
La falacia del 10% o la política solo estuvo a la altura de la gente
El título parece evidente, pero en realidad esconde la idea de que esta vez la política no dio el alto de las expectativas de la propia política. Entre buenas y malas prácticas, no dio el ancho y terminó siendo su peor enemigo; a favor de la “inmensa mayoría”.
Mucho hemos escuchado, estas últimas semanas, que en medio de la pandemia, la gente necesita el 10%; tanto como escuchamos que esos recursos no debieron tocarse, y lo que se requería era inyectar otro tipo de fondos que permitieran a la gente salir de la profunda crisis mundial que ha impactado a la economía producto de la pandemia por COVID-19.
El problema es la incapacidad de nuestra sociedad para autoobservarse y dar forma a una institucionalidad a la altura del siglo XXI. No tenemos, ni tendremos Estado benefactor, al mismo tiempo que no hemos tenido una burguesía capaz de llevar adelante un proyecto moderno de desarrollo país. Desde 1891, donde en medio de una guerra civil, conservadores y liberales dieron paso limitado a un proceso de estatatización social, pero lejos de un régimen moderno, mantuvimos hasta ahora una lógica estatal con tintes oligárquicos. Es sin duda aquello que hace crisis hoy día, cuando queda en evidencia la desesperada realidad de los chilenos que navegan en el día a día del primer país latinoamericano en ingresar a la OCDE.
Los actores son los mismos que hoy no logran acuerdos respecto del proyecto país, arrastrando por décadas las deficiencias del modelo, aún en democracia. Chile, el país del estallido social, fue precedente de la crisis mundial pospandemia.
Ahora nadie tiene gobernanza sobre los recursos de las AFP, ni un Estado benefactor, ni una clase social empoderada de un proyecto modernizador a nivel nacional.
Aún tengo fe en que la ciudadanía se comporte a la altura de lo que no ha sido la burguesía ni la clase política; y en vez de consumo suntuario en las grandes tiendas, generen microemprendimientos. Aunque difícil, porque seguramente gran parte de esos recursos irán al pago de la deuda acumulada, y así una vez más Chile forma su destino de dependencia de recursos naturales.
Las responsabilidades son claras, la clase política, progresista, debió haber actuado a tiempo, haber pensado en el proyecto colectivo, sin haberse mareado por el puesto en el directorio o los recursos frescos para seguir manteniendo la maquinaría política desgastada.
Los datos nos dan la razón. Si la Unión Europea acaba de anunciar una inyección de 750.000 millones de euros a la economía, eso equivale a 1 millón 600 mil pesos para cada uno de los ciudadanos de la comunidad. Pero eso no es así, esos recursos irán realmente al impulso de la economía, generando nuevos empleos, y seguramente nuevas industrias para el siglo XXI. Basta solo pensar en los desafíos que trae consigo la salud pública y el turismo. En Chile, la cifra que se estima deberán desembolsar las AFP es cercana a 20 mil millones, que en cifras relativas al total de la población nacional equivale a 1 millón de pesos para cada chileno(a). Como vemos, un número no muy lejano a la inyección que hará la comunidad europea. El problema, por lo tanto, es sobre la estrategia de inyectar y administrar esos recursos.
La comunidad europea seguirá empujando el desarrollo de sus sistemas de ciencia, tecnología, universidades, etc. Acá deberemos seguir esperando, relegando el desafío fundamental de un ecosistema de innovación y el despliegue de un modelo de desarrollo articulado.
Me parece oportuno recordar la citada frase, que hace 15 años graficó muy bien el problema, cuando el expresidente de la Sofofa, Felipe Lamarca, dijo: «Chile no va a cambiar mientras las élites no suelten la teta».
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