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Una orquesta en crisis, no goza de buena salud


Alberto Larrain, director de elencos estables de la Corporación Cultural de la Universidad de Concepción (Corcudec), en una reciente columna describe cómo la crisis en la que está sumida la Orquesta que administra no es más que una gran conspiración de redes sociales, prensa, columnas, profesores –entre ellos un candidato a rector- y músicos. Las malas prácticas denunciadas son sólo berrinches, venganzas o elucubraciones políticas para alcanzar nichos de poder. En las palabras de Larraín, son sólo planteamientos falaces e infundados.

A pesar de que Larraín logra armar una historia , bastante infundada vale la pena decir-y hay que destacar que la justicia ya se pronunció a favor de los músicos despedidos- no logra poner en tensión los argumentos que acusan una crisis en su administración, ya que las denuncias mencionadas no tienen que ver con luchas de poder que al parecer sólo ve la administración de Corcudec, sino que con malas prácticas laborales, despidos injustificados,  y además un desconocimiento total del campo artístico en que se maneja una orquesta. Esto último se termina de evidenciar en su columna, ya que cae en propuestas que -para los que sí conocemos el mundo de la música- carecen de sentido.

¿Qué es eso de “exceso” de intérpretes en familia de cuerdas que menciona Larraín? Las fuerzas orquestales de la orquesta de Concepción están lejos de igualar la de una gran orquesta, menos aún está cerca de ser un exceso. Claro, intentando entender lo expuesto en su columna, esto tiene sentido para sus cálculos tecnocráticos: no puede ser que para obras con menos instrumentos, algunos de los músicos no trabajen. Para que pueda salir de las dudas, es importante que él sepa que el repertorio orquestal es muy variado en número de instrumentos, por razones artísticas y no administrativas.

¿Cómo la calidad de una orquesta no va a depender de 2 o 3 personas, si estas son nada menos que directores o concertino? Es evidente que la orquesta que administra es un grupo de músicos sumamente profesionales y de gran calidad, pero pensar que los puestos mencionados no significan nada respecto a la calidad artística y resultado de las interpretaciones, aleja cada vez más a Alberto Larraín de entender su propio trabajo.

[cita tipo=»destaque»]Una orquesta de alto nivel musical no se logra instalando la presión y miedo a ser despedidos por la posibilidad de repertorios con menos músicos, tampoco pisoteando los derechos de músicos, cantantes, compositores. Posiblemente no exista una formula para lograr que una orquesta sea la mejor del mundo, pero al parecer sí existen maneras de que una orquesta se encamine a perder su reconocida calidad, y Vivian Quezada y Alberto Larraín están probablemente en el camino correcto.[/cita]

Podríamos seguir enumerando este tipo de preguntas pero no es necesario. Sí es necesario reforzar y visibilizar el problema que lleva a Alberto Larraín a escribir estos párrafos: los músicos están siendo despedidos, y desde el mismo sindicato se acusa la sensación de estar amenazados por el mencionado administrador, y más aún, por la mano descrita como extremadamente autoritaria de Lilian Quezada. Para recordar entonces, hace algunos meses rondó un extenso artículo publicado en la web de la Asociación de Académicos y Académicas Enrique Molina Garmendia, de la Universidad de Concepción, que narraba una serie de situaciones relacionadas con las malas prácticas transcurridas en la Corcudec y específicamente su rostro visible Lilian Quezada, la gerente –sí, una orquesta que tiene gerente-. Es al parecer una de las conspiraciones mencionadas por Larraín en su columna.

El texto cuenta cómo fueron despedidos la chelista Cecilia Barrantes, el violinista Leandro Botto y el concertino –primer violín- Freddy Varela, estos dos últimos ex presidente del sindicato y primera autoridad de la orquesta. Más allá de lo evidente, es decir ser personas claves en cualquier organización sindical, la razón del despido fue por necesidades de la empresa o por “proceso de reestructuración” -sin previo aviso- situación que ya da luces de una administración con operaciones calculadas de temer.

Hace sólo unas semanas además se reveló una operación similar para despedir a miembros del coro, quienes hace algunos meses escribieron una carta a la administración proponiendo ciertas medidas que aseguraran una situación laboral al límite de lo precario. En este punto, y para darle un color más tenebroso aún a los procedimientos de Lilian Quezada y Alberto Larraín, vale la pena destacar la afirmación de los miembros del coro: no reciben sueldo por su trabajo (salvo para presentaciones de ópera, que son esporádicas, momento en que se les paga una suma no predefinida, pero siempre modesta). Para entender entonces la situación, es sólo este tipo de relaciones, injustas evidentemente, con la administración la que los miembros del coro describen intentar transparentar, y por lo mismo, están al borde del despido. La solución que parece proponerse según lo narrado por la web mencionada párrafos atrás, una de las premisas para resolver este tipo de expulsiones es el clásico “si no les gustan las reglas se van”.

Calando más hondo aún , es necesario revisar el historial de directores de gran calidad que ha tenido esta orquesta, y el sinfín de problemas que, como se ha declarado en prensa, les ha puesto la Sra. Gerente. Y es que esto ya da pistas del problema de fondo: la administración por parte de gente que no tiene idea alguna del oficio de director artístico ni conocimiento del campo musical, pareciera derivar simplemente en la obsesión de ser dueño de las instituciones artísticas. Situación que podemos ver repetida en diferentes instituciones a nivel nacional, pero que no viene al caso detallar.

Volviendo a la columna de Larraín, vemos como con esperanza invita a los seguidores de la orquesta a estar tranquilos, ya que es en realidad “un proceso de reestructuración que la potenciará aún más allá de lo que es hoy día”, palabras que asustan si miramos la actual situación del Teatro Cervantes en Buenos Aires, y el intento de su nuevo director, Alejandro Tantanián, de cerrar la gran temporada de conciertos contemporáneos que se desarrolla hace años con gran éxito internacional, bajo el argumento de que realmente no se cerrará, sino que se suspenderá y en un futuro cercano será mejor. La misma administración y organizadores del evento mencionado confirman que no hay tal planificación.

Una orquesta de calidad no se hace expulsando músicos, creando hostilidad en un ambiente de trabajo artístico comunitario ni ahuyentando directores de nivel internacional. La tranquilidad a la comunidad artística  y a las audiencias no se da publicando un texto tipo comunicado prensa de una isapre o una AFP, llamando a sus consumidores a seguir asistiendo. Una orquesta de alto nivel musical no se logra instalando la presión y miedo a ser despedidos por la posibilidad de repertorios con menos músicos, tampoco pisoteando los derechos de músicos, cantantes, compositores. Posiblemente no exista una formula para lograr que una orquesta sea la mejor del mundo, pero al parecer sí existen maneras de que una orquesta se encamine a perder su reconocida calidad, y Vivian Quezada y Alberto Larraín están probablemente en el camino correcto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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