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El debate ausente en la reforma laboral: productividad

Luis Rosas Asenjo
Por : Luis Rosas Asenjo Director Wiseplan Chile.
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Con el paso de los meses que ha durado la discusión de esta reforma, he ido perdiendo la esperanza de saber si la nueva Ley Laboral abarcará otros conceptos, más allá del bullado reemplazo en huelga y de la extensión de beneficios para los no sindicalizados. En efecto y luego de hacer una lectura del contexto macro y microeconómico y de sus perspectivas para los próximos años, me quedo con la sensación que nos estamos perdiendo una verdadera oportunidad para perfeccionar un tema fundamental en las empresas, como lo es la productividad de los trabajadores.

Sin ser doctorados, todos entendemos –con dolor- que la economía chilena pasa por un momento incierto, principalmente por la caída en la inversión y porque las políticas fiscales para incentivar la demanda son limitadas; además, como si eso no fuera suficiente, en el frente externo, vemos cómo el gran motor de la economía mundial presenta problemas y tiende hacia su deterioro.

Más allá de la teoría y los slogans, en este escenario sí hay un acuerdo pleno, y es que para salir de este caótico panorama, nosotros como chilenos tenemos una llave maestra: el aumento de la productividad de sus trabajadores.

[cita tipo= «destaque»]La esencia del concepto “reforma” indica introducir mejoras a algo que existe… somos testigos a diario de las centenas de indicaciones que se presentan a esta reforma laboral –cuerpo aun inexistente- y ese hecho es sintomático ya que claramente demuestra que lo que nazca será algo imperfecto y no querido por todos.[/cita]

Por ello, no deja de llamar la atención que lo que ha sido el tema central de la reforma transite por temas que van en la dirección opuesta, es decir, restar flexibilidad laboral, obligar en los hechos a que la mayoría de los trabajadores se afilien a un sindicato (incluso sin estar de acuerdo en su génesis) y entregar un poder desequilibrado a los sindicatos que presionarán a sus empleadores con peticiones con cara de extorsiones, entre las que estará el aumento de las huelgas como vehículo para incrementar las remuneraciones, sin asociar este factor a un necesario incremento de la productividad.

Pregunto: ¿qué ganamos con tener sindicatos más fuertes y negociaciones colectivas más ambiciosas, si finalmente eso se traduce en un salvavidas de plomo para la subsistencia de la empresa, como fuente de empleo?

La productividad es la relación insumo-producto, es decir, entre más productos se fabriquen con la misma cantidad de insumos y una calidad determinada, generará mayor productividad y por cierto mayor ingreso para la empresa.

Alguien dirá, este señor tiene una visión comprometida con el empresariado, porque pretende orientar la opinión hacia un crecimiento de las ganancias de los capitalistas y, tendrá razón, pero sólo en parte, ya que lo que a mí me preocupa y que debiera ser motivo central de la discusión, es cómo lograr mecanismos de reparto más justos, en donde se premie el esfuerzo de cada uno, en donde se entienda que la capacitación y el mejor desempeño puede conllevar a un trabajador más competitivo y por ende, más productivo y satisfecho con su trabajo.

La esencia del concepto “reforma” indica introducir mejoras a algo que existe… somos testigos a diario de las centenas de indicaciones que se presentan a esta reforma laboral –cuerpo aun inexistente- y ese hecho es sintomático ya que claramente demuestra que lo que nazca será algo imperfecto y no querido por todos.

Muy humildemente sostengo que además del fortalecimiento sindical pretendido, no se deje ausente el debate por aquellos factores que aumentan la productividad y la competitividad en las empresas, al tiempo de exigir a empleadores y trabajadores, más allá de su filiación, para que generen instancias abiertas y participativas para buscar mecanismos de reparto en tiempo de bonanza y de cuidado de los gastos y por cierto el empleo en tiempos de “vacas flacas”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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