Publicidad
Crisis de sentido y bien común Opinión

Crisis de sentido y bien común

Claudia Vaca
Por : Claudia Vaca Magister en Ética Social y Desarrollo Humano: Ciencias Sociales, de la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile
Ver Más


Cuando las instituciones como la familia, los partidos políticos, las distintas instancias de gobierno, los sindicatos, los comités, concejos municipales, departamentales, ministerios, colegios, gobiernos regionales, centros culturales, federaciones, etc. se convulsionan y se olvidan de su sentido de ser: el bien común, se dejan de preguntar, ¿Qué bien es el fin de los fines?, tal cual hiciera Aristóteles en Ética a Nicómaco, entonces estamos frente a una crisis de sentido, en la humanidad y en las instituciones que esta misma ha creado.

En estos contextos hay dos fuerzas, las que quieren recuperar el sentido de ser: bien común y las que quieren atiborrar sus mezquinos e insaciables intereses, entre estas dos fuerzas lo que brilla es: la ausencia de justicia y de templanza, luego le sucede una cadena de acciones: normalización de violaciones de todo tipo, desplome de la democracia y el mesianismo presidencial predominante en Latinoamérica y en los países más corruptos del planeta, para ilustrar más la cadena de acciones: se regodean los autoritarismos estableciendo alianzas entre unos y otros países, para alcahuetearse y hacer contrapeso de poder al enemigo, y juntos terminar de perforar los estómagos con hambre, la economía familiar, aumentar el éxodo de los habitantes entre un país y otro, con la violencia y xenofobia respectiva cobrando su salario en los aeropuertos, consulados, servicios de extranjería, etc.

Se consolida la ausencia de credibilidad en la democracia procedimental, eliminándose con control zeta todas las estampas de fe en las instancias electorales. El voto, la huella digital, la identidad del ciudadano, es un juguete del presidencialismo y la democracia electoral, que les permite tirar las cartas, pautar el juego numérico, estadístico del “elegido”, para ir luego al peluquero, pedirle que le corte las orejas, para quedar convenientemente sordo, no oír la demanda del pueblo, no ejercer el sentido de la democracia: escucharnos unos a otros, para construir el camino de la libertad y bien común.

Olvidada la ética en todas las instancias administrativas del gobierno del pueblo y para el pueblo, agotadas las instancias de justicia, con quintales de harina blanca de exportación, poniendo la balanza a su favor, “mejorando la economía” de quienes la pesan. En este contexto sigue aumentando la violencia intrafamiliar, el maltrato a los niños, la drogadicción juvenil en las afueras de los colegios y plazas, los embarazos adolescentes, los analfabetos funcionales, la depredación de la naturaleza, etc.

Se diluye la ilusión del tejido humano en distintos países de Latinoamérica y el mundo, denotando todo ello, la profunda crisis de sentido, como diría el psiquiatra Viktor Frankl, refiriéndose a las vidas y la ética de las personas durante la segunda guerra mundial, como lo dice el pedagogo y filósofo, fundador de las constelaciones sistémicas, Bert Hellinguer refiriéndose a la necesidad de entender que todos los conflictos detonados en cada persona y en el mundo son producto del sistema colapsado y la exclusión entre unos y otros.

Ambos pensadores coinciden en el hecho de que la enfermedad política, económica, social, la caída de las instituciones creadas por el mismo ser humano, la ausencia de justicia y sentido de bien común, expresan la falta de salud mental y espiritual en la que estamos sumergidos, desde que empezaron las guerras a sacudir este cuerpo terrestre que habitamos, ¿acaso habrá que exigir un examen de salud mental a nuestros candidatos y actuales gobernantes, antes de votar por ellos, para que dejen de jugar con nuestras huellas digitales y nuestra identidad en un carnet?.

Los momentos de crisis institucionales denotan una falta de sentido y autocrítica, la necesidad urgente de cambio de conciencia, cambio de paradigmas. Los ismos que aluden a movimientos, escuelas o doctrinas: como capitalismo, socialismo, liberalismo, etc., en todas sus versiones han caducado. Estamos llamados a realizar una cirugía en todas las instituciones y el día a día de los ciudadanos, es necesaria una reflexión sobre la conducta de quienes guían nuestras instituciones y de todos nosotros, los presidencialismos como sistemas de administración pública no sirven más para gobernar nuestros países, otorgar poder a un alcalde, a un gobernador, sin dejarle claro que es nuestro empleado, y no al revés, es el primer paso para acabar con esta sarta de abusivos gobernando nuestros bienes y servicios con sus vicios.

Ha caducado el modo de gobernar, no aporta la gente que sigue creyendo en una revolución en la que unos ganan y otros pierden, las formas de cambio en las que insisten los movimientos sociales son arcaicas, ajenas a las nuevas conciencias que se están gestando, naciendo; y que la humanidad, para sobrevivirse a sí misma necesita. Los movimientos sociales de la región insisten en la marea de ovejas, con un mesías, para que el lobo venga y las coma sin que se dé cuenta, se sigue actuando con sed de venganza y poder, así se llenan las calles, se grita hasta la afonía consignas que ni se entienden, ni se reflexionan, ni se investigan, la propuesta de revolución a punta de balas en forma de insultos, respirando los gases, quemando llantas, basura, frases desorbitadas, iracundas, enfrentamientos, etc. todo ello está acabando con la poca salud, la convivencia pacífica entre los países y la humanidad.

En consecuencia, con todo lo argumentado, plantearé las siguientes provocaciones para seguir reflexionando como sociedad y como individuos: ¿Qué bien es el fin de las diversos pueblos, países, ciudadanos, movimientos sociales de Latinoamérica y el mundo?, ¿qué pretenden cambiar del orden establecido, por qué insisten en tácticas del siglo pasado, que han fracasado, derramado sangre, contaminado el aire, con camiones verdes cargados de policías, con hordas enarboladas, sordas a sí mismas, etc.? , ¿habrá alguna relación entre el momento de decadencia del contexto histórico en el cual vivieron todos nuestros antepasados y el cual estamos viviendo actualmente?, ¿cuál es el rollo filosófico, político, epistémico e histórico del que no hemos salido aún.?

Sin duda alguna, si algo puede servir como punto de partida para abordar estas reflexiones e invitarnos a hacerlas en este cierre de año, es que: el desafío de hoy es ante todo epistémico, desde allí, podríamos forjar las respuestas para el siglo XXI, sincronizarnos con los latidos del planeta y la lucidez de los nuevos seres que llegan con nueva información, leer los aportes de mentes lúcidas, plenas de sentido de bien común, que tenemos en la filosofía, la política, la pedagogía, la sociología, la economía, la poesía, y todos los géneros literarios, etc. entre medio de ello,  habrá que consensuar: ¿qué es el bien común?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias