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¿Una estatua para la ministra Brahm?

Jorge González
Por : Jorge González Ph. D. Profesor Universidad Adolfo Ibáñez (Valparaiso, Chile)
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La propuesta de David Gallagher, más que una expresión de apoyo, puede ser una justa reivindicación para el liberalismo, así como para la consistencia y valentía de una de sus mejores exponentes.


A consecuencia del requerimiento de inconstitucionalidad presentado por un grupo de parlamentarios de oposición respecto al proyecto de ley que regula la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, el Tribunal Constitucional falló por seis votos a cuatro por rechazar el referido requerimiento. Con lo anterior culminó un largo proceso político y legislativo en el que estuvieron enfrentados los grupos partidarios de la despenalización con sectores conservadores, mayoritarios y prácticamente hegemónicos en esta materia, en los partidos de oposición.

Sin embargo, que la ministra María Luisa Brahm, propuesta para ese cargo en el TC por el ex presidente Sebastián Piñera en marzo de 2013, fuera parte de la mayoría que rechazó el requerimiento, dio origen a un intenso debate respecto a su voto y la trascendencia de éste.

Lo primero que apareció en este debate fueron las voces conservadoras que se mostraban sorprendidas y desencantadas por el voto de la ministra. Comentaristas políticos de izquierda llegaron a plantear que con su voto la ministra estaría favoreciendo la candidatura presidencial de Piñera, toda vez que habría sacado de los temas de campaña la interrupción del embarazo. Debe recordarse que en lo que corresponde a la interrupción del embarazo hay una brecha entre numerosos votantes de centro que lo favorecen y el consenso en el rechazo entre los dirigentes de los partidos que apoyan al ex presidente. También ha llamado la atención que en defensa de la ministra se han manifestado personas que estando de acuerdo o en desacuerdo con su voto, han resaltado su independencia, consistencia y valentía al emitirlo. Más aun, uno de los comentaristas del fallo, David Gallagher, declaró que “le haría una estatua” a la ministra.

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Ya pasadas varias semanas desde el fallo, es necesario reconocer que el voto de María Luisa Brahm tiene consecuencias institucionales, políticas e ideológicas. En lo primero, se debe recordar que, con anterioridad al fallo, se había instalado en los medios un debate respecto al Tribunal Constitucional, particularmente respecto a las reglas de nombramiento de los ministros. En los planteamientos críticos a la institucionalidad, se destacaba el argumento que sus integrantes actuaban de acuerdo con las preferencias de las coaliciones políticas con que se identificaban y que habían intervenido en el proceso de nombramiento. La independencia con que actuó la ministra, tuvo entre otros efectos terminar con ese debate. Sin embargo, lo más trascendental del fallo son sus consecuencias políticas e ideológicas. La más importante tiene relación con una de las anomalías que ha presentado la política chilena en las últimas décadas: la prevalencia de los sectores conservadores entre las fuerzas de derecha.

Previo a la elección de Allende y al quiebre institucional de 1973, el Partido Liberal que durante gran parte de los siglos XIX y XX había hecho grandes contribuciones al país, se había disuelto. En 1966, junto con el Partido Conservador y una agrupación nacionalista, se fusionaron en el Partido Nacional, para oponerse a las políticas colectivistas del gobierno de la Democracia Cristiana (por quién habían votado en 1964). Durante el gobierno militar se implementaron un número importante de reformas liberalizadoras, especialmente en lo económico. Sin embargo, desde la transición a la democracia, el liberalismo económico tendría que compartir una agenda preponderantemente conservadora en todo tipo de materias: En la UDI y los grupos consistentemente liberales (más allá de lo puramente económico) fueron paulatinamente desplazados; en RN, de hecho, la última manifestación del liberalismo en ese partido fue en el siglo pasado cuando el liberal Pedro Daza intentó postular a dirigirlo.

Los proponentes del liberalismo desde Locke en adelante han hecho las mayores contribuciones al progreso material que goza hoy el mundo, así como también a la instalación de la primera monarquía parlamentaria en Gran Bretaña, la Constitución norteamericana e innumerables contribuciones en la instauración de democracias capitalistas en todo el mundo.

Chile ha sido uno de esos países beneficiados, toda vez que, desde la implementación de un modelo económico liberal, ha pasado a ser el país con mayor ingreso per capita y menor pobreza en la región. Cuando después del intento de la actual administración por erradicar (con retroexcavadora) los cimientos del actual sistema económico y político, nos encontramos prontos a ver un regreso al camino de profundización y extensión de esos principios por una coalición que aúna grupos conservadores, socialcristianos y otros.

El renacimiento y articulación del liberalismo en esta coalición, además de permitir su expansión política, permite atraer nuevos segmentos electorales, más jóvenes y modernos. Si a esto contribuye el voto de María Luisa Brahm, agregado a su intachable reputación, fruto de una larga y consistente trayectoria de más de 30 años en la implementación de reformas liberalizadoras desde ODEPLAN, el Instituto Libertad y en la administración Piñera, la propuesta de Gallagher de una estatua, más que una expresión de apoyo, puede ser una justa reivindicación para el liberalismo, así como para la consistencia y valentía de una de sus mejores exponentes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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