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La crisis climática: la lucha de nuestras vidas Opinión

La crisis climática: la lucha de nuestras vidas

Daniel Narrias
Por : Daniel Narrias Doctor en Física de Partículas (trabajé en LHC, Gran Colisionador de Hadrones, CERN, en Suiza), activista climático (coordinador de Viernes por el Futuro Santiago). Trabaja actualmente en Energía Solar Fotovoltaica
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Nos encontramos en medio de una crisis climática y ecológica sin precedentes. Recientemente hemos sobrepasado 415 partes-por-millón de dióxido de carbono en la atmósfera, niveles nunca antes vistos salvo hace aproximadamente 3 millones de años en la época Pliocena, antes de la existencia de humanos y en un contexto donde el Ártico tenía bosques y el nivel del mar era 25 metros más que hoy en día, un mundo totalmente diferente al que conocemos.

Los extremos son la nueva “normalidad” en esta crisis. El pasado mes de junio hubo una ola de calor en Europa y en USA, alcanzando records de temperatura. En Francia, por ejemplo, alcanzó los 45.9 °C. La probabilidad de ocurrencia y la intensidad de olas de calor se ven potenciados por la crisis climática. Con ello, incendios forestales también se incrementan. Ya lo sabemos en Chile, donde desde 2017 hemos perdido más de 600 mil hectáreas de bosques nativos. Huracanes, inundaciones y sequías son cada vez más frecuentes y destructivos. La ONU advierte que se espera globalmente un desastre por semana ligado a la crisis climática, los cuales causan pérdida de infraestructura, desplazamiento (migración climática), pérdidas de cosechas y sufrimiento, siendo los países y comunidades más pobres del Sur Global las más vulnerables.

La crisis climática no impacta solamente la vida de las comunidades más pobres y vulnerables, también impacta la vida de otros seres vivos. En procesos evolutivos de millones de años, la naturaleza ha alcanzado un equilibrio biofísico entre especies y hábitats. En lo que es un instante comparado a las escalas de tiempo geológicas, nuestro orden social ha contaminado y alterado las condiciones biofísicas de los ecosistemas, destruyendo con ello la vida animal y vegetal. Las poblaciones de vertebrados -mamíferos, peces, aves, anfibios y reptiles- en promedio han desaparecido 60% entre 1970 y 2014, siendo América Latina el sector del mundo más golpeado en su biodiversidad con una pérdida del 89%. El mundo científico ya habla sobre la sexta extinción masiva de las especies

La lista suma y sigue. Nos encontramos en medio de una crisis, una amenaza a la vida natural y civilización humana cuyas consecuencias ya no son simplemente futuras, sino que presentes. Si continuamos con el mismo curso, con business-as-usual, las consecuencias previstas por la ciencia son catastróficas. Es una amenaza real a la existencia. Ante esta crisis, cuál es la respuesta de la política y el mundo económico? 

La inacción política y su complicidad: lo políticamente posible.

Las crisis climática y ecológica no pueden ser entendidas sino como resultado del orden social imperante, en lo político y económico. En lo político, tras más de 28 años desde la Convención Marco sobre Cambio Climático de la ONU en 1992 y una gran cantidad de negociaciones internacionales cada año en la Conferencia de las Partes (COP), los Estados han carecido de voluntad política real para implementar medidas concretas más allá de los compromisos adquiridos en el papel. El Protocolo de Kioto de 1997, el cual no entró en vigor sino que recién el 2005 tras ratificación de suficientes estados firmantes, tuvo efecto vinculante para países en su mayoría industrializados para el período 2008-2012. Sin embargo, la reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) comprometida no fue cumplida. Más aún, el intento de extender los compromisos de los Estados más allá del 2012 fue todo un fracaso, como quedó  reflejado en la Enmienda de Doha del 2012, la cual no ha entrado en vigor hasta la fecha debido al bajo nivel de ratificación internacional: de los 37 países industrializados con compromisos vinculantes, solamente 7 la han ratificado. 

El Acuerdo de París del 2015 vino a revivir los esfuerzos de la comunidad internacional contra la crisis climática, estableciendo un tratado cuyo objetivo de largo plazo es mantener la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C con respecto a niveles preindustriales y proseguir esfuerzos para limitar el aumento de temperatura a 1.5°C. Para ello, todos los Estados propusieron medidas de mitigación del calentamiento global determinadas nacionalmente, NDC (por sus siglas en Inglés, Nationally Determined Contributions). Sin embargo, los NDC y políticas públicas actuales son insuficientes, ya que conducirían a un calentamiento global sobre 3 °C, de consecuencias catastróficas.

En lo económico, las industrias responsables del colapso climático actual han sistemáticamente aumentado su producción, siguiendo una agenda de expansión en pos de mayor acumulación y rentabilidad sin miramientos del desastre medioambiental que producen. Desde 1988, simplemente 100 empresas de energías fósiles han emitido el 70% de GEI globales. La aceleración de emisiones año tras año y expansión de industrias como de energía fósil, agropecuaria y del plástico han ocurrido independientemente y a pesar de los inocuos acuerdos políticos internacionales y el mandato que los Estados tienen de proteger el bienestar de las personas y los ecosistemas, lo cual debería traducirse en control y freno de estas industrias. Por ejemplo, desde la adopción del Acuerdo de París, el mundo financiero ha invertido la exorbitante suma de 1,9 millones de millones de dólares en la industria de energía fósil, en lugar de invertirla en la industria de energía renovable la cual requiere una inversión anual de 2,4 billones de dólares hasta el 2035 para desplazar las energías fósiles y lograr el objetivo de mantener el calentamiento global bajo 1.5 °C, según estimaciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC). Por si no fuera suficiente, la inversión en energías renovables el 2018 disminuyó 8% respecto el 2017 mientras que la inversión en energías fósiles aumentó. Esto muestra grandes del mundo financiero y como esperado las industrias contaminantes no están alineadas con el IPCC y un mundo bajo 1.5 °C, sino que sus acciones son el combustible de la crisis climática.

Se podría concluir que el poder real reside en el mundo económico y financiero, ya que las decisiones de inversión y expansión industrial y los resultados concretos de emisiones e impacto en la naturaleza que emanan de las mismas, son totalmente ajenas al clamor de la sociedad civil contra la crisis climática y las alarmantes advertencias de la ciencia: los Estados y la comunidad internacional, donde supuestamente reside la voluntad democrática de la ciudadanía, finalmente son meros espectadores, sino derechamente en muchos casos cómplices de la devastación del mundo natural. Al parecer la inacción política y su complicidad es lo políticamente posible.

El activismo climático como respuesta de la ciudadanía y esperanza de futuro

Ante esta inacción, complicidad y alevosía, han irrumpido movimientos ciudadanos erigiéndose como la consciencia de esta era, comprometidos por nuestras vidas en activismo climático y ecológico en un esfuerzo global y común de supervivencia y esperanza en contra de las fuerzas de destrucción que se ciernen sobre nosotros. Una simple niña escolar, con síndrome de Asperger, comenzó a protestar cada Viernes frente el parlamento de su país, Suecia, demandando a la clase política tomar acciones concretas y radicales contra la crisis climática. Lo que empezó como una pequeña valiente acción de un mero individuo se transformó en un movimiento de millones y millones de adolescentes y jóvenes en todo el mundo, que marchan y se manifiestan cada viernes demandando lo necesario para tener esperanza de un futuro. Viernes por el Futuro ha cambiado el discurso mediático y político global, y hecho de la crisis climática un tema de importancia en las más altas esferas de poder político. 

Las manifestaciones multitudinarias y la desobediencia civil de la humanidad global movilizada se han convertido en las herramientas que han probado ser efectivas ante una clase política adormecida y cómplice y un mundo económico y financiero indolente o criminal. Extinction Rebellion (Rebelión contra la Extinción), un movimiento de activismo climático con principal influencia en países angloparlantes y europeos, han utilizado la desobediencia civil y la acción directa no-violenta para forzar a los gobiernos a la acción y decir la verdad sobre la crisis climática. La rebelión internacional que iniciaron el 15 de Abril con principal impacto en Reino Unido, convirtió la crisis climática en tema ineludible de la clase política y los medios de comunicación, logrando la irrupción deseada. Las olas de manifestaciones multitudinarias todos los viernes en todo el globo, la acción directa no-violenta como desobediencia civil y la movilización conjunta de la sociedad han logrado captar la atención de los medios y de la clase política, quienes se han vistos forzados a comprometer medidas contra la crisis.

Es así que cientos de ciudades han declarado emergencia climática en todo el mundo. Los gobiernos de Gales, Irlanda y Escocia declararon emergencia climática, como también los parlamentos de Inglaterra, Portugal y más recientemente Canadá el 17 de Junio. Reino Unido, Francia, Alemania, España, Holanda y Chile se han comprometido a transformar sus economías a Carbono Neutralidad al 2050. Importantes declaraciones, no obstante, en el siguiente segundo las acciones de muchos gobiernos contradicen las intenciones. Por ejemplo, el 18 de Junio, el siguiente día tras la declaración nacional de emergencia climática en Canadá, este país aprobó la expansión de un masivo proyecto oleoducto de 5.5 mil millones de dólares, siendo justificado por su primer Ministro con que todas las utilidades serían usadas para financiar la transición a una economía verde… 

En Chile no nos quedamos atrás. Tras el anuncio del gobierno del Pte. Piñera del plan de descarbonización del sistema eléctrico nacional (SEN) para cerrar las termoeléctricas a carbón al 2040, la empresa Engie, de capitales franceses, da de baja sus primeras dos carboneras en Tocopilla de un total de 170 MW pero acto seguido inaugura una nueva carbonera en Mejillones de 375 MW, de tal forma que la capacidad instalada de carboneras en el SEN aumenta en vez de disminuir tras el anuncio del plan de descarbonización. Por lo demás, este promocionado plan es derechamente insuficiente, ya que no especifica el cronograma de cierre luego del 2024 ni el plan para descarbonizar 45% la economía al 2030 como requerido por el IPCC para mantener el calentamiento global bajo 1.5°C, en lo cual se basa la promesa del gobierno de Carbono Neutralidad al 2050. El 2040 simplemente es muy tarde. La no ratificación del tratado de Escazú; mina a carbón Mina Invierno y conflicto flagrante de intereses donde el gobierno trata de inmiscuirse en sentencia de tribunales sin respeto a la institucionalidad; las zonas de sacrificio (hace algunos días, nuevamente altos niveles de dióxido de azufre detectados en Quintero); los proyectos de Minera Dominga y Puerto Cruz Grande; y un largo etcétera de conflictos socioambientales, en el cual el anfitrión del COP25 falla. ¿El plan de descarbonización y el anuncio de Carbono Neutralidad al 2050 son acaso simplemente una estrategia comunicacional, digamos greenwashing, camino al COP25?

Si la clase política nos falla, la ciudadanía se verá forzada a rebelarse y tomar la acción por el futuro en sus propias manos. Ejemplo de ello es la intervención de desobediencia civil no-violenta masiva de activistas climáticos del movimiento Ende Gelände, Alemania, que se tomaron la mina a carbón a tajo abierto Garzweiler. Según una vocera del movimiento, “esto no es sólo sobre la energía del carbón, se trata de cambiar un sistema destructivo que se basa en la búsqueda de un crecimiento económico infinito y la explotación. Estamos luchando por un futuro en el que las personas cuenten más que las ganancias”.  

Por ello, esto no es más que el comienzo de una lucha de largo aliento por nuestra existencia. Las nuevas generaciones, que han iniciado Viernes por el Futuro, se unen a las innumerables luchas socioambientales locales de larga data de las comunidades y movimientos que luchan por dignidad y un buen vivir en Chile, Latino América y el mundo. Seguimos los pasos de aquellos que han luchado antes y siguen luchando el día de hoy. La existencia de todos y de cada uno de nosotros depende de ello. Esta es una lucha donde todos son necesarios. Nadie sobra ni es demasiado pequeño para lograr un cambio. Por ello, alcémonos en solidaridad y con determinación por un futuro para todos, para la humanidad, las especies y toda naturaleza. Alcémonos en una sola voz que exija futuro a la clase política e imponga su voluntad al mundo económico en la Semana Global por el Futuro entre el 20 y 27 de Septiembre, culminando en una marcha general global el 27 de Septiembre como antesala al COP25.

Juntos somos imparables. Esta es la lucha de nuestras vidas. Un nuevo mundo es posible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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