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Sobre la Unesco y el Mall Barón: Valparaíso es más que su borde costero

Fernando Silva y Fernando Arancibia
Por : Fernando Silva y Fernando Arancibia Arquitecto y doctor (c) en Filosofía, respectivamente.
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Hace unas semanas la Unesco ha declarado válido el proyecto del Mall Barón. Esta decisión se tomó considerando las modificaciones que este proyecto ha sufrido en su perfil arquitectónico, que en su edición actual pone en valor las estructuras industriales ya existentes y disminuye sus volumetrías a modo de respetar su entorno.

La validación del proyecto por parte de la Unesco vuelve a poner en el tapete la importancia y el rol del borde costero en la definición de la ciudad. Por ello cabe preguntarse, ¿qué tipo de relación posee Valparaíso con su mar próximo? Esta relación ha estado definida por el carácter portuario industrial de la ciudad, dentro del cual el ciudadano tiene poca participación más allá de observar desde las cimas hacia el horizonte. Y es en esta relación en que se funda quizás uno de los discursos más escuchados en los últimos tiempos, de que el mar es un espacio público de todos los porteños y que tenemos derecho a su acceso de manera libre.

Cabe preguntarse, sin embargo, lo siguiente: ¿que significa realmente esto para la relación entre los ciudadanos y el mar? En caso de completarse el proyecto se abriría un nuevo espacio de contacto entre ambos que, al menos en términos de metros lineales, aumentaría su vinculación cotidiana. Pero en la práctica el borde seguirá siendo, como siempre lo ha sido, un espacio privado.

[cita tipo=»destaque»]Quizás valga la pena considerar la posibilidad de que el futuro de Valparaíso no se encuentra solamente en su borde hacia el océano, y empezar a valorar las posibilidades que podrían concretarse en un continuo crecimiento hacia sus cimas con infraestructura y espacio público.[/cita]

La única diferencia es que, en este caso en particular, el privado lucraría con la presencia de la ciudadanía en vez de con su ausencia, como es en el caso del puerto. En estricto rigor, es un dueño que amablemente nos abre sus puertas para que podamos pasear (y consumir) de manera libre por un espacio que dará una excelente impresión de ser verdaderamente público. Se ha insistido constantemente que el borde pertenece a los ciudadanos, quienes con el lema «Mar para Valparaíso» buscan reivindicar un derecho que se siente en deuda desde hace años.

¿Es esto lo que la ciudad necesita?

Una primera respuesta nos orienta a mirar más allá del borde costero en la búsqueda de un futuro para Valparaíso. Hemos visto durante los últimos años los estragos que han causado las marejadas en la vecina ciudad de viña del mar. Cada invierno la avenida Perú sufre ante un océano que se ve decidido a recuperar los territorios que hace ya algún tiempo perdió, y que ha recibido especial ímpetu gracias a la profundización del cambio climático que está experimentando el planeta. Por otro lado cabe recordar que esta batalla por el borde ha silenciado otra batalla fronteriza que Valparaíso no ha enfrentado: la de su borde superior. Éste es un borde donde la precariedad y el daño ecológico son una presencia cotidiana, como lo han demostrado los incendios que verano por medio asedian la ciudad. Valparaíso está rodeado por dos territorios hostiles que si no son enfrentadas con inteligencia y participación van a dañar severamente el modo de vida de la ciudad.

Quizás valga la pena considerar la posibilidad de que el futuro de Valparaíso no se encuentra solamente en su borde hacia el océano, y empezar a valorar las posibilidades que podrían concretarse en un continuo crecimiento hacia sus cimas con infraestructura y espacio público. Una manera de concretar esto sería, en una primera instancia, mejorar la conectividad de modo tal que los porteños de los lugares más altos puedan acceder a los servicios de la ciudad. En una segunda instancia, nuevos servicios podrían establecerse en dicho sector ampliando el radio urbano de la ciudad y posibilitando inversión que tenga un verdadero impacto social.

Estos bordes, sin embargo, no pueden ni deben estar regidos por la mera especulación privada. Debe ser obra de una política de desarrollo de la ciudad, orientada y motivada por autoridades con una concepción clara de lo que implica dicho proyecto. Debe ser una obra, que si bien no excluye la participación privada, su rol está orientado por finalidades públicas establecidas por la autoridad en un diálogo ciudadano. Por ello, es necesario que, en, todo proyecto de este tipo, sean los porteños los protagonistas de lo público, con espacios, infraestructura y acceso universal.

Si hace ya más de diez años Valparaíso fue considerada un patrimonio de la humanidad, quienes vivimos en ella sabemos que su valor se encuentra en cómo la ciudadanía define y construye sus espacios y rincones de una manera única en el mundo, más allá de la morfología que tengan nuestros edificios. El porteño tiene un modo, y es en ese modo en el que el destino de estos bordes tiene que aparecer para conservar nuestro valor.  Que la Unesco considere que el Mall Barón ahora cumpla con los requisitos para mantener su patrimonio debiese ser la menor de nuestras preocupaciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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