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Los territorios que viven debajo de la industria forestal

Mariela Ramírez Goio
Por : Mariela Ramírez Goio Rimisp (Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural)
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Basta recorrer los caminos rurales de la Región del Biobío, para ver pinos, eucaliptus y más pinos. Según el Instituto Forestal (INFOR), en Chile hay 2 millones y medio de hectáreas de plantaciones forestales.  En municipios como Nacimiento, los bosques plantados alcanzan el 60% de la superficie total comunal. Y luego en la producción de celulosa, etapa siguiente de la cadena, comunas pequeñas como Ranquil, con 6 mil habitantes, se llevan la carga de procesar casi el 20% de la producción nacional de pulpa de madera, mientras que en Nacimiento esta cifra alcanza el 25%.

Aunque la industria forestal es una de las actividades principales en esos lugares, quienes viven ahí perciben su propio territorio con un lente muy diferente, ven recursos disponibles que nosotros no, y tienen aspiraciones que no conocemos.

La discusión sobre los impactos de la industria forestal tiene muchísimas aristas, la más conocida en la agenda política es el conflicto indígena. Otros temas se invisibilizan persistentemente, el territorio y sus habitantes, las personas que conviven con la actividad forestal y sus efectos que se expresan de tantas maneras.

Se manifiestan, es innegable, en el medioambiente, con la erosión de los suelos, los incendios forestales, las descargas de las plantas de celulosa en cursos de agua. En aspectos sociales y económicos, como la poca creación de empleo o de encadenamientos que generen desarrollo económico. En la cultura y la transformación profunda del paisaje, la pérdida de la agricultura y tradiciones, la desorientación acerca de la identidad del lugar. Incluso en aspectos emocionales, como la historia de la niña de Purranque que creció al lado de una plantación forestal, quien  a sus 10 años presenció la tala rasa del ‘bosque’ con el que creció, y entendió que no vivía al lado de un bosque. Ahora al frente de su casa hay un terreno desierto.

[cita tipo= «destaque»]El caso de Quillón es una excepción, porque en la mayoría de estos lugares ni siquiera los miramos, asumiendo que su destino ya está escrito. Nos cegamos para no ver estos territorios que se hacen cargo, que se llevan el peso del desarrollo económico de nuestro país. No nos hacemos responsables, no nos damos por aludidos, no queremos ni siquiera ver las cifras. O las miramos o se perderán para siempre entre los pinos.[/cita]

Con un panorama así, en estas comunas no hay otra visión de desarrollo posible salvo que la queramos ver. Un buen ejemplo es el caso de Quillón, otro municipio en Biobío. Con una gran superficie forestal, esta coexiste con el desarrollo turístico explosivo de los últimos años, que lo llevó a ser uno de los destinos más importantes de la región. El paisaje predominante de Quillón sigue siendo el de las plantaciones y las tierras que intentan recuperarse después de varios incendios forestales, pero se ha hecho un esfuerzo por ver lo que el lugar tiene para ofrecer. Y tiene mucho más que pinos y eucaliptus.

La gran mayoría de las actividades que ofrece a los turistas Quillón están basadas en los recursos con que ellos mismos cuentan: sus tradiciones, su producción local,  incluso su propio capital natural. Sin embargo, para que esto suceda se necesitó, primero, mirar el territorio. Verlo para entender con qué riquezas cuenta, las trampas que dificultan su potencial, cuáles son los deseos de las distintas personas que lo habitan. No se trata de medidas parche, ni compensación, es generar desarrollo a partir de lo que sea que ya tienen disponible, darle valor, detonar procesos a partir de ello.

El caso de Quillón es una excepción, porque en la mayoría de estos lugares ni siquiera los miramos, asumiendo que su destino ya está escrito. Nos cegamos para no ver estos territorios que se hacen cargo, que se llevan el peso del desarrollo económico de nuestro país. No nos hacemos responsables, no nos damos por aludidos, no queremos ni siquiera ver las cifras. O las miramos o se perderán para siempre entre los pinos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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