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Melipilla: malas prácticas en la política comunal Opinión

Melipilla: malas prácticas en la política comunal

Necesitamos una municipalidad, un alcalde y concejales que defiendan a la gente y no que operen como gerentes de los empresarios de la zona. Nos merecemos un plano regulador democrático, respetuoso de nuestra zona y de nuestra gente. Nos merecemos una campaña municipal transparente y sin financiamiento secreto. Nos merecemos una precampaña sincera y no un derroche de dinero y de regalos.


Hace algunos años, en Melipilla no se hablaba sobre corrupción. Todo lo que tuviera que ver con ella nos parecía un asunto lejano, distante de nuestras fronteras comunales y alejado de nuestra realidad local. Desde hace un tiempo, sin embargo, la corrupción se ha convertido en pan de cada día, la televisión nos muestra cómo caen carreras políticas de la noche a la mañana, todo por las denunciadas malas prácticas que ensucian lo que es de todos. Hoy vemos con claridad que los financistas de la política operan como titiriteros más que como empresarios. En tanto los dirigentes políticos usan estos mecanismos para alcanzar el poder y con ello lograr la ansiada “movilidad social” que muchos chilenos anhelan.

Para los melipillanos, lo que ayer nos parecía lejano y que solo se veía en la televisión, hoy se nos hace próximo. No solamente por esa corruptela descarada que vemos en Santiago y en Valparaíso, sino por la poca transparencia en el gasto de los recursos de todos. Vemos situaciones que dejan mucho que desear, y que en nada ayudan a que nuestra querida ciudad de Melipilla salga del abandono. Estamos perdiendo incluso nuestra identidad y nuestro patrimonio. En paralelo, avanzan la demagogia y las malas prácticas.

Por ejemplo, hace ya más de tres años, el 1 de octubre del 2012, denuncié la venta irregular de un retazo del terreno del Liceo Politécnico de Melipilla por parte de municipio. Este terreno se encuentra a la entrada de la ciudad, en el comienzo de la Avenida Vicuña Mackenna. Esta denuncia fue resuelta posteriormente por la Contraloría, ente que resolvió que esta venta era efectivamente irregular y debió retrotraerse. En resumen, el municipio tuvo que devolver al comprador, los controladores de Falabella, más de $2.000 millones que se habían pagado por la familia Solari. La estrategia del alcalde fue ilusionar a los apoderados con que esta venta era regular y que los dineros servirían para mejorar este liceo emblemático de la comuna. Esta oferta es una muestra paradigmática de cómo en años de elecciones se ofrece hasta lo ilícito. En Melipilla esto se ha vuelto algo común.

Otro ejemplo más reciente data del año 2014, cuando se licitó el diseño del nuevo plano regulador de Melipilla. La empresa favorecida fue Urbe por un monto de $100 millones. Esta empresa ya había realizado otros trabajos en nuestra comuna, como el proyecto de planificación del nuevo Hospital de Melipilla. Existe información también sobre este tipo de prácticas en otras comunas, como Peñalolén y La Reina, donde la empresa Urbe primero diseña un proyecto específico y luego se hace del diseño del plano regulador de la comuna respectiva.

Lamentablemente, el proyecto de plano regulador fue preparado mediante métodos poco participativos, donde la comunidad apenas pudo opinar sobre los planes generales y los detalles específicos del nuevo diseño de Melipilla. Este fue un proceso de quince meses donde rara vez se escuchó a la ciudadanía, la cual recién en diciembre de 2015 conoció el proyecto en su totalidad.

Al revisar el proyecto de forma exhaustiva, se observa que hay errores sustantivos que merecen un análisis serio y sincero. El país ha conocido durante el último año un escándalo mayor sobre especulación inmobiliaria, con clara relación con los planes reguladores de otras comunas, como Machalí en el ya famoso caso Caval. En el caso de Melipilla, se observan algunos detalles sorprendentes, por ejemplo, se aumentó la zona urbana de 900 hectáreas a cerca de 1.800 hectáreas urbanas. Esto, claramente, no se corresponde con el crecimiento demográfico de la comuna de Melipilla, sino que pretende beneficiar a algunos empresarios audaces, perjudicando en la pasada a localidades como El Bollenar, San José, Pabellón, Codigua, Pomaire y sectores como El Bajo, donde se proyectan calles y se hacen cambios de uso de suelo que dejan afectadas a muchas propiedades.

Esto es consecuencia de un proceso ciego, sordo y mudo, que solamente ha pensado en el negocio inmobiliario y no en la calidad de vida de los melipillanos.

[cita tipo= «destaque»]Un concejal en ejercicio acude la semana pasada a una conocida radio de Melipilla. Allí, declara ser “encomendado por un empresario agrícola de la zona para hacer públicamente un llamado”. Este llamado se dirige a temporeros para inscribirse con él, personalmente, en la concejalía, para ser contratados por el empresario para trabajos de temporada, mostrando esto como gran gestión y no entendiendo nada de la función de un concejal.[/cita]

Hasta el día de hoy, después de casi dos meses, aún la autoridad municipal no es clara sobre la aplicación de este mal diseño urbano, dejando un manto de dudas en las personas afectadas. Por mientras, nos acercamos rápidamente a la elección de alcalde y concejales y el tema del plano regulador no aparece con claridad en el debate sino mediante eufemismos y generalidades. Melipilla ya se encuentra invadida por gasto electoral camuflado, con regalo de calendarios, avisos en la locomoción colectiva y similares. O ese candidato se ganó varias veces la lotería o está hipotecando su carrera política a través de financiamiento empresarial encubierto.

En el mismo plano electoral y de manera menos inteligente, un concejal en ejercicio acude la semana pasada a una conocida radio de Melipilla. Allí, declara ser “encomendado por un empresario agrícola de la zona para hacer públicamente un llamado”. Este llamado se dirige a temporeros para inscribirse con él, personalmente, en la concejalía, para ser contratados por el empresario para trabajos de temporada, mostrando esto como gran gestión y no entendiendo nada de la función de un concejal. Dicho de otro modo, en Melipilla un concejal en ejercicio hace de relacionador público y reclutador de fuerza laboral de un empresario, y no encuentra ningún problema para decirlo a los cuatro vientos sin percibir ningún conflicto de interés al respecto.

Este clima de malas prácticas no es lo que las personas de Melipilla se merecen. Necesitamos una municipalidad, un alcalde y concejales que defiendan a la gente y no que operen como gerentes de los empresarios de la zona. Nos merecemos un plano regulador democrático, respetuoso de nuestra zona y de nuestra gente. Nos merecemos una campaña municipal transparente y sin financiamiento secreto. Nos merecemos una precampaña sincera y no un derroche de dinero y de regalos. Nos merecemos una mejor política comunal, que nos permita pensar el futuro con esperanza y sin cinismo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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