Señor Director:
En reciente artículo de Edison Ortiz publicado por El Mostrador, bajo el título «El fracaso del dúo Bachelet – Burgos», se entrega una imagen enteramente distorsionada de quien fuera diputado y dirigente socialista, Carlos Lorca Tobar. Como se sabe, él fue detenido por la DINA el 25 de Junio de 1975, con el propósito de aniquilar la Dirección en la clandestinidad del Partido Socialista de la que formaba parte y era actor fundamental.
Carlos Lorca era un intelectual de primer nivel y se hubiese convertido en el tiempo en uno de los referentes
principales de la izquierda chilena. Ello no ocurrió por su detención y desaparición forzada. Su pérdida para Chile, no sólo para la izquierda, en mi opinión, es irreparable.
Estuve con él el día del Golpe de Estado, tratando de enfrentar y de resistir la fuerza destructora de la maquinaria bélica que se puso en marcha en la madrugada del 11 de Setiembre de 1973. Estaba tranquilo, incluso calmado. Lo vi afeitarse su barba colorina en la Escuela de Artes Gráficas, en San Miguel. Las supuestas armas que algunos irresponsablemente habían prometido para resistir y defender la democracia nunca llegaron. Estoy seguro que Carlos Lorca no era un guerrero, pero ahí estuvo, frente al destino, haciéndose cargo de las tempestades que otros desataron.
En medio de la ansiedad hablé un poco con él, lo suficiente. Su mensaje lúcido en medio de tan difíciles circunstancias se anticipaba a los hechos. El Golpe estaba desatado con una violencia demoledora y ya no había cómo impedir que la dictadura se instalara en Chile por mucho tiempo. El sabía bien que su impacto sobre las conquistas populares iba a ser devastador, en esas horas ya concebía el régimen como fascista, sentía ya que la represión sería brutal, como nunca se había conocido en nuestro país. El odio de los que ya tomaban champaña no tendría contención, los vencedores actuarían sin límites ni escrúpulos en su labor destructora.
Pero había que resistir y eso requería un Partido Socialista fuerte, sólido, unido, capaz de aguantar la persecución y el soplonaje; esa convicción le obligaba moralmente a permanecer en Chile, a entregar su vida joven, noble y promisoria por los ideales universales del socialismo. Por eso se quedo y cayó. El tenía hasta ese momento una brillante perspectiva personal a pesar de su juventud, pero prefirió ser leal a sus valores socialistas. Lo que de él se dibuja y proyecta en ese artículo está fuera de la realidad.
Por eso, me resultan chocantes y de una superior degradación moral los intentos del articulista de atacarlo y pretender usar su recuerdo para fines de la contingencia, como es habitual en su encono con diversas personas, entre las que me cuento,
Parece que recibe aplausos por sus ataques a terceros, y es muy posible que haya quienes lo estimulen, usando el viejo método de decirle al tonto que es forzudo. Pero hay un límite. La generosidad ilimitada que mostró Carlos Lorca al entregar incluso su vida en la lucha contra la dictadura y para tener democracia en Chile, no me permiten callar. No es posible denostar la memoria de un socialista ejemplar.
Camilo Escalona Medina