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Nada de comarca sustentable: la marca de la sequía forestal Opinión

Nada de comarca sustentable: la marca de la sequía forestal

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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El mapa de la mayor pobreza en Chile es calcado al mapa de las plantaciones forestales desde el sur de Valparaíso hasta La Araucanía y zonas de Los Ríos y Los Lagos. Están yuxtapuestos.


En el país infestado de “Congresos de Futuro” y poco sentido de la urgencia presente, la zona más pobre del país –según todos los indicadores– junto a La Araucanía, el secano costero del Rapel al Itata, sigue en llamas descontroladas.

Hace medio siglo era igualmente pobre pero menos vulnerable. Frei padre incentivaba las forestales para recuperar suelos erosionados, mientras coexistía con la agricultura de trigo, garbanzos, quinoa, ganado ovino y caprino, con ramales de trenes vivos y localidades que daban vida «verde» a la Cordillera de la Costa. El Estado en dictadura potencia el subsidio 701 a las grandes forestales, eximiéndolas del pago de contribuciones de bienes raíces y despojando a los poderes locales de recursos de la renta, que va acabando con el capital cultural, social y agrícola. La teoría de clúster fracasa por el poco valor agregado a lo forestal: la ausencia de clúster de la madera y muebles, la no capitalización en tributos que permitiera innovación y nuevos emprendimientos, así como seguridad estratégica.

El alza del precio del petróleo y el gas generó un ciclo de expansión y abuso en la utilización de la leña que perdura hasta hoy en las ciudades de los valles centrales, colocando a Rancagua, Talca y Chillán en el fatídico top ten de las ciudades más contaminadas del país. En Pumanque y Paredones muchos parceleros comenzaron a cosechar eucaliptos y cargaron acoplados de leña «seca», recorriendo las ciudades. Nada de comarca sustentable, un país seco por las sequías y una mancha forestal contigua que también en el Maule ha ido expandiéndose hasta cercar los viñedos de Lomas de Cauquenes.

El mapa de la mayor pobreza en Chile es calcado al mapa de las plantaciones forestales desde el sur de Valparaíso hasta La Araucanía y zonas de Los Ríos y Los Lagos. Están yuxtapuestos.

En seguridad y riesgo estratégico, las regiones están sin poder, desnudas, sin soberanía. En Biobío un grupo de urbanistas pretendió que su propuesta de Plan de Ordenamiento Territorial incluyera franjas despejadas de pinos cerca de las ciudades, así como amplias zonas de protección nativa y agrícola y dos territorios indígenas ancestrales (los Pehuenches en Alto Biobío y los lafkenches de Arauco). Hasta hoy es una mera idea por culpa de un cóctel conocido: el lobby de forestales y empresas, los reparos de Contraloría a tanta autonomía «regional» (también refutó las ordenanzas patagónicas para prohibir las bolsas plásticas), los miedos sectoriales ministeriales a perder poder, los largos pilotaje sin plazos taxativos para entregar competencias y obligaciones (como la planificación macro aquí y ahora), la falta de articulación de políticos regionales con sus actores, para concentrarse en transformaciones desde el territorio, «apropiándose» de la descentralización y sus intersticios.

[cita tipo= «destaque»]El futuro queda claro, porque ya no hay más comarca forestal exótica  homegénea. Se trizó el espejo, y a diversificar y combinar en agricultura e industria forestal sustentable, es decir, con «cortafuegos» de agricultura plausible (para eso, además, se concluyó también el embalse Convento Viejo, potenciando la agricultura y viticultura en la zona oeste del Valle de Colchagua). Esto requiere el giro verde que una federación de partidos regionalistas reclama con apoyo a la agricultura tradicional campesina, como ha insistido la diputada Alejandra Sepúlveda, casi como voz solitaria que clama en el desierto ya no metáforico.[/cita]

En O´Higgins se vivió hace una década el, hasta entonces, mayor incendio desde Puente Negro hasta las inmediaciones de las Termas del Flaco, que amenazó a la Sierra de Bellavista y las roblerías de Alto Huemul, protegidas por iniciativa de Adriana Hoffman. Ya entonces hubo indolencia terrible, demora, se consumieron más de 10 mil hectáreas de bosque nativo, ahogando en el alto Tinguiririca. Y la pregunta es obvia: ¿dónde están las actas del Comité regional de Emergencias? ¿Hay análisis de la Unidad de Inteligencia de la Onemi y de la Conaf?

Lo otro es obvio e irritante. Tras una semana se comienza a movilizar maquinaria pesada ante el descontrol de incendios que sobrepasan a las escuálidas brigadas forestales. La agenda del ministro de Hacienda ha seguido en la inspección de la flamante súper estación enlace Los Leones con la nueva Línea 6 de la opulenta Capital del Reino, en vez de soltar amarras fiscales por el porcentaje constitucional para catástrofes, reasignaciones de proyectos, para volcarse con poder sobre la emergencia suprema en un país que desparece en la ceniza. La costa y los costinos pierden el bosque ajeno, pero naturalizado por décadas.

El futuro queda claro, porque ya no hay más comarca forestal exótica homegénea. Se trizó el espejo, y a diversificar y combinar en agricultura e industria forestal sustentable, es decir, con «cortafuegos» de agricultura plausible (para eso, además, se concluyó también el embalse Convento Viejo, potenciando la agricultura y viticultura en la zona oeste del Valle de Colchagua). Esto requiere el giro verde que una federación de partidos regionalistas reclama con apoyo a la agricultura tradicional campesina, como ha insistido la diputada Alejandra Sepúlveda, casi como voz solitaria que clama en el desierto ya no metáforico.

Pero el futuro puede esperar, hoy hay que detener el infierno que algunos no ven ni viven. Si se septuplica el infierno, somos fuertes y hay renta para pasar de 4 mil a 20 mil personas en el combate, contratar millones de horas de maquinaria que espera ociosa, llamar a reservistas y organizar a quien quiera ser voluntario más allá de unas botellas de agua, pero que esperan seriedad y movilización de quienes detentan el poder en sus tres niveles, y asimismo de las empresas grandes, que en sus «seguros» no se les conoce acción alguna hasta ahora, tan solo para negar responsabilidades, como las eléctricas, y buscar la responsabilidad en el clima y en conspiraciones de dudoso origen.

Hay casos de movilización nacional que inspiran. Los holandeses, cuando el mar los inundaba, los americanos para salvar Nueva Orleans tras los huracanes y, en Chile, ¿dónde están los generales que actúen y no den explicaciones atmosféricas ante tamaño incendio?

Nerón tocó la lira cuando se desató el mayor incendio de Roma en el año 64. Un llanto de arpa amarga conmueve a los costinos, la gente silente que desde los cerros huele la brisa del mar, o lo hacía hasta un tiempo que se fue. Nada de compasión, lo que se requiere es MOVILIZACIÓN.

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