
La ministra Cubillos y el mérito
«Cuando conoces estudiantes de regiones, con promedio 6,8 en Octavo Básico, que postulan a través del SAE [Sistema de Admisión Escolar] para ingresar a I Medio a un liceo de su preferencia y no quedan seleccionados, es evidente que hay que hacer mejoras al sistema para introducirle mayores niveles de justicia» (@mcubillossigall, 2 dic)
Por alguna razón en estos días vuelve a reflotar la idea de la selección en los colegios, probablemente ante el vacío de la agenda de educación luego de la discusión sobre aula segura. Saltamos entonces de uno de los temas favoritos de la derecha – seguridad y protección de la barbarie social – hacia otro tema que también tiene que ver con establecer los límites entre la gente correcta y la gente incorrecta. En el caso de la selección escolar, el sujeto a aislar ya no es el salvaje incontrolable de aula segura, sino el flojo. Y para precisar aún más: aquél genéticamente flojo, quien independiente de su contexto económico, social y cultural elige libremente sacarse un 6,0 en lugar de un 6,5 y por lo tanto debería estar condenado a un tipo de colegio por sobre otro.
Detrás de estos planteamientos la idea fundamental parece ser la del mérito, criterio de justicia distributiva que vincula esfuerzos y talentos con recompensas. En breve: que el que se esfuerza más, tenga más. ¿Quién podría estar en contra de una idea tan básica? ¿No es el mérito el máximo principio de justicia, la forma de llegar a la deseada sociedad meritocrática? Probablemente la ministra de Educación Marcela Cubillos comparte este sentido común, aún cuando quizás no sepa que el término meritocracia, acuñado en los 60s por el sociólogo Michael Young, posee connotaciones originales bastante catastróficas en términos de reproducción de la desigualdad (al respecto ver mi columna de hace un año aquí.
No le podemos exigir a la Ministra que sepa realmente el significado original de la meritocracia, ni tampoco es totalmente imprescindible que sea experta en educación. Sin embargo, sí es exigible que el ministerio como institución supere el sentido común y que tenga como referente al país y su contexto, más allá de un estudiante de regiones de 8vo básico.
Y con lo anterior, quiero enfatizar que cuando uno no sabe sobre un tema, también es de sentido común preguntarle a la gente que sabe. Es más, si la ministra realmente valorara el mérito, entonces escucharía en primer lugar a las y los investigadores que han puesto su talento y esfuerzo en estudiar este tema por años en el país, ya que justamente la investigación es la que ofrece conocimiento desarrollado de manera sistemática que nos permite ir más allá del caso particular. Y además, se trata de investigación financiada en gran parte por el mismo Estado, con los impuestos de todos nosotros: tenemos hace años centros de investigación en educación financiados por CONICYT, y los proyectos FONDECYT de educación lideran las postulaciones y aprobaciones en el área de ciencias sociales y humanidades. Entonces, si el mismo gobierno de la ministra financia a expertas y expertos que investigan en este tema, ¿por qué mejor no escuchar esta evidencia en lugar del propio sentido común y el caso particular? Es como si yo financiara un hospital, pero cuando estoy enfermo le pido un diagnóstico a alguien que va pasando por la calle.
Las y los investigadores expertos en temas de educación y selección escolar ya han hablado, y hace bastante tiempo. Si realmente el ministerio de Educación cree que el conocimiento desarrollado de manera sistemática es valioso, entonces corresponde escucharlos.
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