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A las puertas de la política de J.A. Kast Opinión

A las puertas de la política de J.A. Kast

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Modesto Gayo
Por : Modesto Gayo Sociólogo de la Universidad Diego Portales.
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A las puertas de que Kast nos diga que los negros son negros y los blancos, blancos, que la sopa se come con cuchara, los domingos debemos ir a misa, las niñas con falda larga y los varones con pantalón, que Trump tiene razón y el pelo rubio rojizo, que Bolsonaro baila en tanga en las playas de Río cuando no lo ven, mientras reza por la vida de mujeres que no le importan, y que el ave socialista se está extinguiendo por el cáncer de Chernóbil.

Cuando se acomoda, subido como un polizón, en un barco de patronos, reclamando a los esclavos contemporáneos de las clases subalternas que remen a más velocidad, pues el problema de Chile es la desidia y la falta de productividad. En el momento en el que superpone su rostro sonriente de Ricitos de Oro con la imagen de un antepasado que confirma su estirpe europea occidental.

A la manera del Presidente que no iba ser Presidente pero se lo pide el pueblo o el momento histórico, del partido que no iba a ser creado en beneficio de la asesoría altruista de políticos, el experto en lidias parlamentarias, el poder detrás del poder, el cheerleader de la derecha que continúa animando la fiesta del pinochetismo que ya terminó, el muñeco porfiado que no se deja caer y a quien no se le termina la pila, se agarra cual Tarzán de las lianas que van dejando atrás los políticos americanos antedichos, más Boris Johnson y Nigel Farage, Marie Le Pen y Matteo Salvini, Macri herido o Maduro en su caída libre, los atentados antiaborto en Estados Unidos, o las misas en iglesias evangélicas, el terror incendiario de la CAM, o los excesos de la Fiscalía.

Protegido por el silencio marcial, por la familia militar, se pone el traje de Carabineros de Chile en los desfiles de las películas que siempre soñó interpretar, apuntando con su fusil a los pobres ausentes en una historia oficial que los condenó desde su nacimiento.  

Fuera del Parlamento come papas fritas en los bares de Santiago centro, saluda a los taxistas y choferes de bus, compra en verdulerías de la esquina y se pasea por supermercados de moda, recordando en cada conversación a Jaime Guzmán y el desastre de la UP, y no porque lo diga solo con palabras, sino con su mirada de político que no puede hacer otra cosa más que ser político, atento a convencer a un potencial electorado de que esta vez en el tren al sur viene subido J.A. Kast.

El nuevo presidenciable del pueblo, de rojo desteñido si hace falta, se pone la camisa azul y un pantalón elegante para dar altura moral a sus palabras. Con las banderas recién diseñadas del Partido Republicano, su escudo de Capitán América, convertido en un político de Marvel, intenta hacer gestos de superhéroe sin tener sus cualidades, es decir, se viste de ropa de carnaval para hacer una gimnasia que quiere ayudar a transformar la ficción en realidad, en vez de esta en algo tan difícil como deseable, un país mejor.

Lanzando rayos imaginarios a sus enemigos con sus ojos azules transparentes, se propone desbaratar el orden consolidado en la derecha, para afirmar que hay algo que decir en estas tierras alejadas del fin del mundo, un mensaje redentor que esparcir, con la promesa de inviernos lluviosos y veranos suaves, un lejano Chile patriarcal que desea desembarcar nuevamente para redescubrir América, a la manera de un nuevo Colón con plumas en la cabeza y cola de pavo real, picoteando las sobras de las sobremesas que otros mandatos de gobierno dejaron atrás.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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