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Los CFT e IP son importantes para el desarrollo de Chile

Por: Jorge Menéndez


Señor Director:

Haciendo un poco de historia con los Centros de Formación Técnica (CFT) e Institutos Profesionales (IP) en Chile, podríamos decir que el inicio del sistema superior técnico profesional es por allá en la década del sesenta. Asumamos que ese es el inicio de este sistema y dejemos de lado en el análisis la historia de la Universidad Técnica del Estado y la Escuela de Artes y Oficios, eso es otra historia.

Dado esto, aventuremos un poco y digamos que la génesis de los IP y CFTs tiene algo así como tres vertientes. La primera es aquella radicada en las universidades de la época, que buscaron entregar formación académica como segunda alternativa a segmentos marginados de la educación superior, que es el caso del DUOC en 1968. La segunda vertiente radica en las intenciones del Estado y cuyo propósito inicial fue la formación para el trabajo, INACAP en 1966. Y la tercera es aquella basada en la filantropía y los proyectos sociales, ENAC en 1961.

Bueno, esta génesis un poco diversa y sin una visión común generó un desarrollo de instituciones poco reconocidas, no había financiamiento para los estudiantes y hasta era mal visto estudiar en estos institutos o centros. Se generó una suerte de imagen que estudiar en estas instituciones era una segunda alternativa para quienes no podía ingresar a las universidades.
Además de lo anterior, el contexto de la época no favorecía mucho tampoco que los IP y CFTs concitaran el interés político de los gobernantes. Por un lado estaba la reforma universitaria y esta consumió gran parte de las energías políticas de entonces. Por otro lado, estábamos bajo una estrategia de desarrollo país de sustitución de importaciones, y aun cuando primaba la tesis de Raul Prebisch que hacía un llamado a la industrialización, la política educativa apuntaba en otra dirección. Luego, en los años setenta, vino la crisis política y el cambio de modelo económico en los ochenta abrió el camino a nuestras cadenas exportadoras extractivas.

Esta dinámica y su contexto, se experimentó en las primeras dos o tres décadas de desarrollo de este segmento de educación superior. No fue hasta 1990 que el sistema de educación superior se ordena y reconoce por ley el funcionamiento de los IP y CFT como organismos normados y legítimos. A partir de esta época, comienza un desarrollo bastante más acelerado de estas instituciones: crece la infraestructura, la oferta académica se diversifica en sus áreas de especialidad y se expande por todo el territorio nacional, se desarrollan políticas de financiamiento y las familias comienzan a preferir a los IP y CFT como una alternativa de formación más efectiva y de prestigio creciente.

Los CFT e IPs de hoy son muy diferentes a los de hace casi 60 años. Hoy representan al 45% de la matrícula de educación superior, la calidad es factor común y está desarrollada en muchas de sus instituciones, tienen un foco de formación para el trabajo con interesantes niveles de empleabilidad, los curriculums de formación son por competencias, se han desarrollado los cuerpos directivos y docentes.

Estudiar en un CFT o en un IP hoy es una opción real y legítima para las familias chilenas. De eso tenemos que ser conscientes y responsables socialmente. Los CFT e IPs son de aquellas instituciones que probablemente más contribuyen a la productividad y el bienestar de Chile.

Es preciso aclarar: productividad y bienestar. Pues cuando se piensa en la formación técnica la mayoría de las veces se piensa en las carreras más concretas como la mecánica, electricidad, construcción y otras. Muchos de los titulados de carreras técnicas contribuyen día a día al bienestar de Chile, especialmente aquellos dedicados a trabajar con los adultos mayores y los menores más vulnerables. También los hay de aquellos técnicos que nos mejoran los servicios y la felicidad de nuestra población, pensemos en la gastronomía, el turismo, la masoterapia, la estética corporal y otras carreras técnicas por el estilo.

Por todo lo anterior, en momentos de reforma a la educación superior, enfrentamos la oportunidad histórica de ponernos de acuerdo cual es el sistema de educación superior técnico profesional que Chile necesita y como este convive armónicamente con el sistema universitario. Lo avanzado hasta ahora es potente y representa un sistema de provisión muy directo de técnicos y profesionales que se insertan exitosamente en la sociedad y en el mundo del trabajo. Eso tenemos que potenciarlo más aún bajo una estrategia de desarrollo global e integradora, que incorpore al Estado, el sector productivo y de servicios y todos los actores relevantes que participan de este proceso. Se requiere pasar de una visión sectorial de política pública a otra de carácter integral y meso, que concite voluntades amplias y que pensemos todos en un país más desarrollado y equitativo.

Jorge Menéndez
Rector ENAC
Vicepresidente Vertebral

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