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En respuesta a opinión «O’Higgins: pilar de la unidad nacional»

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Por: Alejandra Rodríguez Ortega


Señor Director: 

El 23 de agosto de 2019 leí con agrado la opinión enviada por el Comandante en Jefe del Ejército Ricardo Martínez Menanteau, con ocasión del natalicio de Don Bernardo O´Higgins. En aquella carta, el Comandante en Jefe del Ejército llamaba a la ciudadanía y a la familia militar a tomar la figura de uno de nuestros padres de la Patria como ejemplo de unidad nacional para restablecer las confianzas rotas no sólo a causa de las situaciones que hoy vive el ejército, sino “también respecto de las situaciones del pasado”, frase que a esta lectora le parece una clara alusión a la dictadura de Augusto Pinochet.
Rescato y adhiero a esa carta de hace tres días y quiero decirle abiertamente al general que para congregar a la unidad nacional, hay ciertos gestos que son necesarios, aunque sean un saludo a la bandera que, como símbolo patrio, representa a la nación toda: la ciudadanía necesita símbolos que la aglutinen, no que la dividan.
Efectivamente don Bernardo O´Higgins Riquelme fue un militar ejemplar: puso su fortuna personal a disposición de la causa libertadora, jamás ocupó su puesto para sacar provecho personal y aunque tuvo que tomar decisiones militares complejas como ordenar la muerte de otro padre de la Patria, don Manuel Rodríguez Erdoíza, siempre tuvo en vista como fin último la independencia de Chile y el desarrollo del país.
O´Higgins tuvo especial interés en desarrollar la educación pública laica para hombres y mujeres pues, entendía que un pueblo educado es capaz de defender mejor sus derechos y de manera pacífica. O´Higgins además, no sólo se preocupó por los alumnos chilenos, sino también por los profesores y creó la Escuela Normalista, donde se educaron nuestros primeros maestros y por si fuera poco promulgo en 1922 una Constitución Política que establecía la separación de poderes del Estado con un congreso bicameral, y consagraba varias garantías constitucionales entre las cuales estaba la igualdad ante la ley.
Recojo sus palabras, general, porque todos sabemos que este país tiene una herida que no sana y que tiene como símbolo a Augusto Pinochet Ugarte, un militar muy distinto de don Bernardo O´Higgins Riquelme. En efecto, aunque Pinochet armó y modernizó al ejército, razón por la cual entiendo desde lo racional que muchos miembros de las Fuerzas Armadas le sean leales, a pesar de todo lo que se ha sabido desde el 11 de septiembre de 1973 a la fecha, le quitó al ejército un bien inmaterial que aún no recupera: el aprecio de la ciudadanía.
Pinochet abusó del poder en todo sentido: en una institución vertical y jactándose de que no se movía ni una sola hoja en Chile sin que él lo supiese, dio órdenes aberrantes a oficiales de menor rango para ser ejecutadas en la persona de miles de compatriotas y luego negó toda participación en los hechos; aún más, profitó económicamente del Estado de Chile, destruyó la educación pública fundada por O´Higgins, degradó a los profesores y mandó a hacer una constitución a la medida de sus intereses. Estoy diciendo algo que es de público conocimiento, mis palabras son ecos de reportajes, de muchas sentencias y de miles de testimonios.
Después de leer su carta y encontrarle toda la razón en cuanto a que es importante que como chilenos encontremos la forma de salir de esta grave crisis de confianza en las instituciones, derivada de la corrupción en instituciones civiles y militares, es importante no sólo que reconozcamos que pasaron y pasan cosas graves en Chile, sino que encontremos soluciones democráticas adecuadas para avanzar hacia el futuro sin olvidar el pasado: aprender de él como una lección brutal de lo que implica la falta de entendimiento y diálogo de una sociedad democrática, y de lo pernicioso que es anteponer los intereses personales al interés de Chile.
En relación a lo anterior, no es menor que la primera mujer Presidente de Chile, quien además es hija de un general torturado por la dictadura, haya enviado al congreso un proyecto de nueva constitución cuya tramitación está en pausa, pese a que constituye una invitación al entendimiento de todos los actores sociales, y una oportunidad para reconstruir confianzas. Sé que el ejército es “no deliberante” y no puede opinar respecto de este proyecto, pero puede tener otro tipo de gestos.
Hace ya cuatro años, estando muy interesada en la figura histórica de Manuel Rodríguez, busqué información oficial en la página web del ejército para recoger su visión del héroe nacional, más allá del mito. Dado que Rodríguez fue por dos días (en marzo de 1818) Director Supremo interino, supuse que estaría dentro del cuadro de honor, al lado de Bernardo O´Higgins y de José Miguel Carrera, o que al menos habría alguna referencia a su obra como informante del Ejército Libertador, pero ni siquiera aparece su nombre en la reseña histórica del ejército. De verdad, esperaba encontrarlo; después de todo, Manuel Rodríguez fue una suerte de jefe de inteligencia del ejército chileno y su papel como formador de un contingente de informantes (muchos de ellos mujeres) fue crucial en la independencia de Chile.
Ayer, cuando leí su carta, volví a revisar a la página web del ejército: sigo viendo la cara de Pinochet y la ausencia absoluta de Rodríguez. Por eso, ya que usted envió una carta llamando a la unidad nacional, pensé en enviarle estas palabras que hoy me parecen oportunas en atención a todo lo que estamos viviendo como país, instando al ejército a reconocer la obra de un adversario político de O´Higgins que fue siempre leal a Chile.
La muerte extingue la responsabilidad penal y Pinochet, ya muerto, quedó en la historia como Comandante en Jefe entre el periodo comprendido entre 1973-1998, es un hecho. Pero si el ejército es de todos los chilenos, piense usted en lo desagradable que es entrar a un sitio oficial de la República de Chile y ver en el cuadro de honor la cara de un hombre célebremente famoso en todo mundo por sus crímenes de lesa humanidad y enriquecimiento ilícito. Sólo tal vez, se podría a lo menos, quitar la foto conservando los datos pertinentes, ya que su nombre de todos modos permanecerá en la historia como el de un hombre que dividió a Chile de manera profunda.
Si le envío esta carta general, es porque viviendo en democracia me siento con la libertad para manifestar mi opinión, y si el Ejército de Chile también es mío, me permito pedir a la familia militar que haga algunos gestos pues, en mi opinión muy personal y en opinión de muchos compatriotas de izquierda y de derecha, Pinochet es una vergüenza para las Fuerzas Armadas y un personaje funesto para el país.
Me atrevo a decir que con todos los antecedentes que existen, si don Bernardo O´higgins Riquelme estuviese vivo me hubiese encontrado la razón, porque Manuel Rodríguez pudo ser un militar insurrecto, pero jamás hubiese mandado a torturar a una mujer, por poner sólo un ejemplo.

Alejandra Rodríguez Ortega

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