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Capitanes del fracaso Opinión Foto: archivo ATON

Capitanes del fracaso

Hay tanta desfachatez, que incluso alegan que dos listas opositoras serían mucho mejores que una, porque mostrarían la diversidad política y atraerían más votantes. Pero no solo habrá mucho más que dos listas, sino que los expertos demuestran el daño electoral que se ocasiona en representación, favoreciendo siempre a la derecha minoritaria. Por lo demás, nada garantiza que estos sectarios rivales, en que se han convertido en la oposición, puedan actuar cohesionados en la Convención, algo constatable a cada rato por las rencillas y traiciones que protagonizan en el Parlamento.


Los presidentes de los partidos de la centroizquierda, por acción y/u omisión y unos más que otros, dado el peso relativo de cada organización, están a punto de pasar a la historia como los gestores de la más estúpida y evitable derrota del progresismo, al construir un escenario electoral absurdo e ideal para la fragmentación inusitada de las fuerzas del Apruebo y negando espacios a la sociedad civil en la elección de constituyentes.

Capturados por un arribismo partidario descomunal, jamás quisieron reconocer, con macizos actos de desprendimiento, que el momento constitucional que vive Chile pertenece exclusivamente a la sociedad movilizada que lo hizo posible con un enorme sacrificio humano. Al contrario, han querido apropiárselo, desplazando a la ciudadanía e imponiéndole candidaturas desde la burocracia, desperdiciando así una oportunidad excepcional para que la gente reconecte con las organizaciones políticas, hoy irrelevantes, repudiadas y ausentes en el tejido social.

[cita tipo=»destaque»]Así como el pueblo de Chile el 5 de octubre de 1988 supo derrotar a una dictadura feroz, y el 18 de octubre de 2019 se sublevó históricamente y, una semana después, el 25 de octubre repletó las calles como nunca antes y el 25 de octubre de 2020 abrumadoramente votó Apruebo y Convención 100% electa, nada está escrito en piedra aún y nada impide que el 11 de abril de 2021 aplique otra lección, que vendría siendo una victoria de las candidaturas de la sociedad civil por sobre aquellas propiciadas por los partidos.[/cita]

Mientras esta desgracia ocurre en el progresismo, la derecha fue capaz de «tragarse sus sapos» –¡¡y vaya que ha tenido que comérselos!!– pactando pese a sus rencores y nauseas, incluidas las que provoca el pinochetismo/fascista, porque todo suma y porque reconoce que se trata de una definición estratégica donde arriesga su visión clasista de país neoliberal esclavo del mercado, algo que, a pesar de ser tan evidente, está lejos de la capacidad de comprensión de las luminarias dirigenciales de la centroizquierda.

Y si bien poco podía esperarse, dado su encapsulamiento en el poder y sus prácticas aberrantes y escaso talento, esta vez fueron demasiado lejos al actuar con la peor de las negligencias, al desechar todo intento de búsqueda de principios básicos de unidad en torno a un proyecto constitucional, y más bien maquinando un escenario propicio para el desperdicio del voto progresista, a la vez que colocando en riesgo de fracaso la más alta aspiración del pueblo de Chile: construir una Constitución gestada en las entrañas de la sociedad, que dé paso a un país donde las personas tengan acceso efectivo a sus derechos.

Ahora, temerosos del fracaso y del juicio que se hará de ellos, están acusándose recíprocamente y huyendo de las responsabilidades propias, cuando es público y notorio que, al margen de declaraciones ambivalentes y sin ningún contenido real, nunca estuvieron disponibles para trabajar lealmente y desde el desprendimiento en la construcción de unidad y, menos, para dejar en manos de la ciudadanía el protagonismo de esta hora histórica. Por supuesto que hay diferencias ideológicas y políticas legítimas entre los partidos y es imposible que dejen de existir, pero una cosa es defender el espacio partidario y otra ser contumaces en obstaculizar un ingente proyecto ciudadano, como es disponer de un marco constitucional que erradique la mercantilización de todo aspecto de la vida cotidiana.

Pero tristemente optaron por convertir a la elección de convencionales en territorio de sus guerrillas particulares, de pasadas de cuentas pendientes, de anulación del otro, al que ven como amenaza. Y en esa muy patriarcal obstinación, hicieron todo lo posible para que las posibilidades de competencia y de representación provenientes de la sociedad civil movilizada, llegaran de manera insuficiente y tardía, para que fracasen. Es una nueva expresión de lo lejanos que están de la ciudadanía, de su inconexión con el territorio y de su aislamiento en la cofradía del poder.

Hay tanta desfachatez, que incluso alegan que dos listas opositoras serían mucho mejores que una, porque mostrarían la diversidad política y atraerían más votantes. Pero no solo habrá mucho más que dos listas, sino que los expertos demuestran el daño electoral que se ocasiona en representación, favoreciendo siempre a la derecha minoritaria. Por lo demás, nada garantiza que estos sectarios rivales, en que se han convertido en la oposición, puedan actuar cohesionados en la Convención, algo constatable a cada rato por las rencillas y traiciones que protagonizan en el Parlamento.

Si ocurriese el fracaso de la Convención en términos de que la ciudadanía no se sienta representada o sin acceso a las deliberaciones, o bien que produzca un texto insuficiente respecto de las expectativas existentes, ello provocará mayores frustraciones que van a expresarse en nuevas oleadas de protesta y abriendo un escenario imprevisible, porque las personas lucharán por aquello que merecen hasta conquistarlo.

Pero así como el pueblo de Chile el 5 de octubre de 1988 supo derrotar a una dictadura feroz, y el 18 de octubre de 2019 se sublevó históricamente y, una semana después, el 25 de octubre repletó las calles como nunca antes y el 25 de octubre de 2020 abrumadoramente votó Apruebo y Convención 100% electa, nada está escrito en piedra aún y nada impide que el 11 de abril de 2021 aplique otra lección, que vendría siendo una victoria de las candidaturas de la sociedad civil por sobre aquellas propiciadas por los partidos.

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