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La Nueva Mayoría: entre el cónclave y la tensa espera de la Junta DC Opinión

La Nueva Mayoría: entre el cónclave y la tensa espera de la Junta DC

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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En definitiva, es improbable, hoy por hoy, que el PDC abandone el Gobierno. Sí es un escenario factible el que, de continuar en ejercicio la actual dirigencia DC, periódicamente se reproduzcan las tensiones con el Ejecutivo y la NM. De allí la relevancia que comienza a adquirir la realización de la próxima Junta Nacional que se desarrollará en marzo y cuya cercanía obliga a las principales figuras del falangismo a definir posiciones.


La reunión se había convocado para coordinar mejor la labor del Ejecutivo y el oficialismo, así como para reposicionar el liderazgo presidencial y abordar uno de los temas más complejos que enfrenta hoy la coalición gubernamental: el carácter de la reforma laboral.

Y, pese a las declaraciones del vocero Díaz –“mejoraremos la coordinación entre Gobierno y partidos”– y del diputado que da pretextos todos los días a la campaña antichilena en La Paz –Jorge Tarud– para que la Presidenta “haga los cambios que estime necesario”, y al respaldo ofrecido a la Mandataria para ejercer un “liderazgo dirimente sobre los conflictos”, junto a la valoración positiva que la mayoría de los asistentes hizo del encuentro, lo cierto es que este no fue miel sobre hojuelas. Por el contrario, alcanzó ribetes dramáticos y se caracterizó por un debate bastante áspero.

Se dijo que “la coalición no podía continuar como estaba”, “que si no había un giro en la relación al interior de la coalición la cosa terminaría mal”, “que la DC debía definirse si era o no partido de Gobierno”, “que en el PDC también había un amplio sector que sí estaba a concho por jugársela por las reformas”, “que la reforma laboral debía votarse sí o sí, sin más modificaciones y aunque se perdiese”. Prueba del tono y ambiente del encuentro fue el –al parecer– fuerte intercambio de palabras entre la presidenta del PS, Isabel Allende, y su par DC, Jorge Pizarro.

Tampoco se conoce, hasta hoy, una evaluación oficial de Jorge Pizarro ni de la dirigencia DC sobre el encuentro, lo que reafirma la complejidad en que se desarrolló dicho evento y la incómoda posición del PDC en el pacto gubernamental, pese a que se confirmó el reposicionamiento de Burgos al confirmarse la ausencia en Cerro Castillo de Ana Lya Uriarte, cabeza del cuestionado segundo piso de La Moneda.

El evento fue un catalizador que permitió sincerar la situación de la alianza y conversar privadamente sobre el complejo escenario por el que atraviesa el conjunto del oficialismo y que tiene en el ojo del huracán al Partido Demócrata Cristiano. La dureza del diálogo que caracterizó la reunión de Cerro Castillo lleva a plantear si podría darse un escenario, como lo han postulado Gutenberg Martínez e Ignacio Walker, en que se viabilice la salida de la DC del Gobierno.

[cita tipo= «destaque»]Las reuniones preparativas llevadas a cabo la semana anterior entre actores de la disidencia – los diputados Provoste, Silber, Cornejo y otros –, así como del oficialismo –Espejo y Sabag– que respalda la gestión de Pizarro y del dúo Walker-Martínez, son una evidencia concreta de que la cita partidaria de fin de verano comienza a tomarse la agenda del falangismo y también de La Moneda.[/cita]

Parte de esa tensión se extendió “a los sábados de Andrade”, ocasión en que el diputado socialista, pese a ser amenazado por legisladores falangistas –no le entregarían su apoyo para asumir como presidente de la Cámara el presente año si continuaba con sus ataques al partido de la flecha roja–, volvió a insistir en sus críticas a la DC y afirmar que la actuación de Burgos “pasó a llevar la autoridad presidencial”.

La DC hoy

El que la frase “un león sin dientes” hubiese sido pronunciada por una alta autoridad del falangismo en el gobierno es sinónimo de que las condiciones para un virtual abandono del PDC del Ejecutivo son escasas.

Lo que sí ha hecho un sector de la colectividad en algunas ocasiones –en especial cuando se ha tratado de las reformas– es más bien abusar del estatus de partido bisagra que desempeña hoy en el sistema político, al punto de generar una reacción crítica del resto de la coalición que se expresó en el cónclave y que por lo menos ha permitido, durante la última quincena –salvo la de Mariana Aylwin, quien abusa de su apellido para hablar como emprendedora de la educación–, extinguir la crítica pública de personajes del falangismo al Ejecutivo.

Ello llevó incluso a un experimentado DC, como lo es Enrique Krauss, a decir que no ve ningún peligro en la mantención de la DC en la Nueva Mayoría y en el Gobierno. Se suma a ello la propia evolución del PDC que, en la medida en que ha ido perdiendo fuerza en la sociedad, resalta su carácter crecientemente clientelar, que necesita del Estado para satisfacer los requerimientos de una militancia ávida de cargos en el aparato burocrático. Militancia que, aunque recibiese la instrucción de su dirigencia de abandonar el Ejecutivo, mayoritariamente tampoco lo haría.

Si la forzaran a optar, lo que abandonaría, más bien, sería al falangismo. Eso lo saben Martínez, Pizarro, Walker y hasta el último dirigente partidario. Por ello la morigeración de la crítica luego de la sentencia de Gutenberg Martínez expresada al calor del último conflicto que enfrentó a Burgos con la Presidenta.

El conservadurismo DC sabe que no puede dar un paso más allá de las declamaciones y no se arriesgará a un virtual quiebre partidario, de allí la opción por suavizar el tono de la crítica al Ejecutivo –Krauss– y guardar silencio por un tiempo, como ha ocurrido luego del cónclave de Cerro Castillo.

Pero, cuando las aguas se agiten otra vez en la NM, volverá a manifestarse y a estirar al máximo su condición de partido bisagra sin el cual no habría Nueva Mayoría ni coalición de Gobierno. La dirigencia DC conoce esta ventaja de memoria y seguirá empleándola al máximo. También lo sopesa el PS que, debido a su trauma histórico, es la principal víctima de ese chantaje.

En definitiva, es improbable, hoy por hoy, que el PDC abandone el Gobierno. Sí es un escenario factible el que, de continuar en ejercicio la actual dirigencia DC, periódicamente se reproduzcan las tensiones con el Ejecutivo y la NM. De allí la relevancia que comienza a adquirir la realización de la próxima Junta Nacional que se desarrollará en marzo y cuya cercanía obliga a las principales figuras del falangismo a definir posiciones.

¿La Junta DC determinará el esperado cambio de gabinete?

Las reuniones preparativas llevadas a cabo la semana anterior entre actores de la disidencia – los diputados Provoste, Silber, Cornejo y otros –, así como del oficialismo –Espejo y Sabag– que respalda la gestión de Pizarro y del dúo Walker-Martínez, son una evidencia concreta de que la cita partidaria de fin de verano comienza a tomarse la agenda del falangismo y también de La Moneda.

Prueba de ello es que, pese al respaldo a los cambios ofrecidos por Tarud en el cónclave, el Ejecutivo no realizará ningún ajuste mayor a la composición del gabinete –salvo, tal vez, llenar las subsecretarías vacantes– hasta que la DC no resuelva la continuidad de Jorge Pizarro al mando del partido de la flecha roja.

La reacción cada vez más crítica del resto de los actores de la NM a la conducta de la dirigencia democratacristiana abre la conjetura acerca de una exigencia perentoria a ese partido de moderar sus críticas por parte del resto del oficialismo. Puede que no esté lejano el día en que tengamos a una militante DC como la primera mujer en encabezar la principal cartera ministerial: Interior o, como coloquialmente la llamó Insulza, la función del “ministro primero”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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