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Educación y patriarcado: La urgencia de cambiar las prácticas docentes

Por: Catalina Pinochet, Natalia Ojeda, Nicole Lagos, Paloma Domínguez


Señor Director:

Cuando hablamos de avances en educación no podemos excluir la necesidad de transitar hacia una educación no sexista y feminista, como impulso para avanzar hacia una sociedad más justa y democrática. En este sentido, no podemos negar el progreso paulatino que ha tenido nuestro país en materia de educación de género, a pesar de lo mucho que queda por lograr.

Sin embargo, existe una enorme arista del espacio escolar que nos falta por analizar cuando hablamos igualdad y género en la escuela, ésta es el profesorado que por desgracia, tiende a replicar en las escuelas el problema que se quiere erradicar. Y es que la docencia es un espacio profundamente patriarcal por estar enraizado en la costumbre de la competencia, la dominación y la discriminación hacia la mujer.

Para quien no conoce el contexto docente y quien es parte de él, seguro le suena la idea de que las profesoras son tiernas y maternales, llenas de cariño y paciencia, mientras los profesores imponen respeto y “controlan” a los cursos más difíciles. Es a partir de esta idea que abrimos la reflexión en torno al rol que cumplimos todas las educadoras y educadores, independiente del área en la que nos especializamos, hemos evidenciado como gran parte de los/las chilenos/as creen que la educadora es un reemplazo de las madres, que cuidan, juegan y cantan canciones con sus educandos.

Una expresión evidente del paradigma patriarcal entre profesores y profesoras, es que el gremio se compone en un 70% por mujeres, pero al momento de definir cargos de representación que se caracterizan por liderazgo, eficacia y/o dirección de grupo de personas, se asignan -en una gran mayoría- entre hombres. Esto ocurre en los cargos de unidades técnicas pedagógicas, dirección de departamentos y de establecimientos, así como también en el Colegio de Profesores de Chile. Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos del gremio como un espacio patriarcal?

El bajo porcentaje de profesores del país, se desenvuelve además bajo la ignorante creencia social de que “un hombre que trabaja con infantes debe ser pedófilo”. Este mito -entre otros- explica que en Chile sólo existen 10 hombres que se dediquen a la educación parvularia y que la mujer sea quien se haya hecho cargo históricamente del cuidado de la primera infancia.

Dividir y clasificar la labor educativa, entre hombres y mujeres, distorsiona nuestra comprensión de lo que es la educación, tanto para la sociedad como para las mismas niñas y niños, que construyen la idea de que las mujeres son quienes están a cargo de su cuidado. Esta distorsión de la idea de educación es lo que más nos preocupa, pues según las relaciones evidenciadas hoy en los jardines, escuelas regulares y especiales, la sociedad asume que la labor educativa es una labor reproductiva y propia de las mujeres. De otro modo, los ciudadanos y ciudadanas comprenden las aulas como una extensión de las tareas del hogar, un espacio de conservación, domesticación y preparación de una mano de obra eficiente para el sistema neoliberal.

Es imprescindible que tanto en las escuelas como en las universidades se entregue una formación no sexista y crítica a los y las docentes, para así, trascender en las prácticas cotidianas de las aulas. No importa cuántas iniciativas curriculares existan, si el profesorado no considera urgente educar en historia y perspectiva de género, por lo que es de suma urgencia un plan de Educación no sexista, como piso mínimo para avanzar en la equidad de género y erradicar lógicas patriarcales no sexistas.

La educación en ningún caso debe hacerle un favor al sistema neoliberal amoldando sujetos que puedan servirle, sino que debe ser impulsora de la creatividad, de la libertad, de la crítica, de la igualdad y de la justicia. ¿Cómo hacemos esto si el propio espacio escolar es un contexto de aprendizaje patriarcal y desigual?

No visibilizar este problema impide que las mujeres que educan avancen hacia el reconocimiento, hacia la participación, opinión y dirigencia, impide que la sociedad se atreva a que la educación sea responsabilidad de los hombres y mujeres sin ser discriminados por creencias falaces, impide avanzar hacia la eliminación de la competencia y permite perpetuar la desproporción.

La escuela no es el motor más grande de transformación en la historia, pero no cabe duda que es un terreno que instala y gesta cambios de paradigma. Lo que ocurre en las escuelas permite saber si una sociedad se estanca o avanza. Por eso, vale la pena dar el paso desde la docencia y transitar hacia una enseñanza sin violencia de género, sin estereotipos ni referencias sexistas; una escuela que no busque la dominación, sino la colaboración, la complementariedad y justicia. Para ello, es fundamental la organización docente y la proyección de una perspectiva de género hacia los espacios institucionales, tanto gremiales como estatales. Esto,sólo nos puede poner en el riesgo de que nuestra sociedad también avance…

Catalina Pinochet
Consejera de Carrera Educación de Párvulos UDP

Natalia Ojeda
Consejera de Carrera Educación General Básica UDP
Militante de Movimiento Autonomista

Nicole Lagos
Consejera de Facultad de Filosofía y Educaciónl UMCE
Militante de Movimiento Autonomista

Paloma Domínguez
Consejera de Carrera Educación Diferencial UDP
Militante de Movimiento Autonomista

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