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La (no) sorpresa de la marcha contra el sistema de las AFP y la política

Mauro Basaure
Por : Mauro Basaure Universidad Andrés Bello. Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social
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La marcha de este domingo contra las AFP nos enseñó mucho sobre el funcionamiento de la protesta social y se convirtió en un muy buen ejemplo para quien quiera entender este fenómeno político.

Desde hace mucho tiempo la cuestión de las pensiones es uno de los temas que más preocupa a los chilenos (CEP). Primero está la educación de los hijos, luego el temor a la delincuencia, a no contar con un sistema de salud en caso de enfermedad y, justo después, el no poder jubilarse con una pensión adecuada. Sumemos a este carácter de preocupación prioritaria la cuestión de que el sistema de AFP concentra la mayor de las insatisfacciones por parte de los chilenos; peor que salud y educación (CEP).

Y es que el escenario es sombrío: alta preocupación por las pensiones, pésima evaluación del sistema que las administra, el sistema es considerado injusto, la mayoría de los chilenos no justifica que las pensiones deban estar de acuerdo a las remuneraciones de las personas (COES), es decir, no están de acuerdo con el ADN del sistema. Mientras que solo un 25% lo aprueba, porcentaje que está compuesto principalmente por personas de estratos socioeconómicos altos (COES), vale decir, por los menos de la sociedad.

Con estos números, uno debiese preguntarse por qué la marcha contra las AFP no había tenido lugar antes. Las personas asocian conflicto a lo que ocurre en La Araucanía, a los temas de educación, delincuencia, incluso salud (COES), pero –hasta este domingo tal vez– no a la cuestión de las pensiones. Pese a la ya antigua percepción negativa y a los también viejos sentimientos de injusticia contra el sistema de las AFP, ninguna lucha había tenido lugar.

[cita tipo=»destaque»]La sociología política sabe que no basta en absoluto con tales percepciones negativas y tales sentimientos de injusticia para que una lucha se dé a lugar. Los siglos de esclavitud lo comprueban con creces. No hay ninguna mecánica entre percepción/sentimiento y acción. Esto es más cierto aún allí donde, como ocurre con el caso de las pensiones, no hay una experiencia común nacida de la interacción de los afectados.[/cita]

Y es que la sociología política sabe que no basta en absoluto con tales percepciones negativas y tales sentimientos de injusticia para que una lucha se dé a lugar. Los siglos de esclavitud lo comprueban con creces. No hay ninguna mecánica entre percepción/sentimiento y acción. Esto es más cierto aún allí donde, como ocurre con el caso de las pensiones, no hay una experiencia común nacida de la interacción de los afectados; los preocupados por su pensión futura o los pensionados no se encuentran cotidianamente como lo hacen los estudiantes, por decirlo de otro modo. Por eso, no sorprende en realidad que esta marcha haya tardado tanto en ocupar la Alameda. De ahí la relevancia de la marcha y novedad recién pasadas. Su carácter de evento reside en que a muchos nos parecía improbable.

Tenía que ocurrir la conjunción de varias cosas en un ámbito propiamente político para que el malestar deviniera en marcha, “verdadera marcha” y asustase, como lo ha hecho, a los defensores del sistema de AFP. Ese malestar acumulado bajo el umbral de la visibilidad pública tenía que estar ahí, pero debía ser despertado. Sin duda que la coyuntura de las pensiones truchas de Gendarmería ayudó traspasar dicho umbral, haciendo nacer el conflicto político.

Una vez despierto este monstruo adormilado, podía recién venir una convocatoria exitosa. Hay muchas convocatorias que terminan en nada, y muy pocas alcanzan esta capacidad de generar multitud. Es una convocatoria vía redes sociales; el gran aliado de los movimientos de protesta en todo el mundo. Se trató, además, de una convocatoria a marcha (podría, en principio, haber sido a otra cosa) y debía serlo, pues esa es “la” forma de darle forma a la protesta en el Chile de hoy, desde los enfermos, hasta los estudiantes. Prontamente veremos a los discapacitados. Una marcha familiar además aseguraba más o menos que no ocurriera el gran factor de desprestigio de las marchas hoy en día: la presencia vandálica de encapuchados.

Ello bajaba el costo de participar, transformándolo en casi un paseo de día domingo lleno de sentido. A él todo el mundo podía ir, salvo el Sr. José Piñera y evidentemente los políticos, esta vez cualquiera fuera su color y bandera (salvo excepciones contadas con los dedos de la mano).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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