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Ideas sobre el centro

Kenneth Bunker
Por : Kenneth Bunker Facultad de Economía y Gobierno, Universidad San Sebastián
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Los grandes perdedores de la elección fueron los partidos de centro. Tanto el partido tradicional (DC) como los partidos de nuevos (Amplitud, Ciudadanos) sufrieron sendas derrotas. Los resultados muestran que (1) la DC pasó de ser el segundo partido más grande del sistema a una fuerza de cuarto orden, y que (2) Amplitud y Ciudadanos fracasaron como alternativa de renovación. Hoy el centro brilla por su ausencia: mientras que la DC debate cómo salir de su crisis post-electoral, Amplitud y Ciudadanos buscan no ser disueltos por el Servel.

Desde una perspectiva más genérica es evidente que la situación es transitoria, pues se da dentro del marco de una transformación incipiente en el sistema de partidos, como efecto de movimientos tectónicos sociológicos y los incentivos del nuevo sistema electoral (un tema que merece su propio espacio). Desde luego que desde la ciencia política se ha estudiado bastante sobre este tipo de transformación. La mayoría de los estudios que ha ido en esta línea ha tenido como objeto de estudio precisamente el centro y los partidos que lo han ocupado, pues en todos los grandes clivajes ha sido el sector más transitado.

Una de las grandes obras sobre esta materia fue desarrollada por el Reverendo Timothy Scully, quien propuso la existencia de tres grandes clivajes que transformaron el sistema de partidos–clivajes entendidos como grandes fallas divisorias en la sociedad. De acuerdo a Scully el primero fue el conflicto clerical (1860s), tras la cual el Partido Liberal ocupó el centro; el segundo clivaje fue la migración campo-ciudad (1920s), tras la cual el Partido Radical ocupó el centro; y el tercero fue la incorporación de los sectores rurales (1950s), tras la cual la Democracia Cristiana ocupó el centro.

[cita tipo=»destaque»] Mientras que la derecha parece estar bastante cómoda en su nicho tradicional, y la izquierda parece estar suficientemente estable dentro su gravedad (otro tema a tratar en su propio espacio), nada parece estar claro en el centro, pues la fallida decisión de la DC de adoptar el camino propio ha desatado una crisis de proporciones que podría incluso terminar en un quiebre.[/cita]

Este último clivaje generó un orden tripartito, también conocido como el sistema de los tres tercios, que se mantuvo estable hasta el quiebre de la democracia en 1973. Algunos académicos argumentan que un cuarto clivaje emergió tras la dictadura, y que junto al sistema electoral binominal, desplazó a la Democracia Cristiana hacia la izquierda, siendo obligada a pactar con los partidos socialistas. Ahora bien, a pesar de este movimiento estratégico, es también generalmente concedido que la DC permaneció como un partido de centro, al mantener un discurso mediano orientado a la gran clase media.

Entre 1990 y 2010 el sistema de partidos se mantuvo prácticamente inalterado, considerando que las dos grandes coaliciones se repartieron en partes relativamente equitativas los votos en las elecciones y los escaños en el Congreso. En un nivel sociológico se podría argumentar que el sistema comenzó a cambiar en 2009, el año en que jóvenes nacidos en democracia pudieron optar por primera vez a inscribirse en el registro electoral y emitir votos. Pero en un plano institucional parece mucho más claro que el cambio ocurrió en la elección de 2017, tras observarse los efectos de las nuevas reglas electorales.

Los resultados de 2017 sugieren que hay al menos tres grandes bloques en el Congreso. Con matices y excepciones, en la derecha está Chile Vamos, en el centro está el FRVS y la DC, y en la izquierda está la Fuerza de Mayoría y el Frente Amplio. Mientras que la derecha parece estar bastante cómoda en su nicho tradicional, y la izquierda parece estar suficientemente estable dentro su gravedad (otro tema a tratar en su propio espacio), nada parece estar claro en el centro, pues la fallida decisión de la DC de adoptar el camino propio ha desatado una crisis de proporciones que podría incluso terminar en un quiebre.
Hay una serie de evidencia que sugiere que este podría ser el caso. La falla natural en la DC es entre conservadores (quienes abogan por una DC propia empoderada y lejos de la izquierda) y progresistas (quienes se identifican con la otrora concertación). Los resultados de la elección legislativa sugieren que de los 14 diputados elegidos, al menos seis tienen una inclinación conservadora, y que podrían ser funcionales para llevar los 72 votos que tiene Chile Vamos a 78 (el umbral de mayoría absoluta en la Cámara baja). Es decir, las circunstancias coyunturales son propicias.

Es en esta línea que las recientes declaraciones de Mariana Aylwin cobran vital relevancia. Desde su posición de poder al interior del partido y como líder de la disidencia, o del ala más conservador del partido, sus palabras generan un clima perfecto para la división. Para todos los efectos prácticos no es difícil pensar que la DC se podría dividir en dos: una facción más parecida a la DC de Patricio Aylwin, concertacionista y presta a promover las ideas progresistas; y otra facción más parecida a la DC que propone Mariana Aylwin, conservador en lo valórico y dispuesta a dialogar con la derecha.

La tesis es que para el quiebre de la DC se tendrían que dar dos condiciones. Primero, que una facción importante de la DC este predispuesta a abandonar el barco; y segundo, que un sector importante de la derecha este dispuesto a tender puentes con esa facción. Es decir, que el mecanismo causal este dado por la convergencia espacial de ambos grupos. Para probar esta tesis habría que proveer evidencia, al menos en formato lógico, de que ambas condiciones se dan: que una facción de la DC ha girado a la derecha y un sector de la derecha ha girado al centro.

En cuanto a la primera condición, parece ser claro que Mariana Aylwin ha girado a la derecha progresivamente en los últimos años. Para muchos no es novedad, pues su grupo Progresismo con Progreso ya dio varios pasos hacia el centro desde su fundación en 2016, por medio de fijar su posición sobre ciertas políticas públicas en consistencia con la derecha. Un ejemplo: Aylwin consideró la gratuidad como un capricho. Pero más revelador quizás fueron sus sostenidas críticas al gobierno de Michelle Bachelet, y la decisión de no apoyar al candidato del oficialismo en la segunda vuelta.

En cuanto a la segunda condición, parece ser claro que hubo un giro al centro por parte de la derecha. Evidencia de aquello es lo que pasó en la campaña de Piñera entre la primera y la segunda vuelta de 2017. Fue particularmente revelador la decisión de proponer una AFP estatal, respetar la gratuidad en educación superior e incluso avanzar hacia 90% de gratuidad en educación técnica. Esto sin duda es un giro hacia el centro, pues son banderas de lucha progresistas que fueron originadas, al menos en el pasado reciente, por gobiernos de izquierda.

En general parece que tanto el giro de Aylwin hacia la derecha como el giro de Piñera hacia el centro se han acreditado. Mientras que el giro de Aylwin parece ser categórico y definitivo, no queda claro si el giro de Piñera se puede catalogar del mismo modo. No sorprendería si las promesas de campaña de Piñera queden en eso, promesas, pues tiene todo el sentido táctico levantar una agenda progresista, centrada en la clase media, para expandir el techo de votantes. Además, va en línea con teorías de ciencia política que enseñan que para ganar segundas vueltas hay que ir precisamente hacia el votante medio.

En cualquier caso, parece haber bastante evidencia que sugiere que un giro hacia el centro de Piñera podría traer importantes beneficios políticos y electorales. Primero, porque la reciente victoria de RN (por sobre la UDI en las elecciones legislativas) vuelve a poner en la primera fila las ideas más moderadas de la derecha, lo cual da importantes incentivos para seguir corriendo el cerco. Pero más allá de eso, sería consistente con la inequívoca señal de la elección que las ideas de centro son necesarias para obtener poder. Si Piñera quiere asegurar la continuidad de su obra será menester gobernar para el centro.

Más allá de acreditar si ambos giros se dieron, es importante sostener que el orden temporal importa. En esta línea, el giro de Aylwin ocurre antes que el giro de Piñera. Eso es relevante, porque sugiere que Aylwin estaba esperando el momento preciso para entregar su beneplácito a Piñera. Eso solo ocurre después de la segunda vuelta. Esto sugiere que antes de la primera vuelta los puentes entre la derecha y el sector conservador de la DC no estaban construidos, probablemente ni siquiera diseñados. Incluso, es factible que la lectura de los resultados de la primera vuelta fueron el factor catalizador.

En definitiva, por ahora lo que pasará con el centro es un misterio. Pero la DC averiada, dividida y sin injerencia entrega importantes pistas. El giro a la derecha de Aylwin y compañía y el guiño al centro de Piñera sugieren que existe un clima propicio para una división. Si se considera la historia setentera del partido como parte de la CODE, con el partido Nacional, no sería raro un quiebre. Sin embargo, es difícil pronosticar una separación definitiva por el peso que aun ejerce el clivaje dictadura-democracia, donde muchos camaradas probablemente no estarían dispuestos a cruzar la frontera invisible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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