir capital comunicacional, es mejor usar el que ya se ha construido. Esto significa que, en la lucha por las percepciones de los líderes y la opinión pública internacional, en esta coyuntura es más realista buscar respeto que simpatía. Para esto es necesario un discurso que apele a valores e intereses universales, coherente con el posicionamiento que Chile ha logrado internacionalmente, que tenga como ejes el respeto por los acuerdos como base de la convivencia y la seriedad en las relaciones. El acato frente a los fallos que le han sido adversos es el sustento moral de este discurso y el propósito debiera ser buscar apoyo hacia estos principios, los que implícitamente signifiquen un apoyo a los intereses chilenos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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