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Desacralizar la vida humana

Adriana de la Garza
Por : Adriana de la Garza Cientista política
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Existen millones de especies animales y dentro de estas hay miles de especies de mamíferos y doscientas especies de primates. La especie humana pertenece a uno de los doscientos tipos de primates, pero se ha categorizado a sí misma como superior y en oposición a millones de otras especies a las cuales ha agrupado no solo como animales – lo adecuado sería otros animales– sino como bestias, un término con connotaciones negativas.

Esta diferenciación basada en argumentos filosóficos occidentales, que después serían adoptados por las religiones judeocristianas, ha permitido el sometimiento, la opresión, la esclavitud y la matanza de millones de otros animales.

Desde Platón y Aristóteles, pasando por San Agustín y Tomas de Aquino, Descartes y Kant, hasta algunos círculos filosóficos actuales, se ha considerado a los individuos humanos como fundamentalmente diferentes a los pertenecientes a otras especies animales.

El filósofo David Livingstone Smith argumentó en el 2013 que clasificar organismos como humanos no es un ejercicio moral inocente en un juego de descripción taxonómica. Atribuir humanidad conlleva un peso moral inmenso y negarla a una criatura disminuye su estatus moral.

El estatus moral ha sido un prerrequisito para la creación de marcos morales y legales que protejan a grupos de personas humanas de matanzas, torturas y esclavitud. La deshumanización es una característica común de la guerra, genocidio, esclavitud y otras atrocidades.

Su propósito, en palabras de Livingstone Smith, es desinhibir la violencia en contra del grupo deshumanizado a través de la exclusión del universo de obligación moral. El experto en derechos animales Gary Francione concluyó, en el 2010, que al negarles la consideración moral a los otros animales, los humanos no tienen obligaciones morales ni legales que les deban directamente a los animales.

Es esto lo que ha legitimado, legalizado y hecho moralmente aceptable el exterminio y el régimen de esclavitud que los hombres han desatado e impuesto contra los otros animales.

El exterminio de los otros animales es manifiesto en la extinción voluntaria de cientos de especies que han sido catalogadas como peligrosas para los humanos –tales como lobos, jaguares, tigres, serpientes, coyotes, entre otras– o aquellas cuyos cuerpos han sido considerados como ornamentales o medicinales –colmillos de elefantes, cuernos de rinocerontes, aletas de tiburones, penes de tigres, bilis de osos luna, sesos de monos, manos de gorilas, pieles de cebras, leones, ciervos, etcétera– o las que han sido cazadas para consumo humano hasta la extinción, tales como los bisontes en las planicies de Norteamérica o la población de la ballena gris en el atlántico.

Pero también existe el exterminio que, si bien no es voluntario, es el reflejo de la visión de homo sapiens como un ser distinto y superior al resto de los animales. La implacable expansión de la población humana y el desarrollo continúan destruyendo el hábitat de cientos de animales salvajes.

La población humana se ha duplicado desde la década de los sesenta, mientras que la población de los animales salvajes ha caído en un tercio. Las especies más afectadas han sido las de agua dulce, pero también se han registrado graves conflictos entre poblaciones humanas y de elefantes, tigres y otros primates. Los orangutanes están siendo llevados a la extinción por el creciente consumo de aceite de palma, mientras que las abejas y abejorros están a punto de desaparecer –y con ellos la vida en la Tierra– por el uso de insecticidas.

Vivimos la sexta extinción masiva en la historia del planeta, solo que esta es producto del hombre.

El promedio de especies vertebradas que se han perdido en el último siglo es cien veces mayor que el ocurrido en toda la historia anterior. Sin la intervención de homo sapiens el número de especies que se extinguieron en el siglo XX hubiese tardado entre 800 y 10.000 años en desaparecer.

[cita tipo=»destaque»]La sociedad de homo sapiens ha destruido especies a una gran velocidad, iniciando una extinción masiva sin paralelo en la historia anterior a su aparición.[/cita]

De acuerdo a varios estudios científicos publicados en Science y en WWF, los ritmos de extinción de la biota en los últimos años no tienen precedente en la historia humana y son totalmente inusuales en la historia de la Tierra. La sociedad de homo sapiens ha destruido especies a una gran velocidad, iniciando una extinción masiva sin paralelo en la historia anterior a su aparición.

En tiempo humano, la pérdida de la biodiversidad –según los expertos Ceballos, Pringle y Barnosky– será permanente debido a que, en extinciones masivas anteriores, a la Tierra le tomo desde cientos de miles a millones de años volver a diversificarse.

Si bien es cierto que los esfuerzos para parar esta sexta extinción masiva requieren un accionar rápido para conservar las especies en peligro de extinción, recuperar los hábitats, terminar con la sobreexplotación de los otros animales y sus medioambientes, lo fundamental es lograr un cambio en la jerarquía moral.

Homo sapiens debe aceptar que es una de las millones de otras especies que cohabitan en la tierra y no un ser jerárquicamente superior que somete y domina a las otras especies. Es necesario ver que los otros animales, al igual que homo sapiens, son sujetos de derechos morales básicos, tales como la vida y la libertad.

El aceptar un marco moral, como el propuesto por el filósofo Kymlicka, en el que las otras especies animales son poseedores de ciertos derechos inviolables, es la única ventana de oportunidad que tenemos para tratar de minimizar los efectos de la sexta extinción masiva.

Esa ventana de oportunidad se está cerrando rápidamente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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