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De evangélicos y de macarras de la moral

Por: Verónica Rabb. S


Señor Director:

Cada cierto tiempo vuelven a estar en el ojo del huracán. El obispo Eduardo Durán, líder de la Primera Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, confirmó hace unos días que se divorciará de su actual esposa para contraer matrimonio con su nueva pareja que, aparentemente, durante algún tiempo fue extramarital.

La decisión provocó una gran molestia al interior de la congregación religiosa, a tal punto que otros líderes solicitaron la renuncia de Durán a la iglesia. Pero hay más. Junto a la separación de su esposa y el sorpresivo anuncio de sus segundas nupcias, la noticia de una abultada cuenta corriente de más de 130 millones de pesos obtenidos de los diezmos terminó por hacer saltar muy lejos la tapa de la olla.

Valga como ejemplo que diversos sectores de la congregación comenzaron a exigir a gritos su salida del cargo, llamado al que también se sumaron parlamentarios como el diputado RN Leonidas Romero y el parlamentario de Revolución Democrática Pablo Vidal, quienes cuestionaron la figura de Eduardo Durán por la seguidilla de escándalos que han marcado su gestión a la cabeza de la Primera Iglesia Metodista Pentecostal.

Si bien en este caso puntual se pretende actuar con justicia, son muchos años los que Durán ha contado con la complicidad e impunidad de su entorno. En el mundo evangélico es conocido que, además de su capital político-religioso, maneja un importante patrimonio económico, muy distinto al que mantenía antes de ser pastor. Sin ir más lejos, pese a que su información comercial no registra profesión, el obispo cuenta hoy con un importante patrimonio, donde se incluyen propiedades avaluadas en $ 1.800 millones, empresas y también vehículos de alta gama.

Por eso, lo que sorprende de esta crisis, una de las peores de los últimos tiempos al interior de la institución religiosa, es que todo parece indicar que se resolverá por el anuncio de divorcio del religioso más que por la acumulación indebida de riqueza.

Así como hay buenos y malos políticos, abogados, médicos, periodistas y profesionales en todos los sectores de la sociedad, resulta legítimo no tolerar a todos aquellos que hacen negocios con la fe de las personas y que, no contentos con eso, se permiten dictar normas a la sociedad, declararse antileyes para ampliar los derechos humanos y civiles para mayor tolerancia y mejor convivencia en el país.

¿Recuerdan aquella canción de Joan Manuel Serrat, Los Macarras de la Moral? Pues bien, mientras termino de escribir estas líneas no puedo dejar de recordar su letra: ‘Y te acosan de por vida/ azuzando el miedo,/ pescando en río turbio/ del pecado y la virtud/ vendiendo gato por liebre/ a costa de un credo/ que fabrica platos rotos/ que acabas pagando tú». Letra pintada para ser dedicada al obispo y a su iglesia, ¿no creen?

Verónica Rabb. S

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