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Otra vez Jorge Burgos y la DC


Jorge Burgos viene en su automóvil oficial y toma aire, frunce el ceño poco antes de llegar a La Moneda para aparecer ante las cámaras de televisión con ese aire de molesto, pero molesto buena onda, tras quedar abajo del avión que llevó a la Presidenta Bachelet a la Región de La Araucanía.

Llega molesto, sin corbata (corbata y carta de renuncia van juntas) y dice que va a conversar con la Presidenta. Accede a La Moneda por calle Morandé 80, avisa antes a la prensa que así lo hará, y para qué, para echar a andar la vieja estrategia argumentativa que busca construir esquemas aceptables por la población que supuestamente le debe manifestar su apoyo, sobre todo la gente de la Región de La Araucanía y personas de su partido.

Ahí están las voces de la Democracia Cristiana levantando una nueva candidatura presidencial, esta vez la del propio ministro supuestamente ofendido.

Queda claro que quienes levantan esa candidatura dicen a sus colegas de la Nueva Mayoría, a la Presidenta y al país, que Jorge Burgos es un hombre de Estado.

Ellos tratan de buscar y entregarle las competencias políticas y las cartas necesarias a Burgos para que este tenga la oportunidad de ejercer el poder a partir de ahora mismo, entiéndase una especie de cogobierno, situación que se reflejó finalmente cuando Burgos asiste con posterioridad a La Araucanía a pasar el Año Nuevo, y lo hace justamente con Carabineros, para producir el sentido de su primera experiencia, es decir, el sentido del poder y ejercerlo a través de aquella institución, ahora representada de facto por él.

[cita tipo=»destaque»]Cuando se quiere intimidar, el recurso del lenguaje también aparece como una alternativa a la violencia, advierte J. Ellul, y Burgos empezó el año intimidando a quien se le pusiera por delante, incluso a la Presidenta, y para eso utilizó los medios de comunicación con la estrategia simbólica de dominación.[/cita]

En otras palabras, Burgos se sirve de los símbolos del Estado para representarse real y no un ministro virtual y, de esta forma, establecer una significación a todo su actuar anterior.

Pero volvamos atrás, qué pasa después de la reunión con la Mandataria. Burgos sale de la oficina presidencial y advierte a la prensa lo siguiente: “Yo quería tener esta conversación con la Presidenta”.

Una vez más, el ministro demuestra que jamás asumirá el discurso de la asociación, el de la implicación, de la cooperación con la Presidenta, es decir, el de “nosotros” de gobierno.

Deja ese nosotros y toma en su lugar el del “yo”, de quien reina, del que dicta. Burgos reafirma una identidad política única y de esta forma entrega orientaciones a los otros a movilizarse a favor de él, y lo dijo en un lenguaje político y algunos lo leyeron perfectamente. Necesitaba apoyo para hacer frente a la Presidenta, ni más ni menos.

Solo de esta forma se entiende el posterior empoderamiento que le entregan sus correligionarios, quienes movilizan refuerzos para tratar de descollar una preferencia presidencial a un futuro que se debe definir recién en dos años más. Al mismo tiempo, se entiende “su viaje” a La Araucanía.

La comunicación es política desde el punto en que se concreta esa tensión entre la cooperación (entendimiento, implicación) y el conflicto.

Si la primera necesidad de Burgos era aclarar el asunto, no debió mediatizar el tema, al hacerlo reprodujo hasta donde él quiso el conflicto en contra de la Presidenta. Él abrió el conflicto en Morandé 80, y él lo cerró en La Araucanía.

Mediatizar el conflicto, no lo pone en común con las partes, sino con todo el mundo, que lo interpreta a su antojo y lo lleva al espacio de la tensión, de movilizar fuerzas para uno u otro bando.

Cuando se quiere intimidar, el recurso del lenguaje también aparece como una alternativa a la violencia, advierte J. Ellul, y Burgos empezó el año intimidando a quien se le pusiera por delante, incluso a la Presidenta, y para eso utilizó los medios de comunicación con la estrategia simbólica de dominación.

En la era de las comunicaciones, una forma de silenciar al otro es hablar primero y último, y Burgos supo silenciar a quien se puso por delante, incluso a la Presidenta. Ella por protocolo no pudo decir algo, tal vez lo haga después.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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