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He visto mujeres Opinión

He visto mujeres

Marcos Vergara Iturriaga
Por : Marcos Vergara Iturriaga Médico-Cirujano. Doctor en Salud Pública y Magister en Administración de Salud. Profesor Asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Adscrito al Programa de Políticas y Gestión de la Escuela de Salud Pública.
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Coincido con Izkia Siches cuando en su participación en el podcast “la Cosa Nostra” identifica ingenieros venidos a epidemiólogos, pero ellos están ampliamente distribuidos en las más variadas instituciones, académicas, periodísticas, centros de estudio y no sólo en el “segundo piso”, donde ella los ubica por su afán de criticar al gobierno. No hay sólo ingenieros epidemiólogos en todas partes, también hay periodistas opinólogos y faranduleros, especialistas clínicos variados venidos en infectólogos y así.

Por otra parte, no coincido con la doctora Siches en que este gobierno haya sido el peor que ha tenido la medicina chilena, quizás porque a mis 65 años ya he visto muchos gobiernos y al dirigir ahora un hospital público estoy en la tarea que el gobierno realiza, lo que posiblemente me sesga y me hace difícil creer que hayamos sido tan malos para Chile. No me parece justo tal juicio, si bien lo entiendo proveniente de una persona que lo emite desde su perspectiva actual –y con mucha soltura de cuerpo–, en el olimpo más encumbrado del gremio médico. Recordé al doctor Juan Luis González rumbo a la cárcel en 1986. Por lo pronto nos ha tocado vivir un período excepcional con una pandemia que no ha dado tregua en ningún lugar del mundo y frente a la que muchos gobiernos, casi todos, han tenido logros y también rotundos fracasos. El virus ha sido implacable, duro, terco, empecinado. Se ha llevado a Cuturrufo, lo que jamás le perdonaré. En todo caso, y sólo para cerrar este punto controversial, de todas maneras estamos viendo a una doctora Siches más claramente al servicio del interés deontológico de la profesión médica, ya no tan “falta de experiencia” como en algún momento dijo ella misma que se encontraba.

He visto mujeres en esta breve historia, desde la Valentina Tereskova, por quien siento una gran y casi inexplicable y fantasiosa admiración –la versión femenina de Flash Gordon, quizás– y a quien vinculo con Katalin Karikó, perseverante precursora de la vacuna con ARN mensajero, con Diana Trujillo de la NASA, con Marta Colvin, responsable de la espléndida escultura que luce frente a su puerta de entrada el Instituto de Neurocirugía, con Nina Simone (1933-2003), impedida por el racismo para concurrir al Conservatorio a realizar su formación como pianista, con Artetha Franklin que ha puesto la banda sonora de la época (1942-2018) como después otras del New Wave de los ochenta lo hicieron también (Debbie Harry, Patti Smith, Chrissie Hynde), con Gloria Münchmeyer de “Medio Mundo”, la de la “Vicky y la Gaby”, con Ana María Juricic, mártir de la medicina chilena (1937-1963), con nuestra querida periodista Manola Robles (1948-2021) y con Nancy Meza, que viene de Pudahuel a preparar mi asado alemán.

¿De dónde surge todo esto? No lo sé. Eloísa Díaz o Ernestina Pérez, me dirán formalmente en la Facultad. O Violeta Parra. O Hannah Arendt. En mi mujer pensaré yo, a quien sí que admiro y más que a la Tereskova, por todo lo que sé de ella y todo lo que me ha enseñado. También pensaré en mi hermana mayor, el faro que ilumina la vida familiar, como suelen ser las hermanas mayores. Pensaré en la Julia González, pediatra, salubrista verdadera, la reserva moral que tuvimos tan cerca, afortunadamente. O en mis queridas mellizas Zemelman que se vacunaron contra la polio siendo chiquitas. Entonces, he visto mujeres.

Permítanme, antes de retirarme, destinar como a Izkia Siches un pequeño espacio de esta nota a una mujer más, sólo un par de palabras para Maite Alberdi. Palabras de gratitud por su magia, magia de mujer, que nos ha regalado esta magnífica obra, película/documental que nos enorgullece –“El agente Topo”– y que abre caminos amplios para el desarrollo del buen cine chileno, como ella misma espera que ocurra. Y también abre caminos para explorar sin miedo nuestra propia realidad.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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