Publicidad

¿Primarias? Gracias, no se molesten

Sebastián Sichel
Por : Sebastián Sichel Abogado y director de Giro País
Ver Más


Desde lo jurídico electoral, mucho se puede discutir sobre la obligatoriedad o no de las primarias en un sistema democrático sustentado en partidos políticos. Hay tesis que van desde la obligatoriedad total de las primarias hasta la discrecionalidad en el uso de las mismas. Chile optó por el segundo camino: son los partidos los que determinan dónde y en qué casos se realizan primarias en Chile.

La opción que tomó el legislador fue darles garantías a los ciudadanos de que, aun en esos espacios de libertad, el Estado garantizaría un mecanismo transparente, regulado y público de primarias en el caso de que los partidos tomaran esta opción. E incluso le otorgó financiamiento para incentivar a las coaliciones a usar este sistema.

El objetivo era bastante obvio: provocar mecanismos democráticos que mejoraran las formas de designación de candidatos y evitar los «tongos» o «primarias truchas» con procesos internos que aparentaban ser primarias, pero en que nadie fiscalizaba ni garantizaba que padrones, votos o participación fueran adulterados por los caciques de los partidos. Estas leyes eran parte del proceso de mejoramiento de la calidad de nuestra democracia y una oportunidad para los mismos partidos para mejorar su reputación frente a los ciudadanos.

Lo extraño es que los partidos han optado por la contumacia y han cometido el error de tratar de escapar de las primarias. La Nueva Mayoría va a mantener su triste récord de nunca haber realizado primarias legales y lo absurdo de las explicaciones del por qué no lo hizo solo ahondan el error. Y si bien Chile Vamos las realizará, lo hará principalmente solo en aquellos lugares donde no tiene alcaldes. Ambas coaliciones ya habían adoptado el triste principio de que en aquellas comunas donde tuvieran alcalde no harían primarias, ratificando el absurdo antidemocrático de que «el que tiene, mantiene un cupo».

¿Por qué ocurre esto? Algo pasa que la reputación de los partidos cede ante su obsesión por la negociación. Parece más fácil tratar de resolver los conflictos en una mesa de póker que devolverles esa decisión a los ciudadanos. Los incentivos en sistemas mayoritarios (como lo es la elección de alcaldes) son atractivos para negociar: es muy probable asegurar a un alcalde en esa mesa y no ponerlo en riesgo en la elección al eliminar por secretaría a los competidores de su sector. El gallito de la verdadera elección (la designación del cupo para un determinado partido) se juega hasta última hora para armar y rearmar listas que permitan «ganar» la cuota debida. Igual que una mafia se reparten el territorio para no competir o interferir en sus negocios posteriormente. ¿Y los ciudadanos?: a lo Meruane…»gracias, no se molesten».

En el caso de la NM, además esta decisión es contraintuitiva: cada día se hace más cara la mano en cada mesa y se blufea hasta el cierre del plazo. Tanto que ahora llegaron tarde a la inscripción. La idea del pacto electoral, más que una coalición, triunfa a costa de la reputación de la centroizquierda y de la misma democracia. En esto caso con dos agravantes: el daño a la credibilidad del Servel al tratar de imputarle su fracaso y la escasa renovación del sector que va a llevar a alcaldes a cumplir 28 años en sus cargos si ganan la elección.

[cita tipo=»destaque»]Algunos pueden creer que es la ingenuidad de un adolescente la que les hace cometer estos errores. Yo me he convencido de que simplemente es mala fe disfrazada de sagacidad para obtener espurios beneficios para la próxima elección. Triste final para quienes alguna vez juraron defender la democracia.[/cita]

Los partidos no saben, o más bien no quieren saber, la tremenda crisis de credibilidad que viven. Y parecen obstinados en seguir cayendo en el pozo ciego. A esta altura esto no es bueno para ellos, pero tampoco lo es para el resto de la democracia. Sus problemas ya no son los de la NM o Chile Vamos sino que contagian a todo el sistema político.

Algunos pueden creer que es la ingenuidad de un adolescente la que les hace cometer estos errores. Yo me he convencido de que simplemente es mala fe disfrazada de sagacidad para obtener espurios beneficios para la próxima elección. Triste final para quienes alguna vez juraron defender la democracia. Y un tremendo cartel de bienvenida para quienes pretenden reemplazar el sistema democrático de partidos por neopopulismo.

Un favor para evitar la contumacia: traten de no hacer el loco inventado primarias truchas o culpando a las instituciones. Hay veces en que es bueno aprender a pedir perdón.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias