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Oportunidad para rescatar un sentido más amplio de la investigación científica

Pablo Astudillo Besnier
Por : Pablo Astudillo Besnier Ingeniero en biotecnología molecular de la Universidad de Chile, Doctor en Ciencias Biológicas, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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Hoy se lleva a cabo la Marcha por la Ciencia (March for Science), actividad que nace en Estados Unidos en gran medida debido a la actitud de la nueva administración hacia la investigación científica. La actividad ha ganado el apoyo de miles de personas en todo el mundo, al punto que en la página web oficial de la marcha se registran cerca de 480 marchas en más de 40 países.

Se han escrito numerosas columnas respecto a la marcha y su conveniencia (aquí una selección). La marcha ha despertado críticas entre quienes temen que sea vista como una actividad “partidista”, polarizando aún más el debate y generando oposición de parte de la opinión pública, lo que ha llevado a los organizadores a enfatizar continuamente que la marcha es “no-partidista”. Otros han criticado la falta de enfoque en las demandas y objetivos de la marcha. Una nota identificó más de 20 demandas en el “manifiesto” de la March for Science. Esto podría llevar, según algunos, a la falta de una identidad clara, a una dispersión de los adherentes en varias facciones que produciría una fragmentación del movimiento, a la ausencia de “ideas fuerza”, y al riesgo de que la ciencia sea vista como un grupo de interés más en un contexto de crecientes demandas sociales.

En el caso del manifiesto de la marcha local, este también contiene al menos cinco objetivos explícitos, relacionados principalmente con la necesidad de defender la ciencia, de una organización colectiva para efectuar cambios, y de vincular ciencia y política. Incluso se la presenta como un llamado de atención al gobierno. Sobre la base de dichos objetivos (sin contar los implícitos en el resto del manifiesto), cualquiera podría formular algunas preguntas. Por ejemplo, ¿es la ciencia más urgente que otros temas también urgentes y en los que necesitamos recursos y políticas? ¿Por qué recurrir (o esperar) a una marcha global para “aunar fuerzas entre los distintos actores relacionados con la investigación, dialogar y organizarnos”? ¿Es la marcha la mejor forma de dialogar y organizarnos? Por otro lado, los llamados a “asumir la responsabilidad de participar activamente en la política pública” no son nuevos. En efecto, la separación entre ciencia y política pública explica, según algunos, el curso de las políticas de apoyo a la ciencia en el último tiempo. También debemos recordar que se han realizado varios “llamados de atención” a distintos gobiernos; de hecho, este año se cumple una década de la recordada protesta frente a Conicyt en la Plaza Bernarda Morin. En consecuencia, estos objetivos declarados, si bien son loables, puede que no necesariamente justifiquen para algunas personas una marcha por la ciencia, aunque debemos mencionar que una justificación adicional es la solidaridad con los objetivos de la marcha original, en particular en algunos puntos que parecen reunir más consenso, como por ejemplo la necesidad de fortalecer el uso del conocimiento científico en la elaboración de políticas públicas, o la defensa de la diversidad y el mejoramiento de las oportunidades para que los investigadores e investigadoras puedan hacer su aporte a una ciencia que mejore el bienestar de nuestra sociedad.

Uno de los aspectos de la marcha que parece ser controversial ha sido la idea de que “la ciencia es política”. Incluso los organizadores de la March for Science han aclarado en un comunicado que su actividad no debe ser vista como “apolítica” (afirmando que aunque “la marcha es explícitamente no partidista, sí es política”), mientras que el manifiesto de la marcha chilena también afirma que “la ciencia es política”. Pero en ambos casos las explicaciones a esta declaración son aún incompletas. ¿Qué queremos decir con “la ciencia es política”? Algunos han afirmado que lo es en el sentido de que tiene una relación innegable con las políticas públicas, posibilitando elaborar mejores políticas a través del conocimiento; otros recuerdan que los contextos políticos determinan las normas, desarrollo y evolución de la investigación. Por supuesto que es importante transmitir, en especial a la ciudadanía, la idea de que la investigación científica tiene una relación con la política. De hecho, podríamos agregar otro punto: la ciencia compite con otras necesidades por fondos públicos, y el mundo político debe adoptar políticas en la materia, tomando decisiones sustentadas en concepciones ideológicas, en intereses particulares, o considerando otras urgencias. Debe decidir, por ejemplo, si apoyará la investigación en todas las áreas del conocimiento o si “elegirá ganadores”, o si apostará por la investigación pública (ya sea a través del financiamiento a universidades estatales y/o institutos públicos) o dará mayor importancia a la I+D privada (como a través de subsidios o incentivos tributarios a la I+D en empresas).

Pero este tipo de consideraciones afectan a múltiples materias, ya sea salud, trasporte, obras públicas, justicia, vivienda, y un interminable etcétera. Visto de esta manera, todo es política. Y esto nos lleva a preguntarnos si el hecho de que “la ciencia sea política” en la forma antes descrita debiera constituir el foco principal de la marcha, si debemos avanzar en generar otro tipo de mensajes, si estos deben o no traspasar el ámbito estrictamente “científico”, o si tal vez se debiese organizar otro tipo de marcha, por ejemplo por “una nueva política” o por “la meritocracia y la diversidad”.

[cita tipo=»destaque»]¿Es la ciencia más urgente que otros temas también urgentes y en los que necesitamos recursos y políticas? ¿Por qué recurrir (o esperar) a una marcha global para “aunar fuerzas entre los distintos actores relacionados con la investigación, dialogar y organizarnos”? ¿Es la marcha la mejor forma de dialogar y organizarnos?[/cita]

Al mismo tiempo, alguien podría sentir que en el manifiesto de la marcha local hace falta una discusión que nos lleve a las raíces mismas de lo que en algunos casos se suele argumentar es el verdadero propósito de la ciencia: una forma de pensar, un mecanismo para generar conocimiento verificable sobre nuestro mundo, sin importar las etiquetas o los criterios de utilidad. Por ejemplo, en una frase del manifiesto local se afirma que “la investigación chilena debe tener el fin de comprender mejor nuestro entorno y nación que nos alberga y financia para que nuestro trabajo sea un aporte sustancial al desarrollo humano, al entorno natural, social, cultural, político y económico local y global”. ¿Cómo cae dentro del este “fin” la investigación en áreas que puede que no necesariamente adhieran a la idea de “nuestro entorno y nación” (ejemplos los podemos encontrar en disciplinas como la astronomía, la física o la biología, por mencionar algunas)? ¿Hemos tomado la decisión como país de restringir nuestra ciencia solo a lo “local”, o solo a lo que aporte de manera “sustancial” (concepto que no hemos definido) a nuestro desarrollo humano? ¿Cómo decidimos entonces qué es “nuestro entorno” o qué constituye un “aporte sustancial?

En cambio, uno de los “principios básicos” de la March for Science afirma que “los científicos trabajan para construir una mejor comprensión del mundo que nos rodea. La ciencia es un proceso, no un producto, una herramienta de descubrimiento que nos permite expandir y revisar constantemente nuestro conocimiento del universo”, mientras que respecto al objetivo de “humanizar la ciencia”, afirma que “la investigación científica no es un proceso abstracto que ocurre independientemente de la cultura y la comunidad. Es una empresa realizada por personas que buscan ampliar nuestro conocimiento del mundo con la esperanza de construir una sociedad mejor y más informada”. Este discurso cumple el propósito de no excluir de la marcha a los investigadores que, por diversos motivos, pueden sentir que su trabajo no necesariamente se enmarca en principios de utilidad, de lo “local” o del “aporte sustancial”. Este punto no es menor, puesto que para algunas personas, saber más acerca del mundo bien puede aportar a nuestro desarrollo humano a través del pensamiento crítico y de una comprensión y valoración distinta de nuestra propia existencia y lugar en el universo, pero quienes deben decidir el presupuesto nacional para el 2018 podrían discrepar. Por otro lado, la idea de “interés nacional” ha estado detrás de algunas controversias que motivan la marcha (aquí un ejemplo).

Por otro lado, dos de los objetivos declarados de la marcha local son: “una oportunidad nacional de aunar fuerzas entre los distintos actores relacionados con la investigación” y “sumarse a la manifestación global por la defensa del conocimiento, apoyando el fortalecimiento de ella en todas las áreas del saber y abogando por una participación multidisciplinar, multicultural y diversa a la hora de pensar y crear un proyecto sociocultural de transformación de nuestro país”. Ambos objetivos son loables, comprensibles, y apuntan a generar un trabajo conjunto entre los diversos actores involucrados en la investigación científica, su fomento y defensa. Este mismo espíritu debe inspirar también la forma en que avancemos hacia un debate inclusivo (en que se unan “distintos actores” en una “participación multidisciplinar, multicultural y diversa”) en torno al tema de la política científica. Esta marcha, sus orígenes, motivaciones y objetivos, no pueden ser abordados con una mirada estrictamente disciplinaria, así como tampoco pueden ser abordadas de esa manera las discusiones sobre política científica y su construcción.

Considerando las críticas y análisis publicados en diversos medios, uno de los principales desafíos de la marcha por la ciencia (tanto de la versión local como de otras que se desarrollen en otros lugares) será lograr una visión común que sea inspiradora y que responda a la diversidad de formas en las que la ciencia es relevante, pertinente y necesaria. Los científicos tienen la oportunidad de marchar para, entre otras causas, “humanizar la ciencia”, rescatando y defendiendo un sentido y propósito más amplio de la investigación científica; en palabras de March for Science, “construir una mejor comprensión del mundo”. La demanda de que la ciencia deba “comprender mejor nuestro entorno y nación que nos alberga y financia para que nuestro trabajo sea un aporte sustancial al desarrollo humano…” es por cierto loable y necesaria, pero no es necesariamente inclusiva de todas las motivaciones que impulsan a los investigadores e investigadoras, y al menos requiere de ciertas definiciones previas. Y si bien es urgente y necesario defender el aporte de la ciencia a nuestro bienestar, al mismo tiempo es necesario impulsar un mensaje participativo y motivador, que transmita a la ciudadanía el conjunto de valores que representa el sentido y propósito de la investigación (reflejadas en las palabras de March for Science). Esto es más urgente que nunca, en especial en un mundo en el que la importancia de la ciencia y la evidencia científica cede terreno rápidamente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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