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El Chile que viene Opinión

El Chile que viene

Diego Ancalao Gavilán
Por : Diego Ancalao Gavilán Profesor, politico y dirigente Mapuche
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Debemos asegurar el derecho de cada ser humano, respecto a la soberanía sobre su cuerpo físico, espiritual, mental y emocional, respetando ese mismo derecho a toda la comunidad. El ser humano tiene derecho a vivir libre de opresión, indignidad, esclavitud, temor, discriminación y miseria, derecho a la libertad de expresión plena y al reconocimiento de su palabra, lengua, cosmovisión, preferencia filosófica, política, religiosa o económica, de acuerdo a su cultura, creencia o preferencia.


La resistencia al cambio es una actitud recurrente entre los seres humanos de todas las épocas. Pero esa postura se convierte en patológica cuando los cambios de paradigma se instalan de un modo evidente y las personas simplemente no quieren verlos. 

Es el caso de nuestra democracia y líderes del actual sistema de partidos políticos, cuya ceguera no es fisiológica, sino voluntaria y premeditada. Lo que ocurre, es que los anhelados cambios pueden resultar altamente inconvenientes para algunos, por lo que, utilizando formas legítimas e ilegítimas a su alcance, se oponen y resisten a ellos, agudizando las crisis y retrasándolos.

Los actuales partidos, aunque con poco oxígeno, siguen respirando. Son apenas sobrevivientes de sus propios errores, y nos entregan un lamentable espectáculo. Como usted recordará, luego del desconcierto, magnitud y dimensiones del “estallido social”, varios representantes de la casta política buscaron “acomodarse” ante las nuevas circunstancias, y hoy todos hablan de los cambios con tal convicción que casi existe la tentación de creerles.

Sin embargo, muchos de ellos preferirían que el status quo se perpetuara. Otros aún confían, ingenuamente, en que este mal momento pasará y  más adelante volverán a tomar el control, para seguir administrando sus privilegios. Sin embargo, sería mucho mejor para el país, que abrieran los ojos a la realidad patente: la gente ha optado por una política decente, donde ellos, salvo honrosas excepciones, no tienen cabida. 

Lo que será reemplazado, se niega a morir. Vea usted, cómo la vieja partidocracia cierra la puerta a los independientes, como una manera de evitar que éstos postulen a cargos públicos en igualdad de condiciones. Parecen pensar que para ocupar estos cargos, se requiere de un listado de requisitos que solo ellos cumplen. 

Por el contrario, la ciudadanía está decidiendo en favor de la gente común que satisface sus expectativas en probidad, sensibilidad social, trabajo por el bien común y la condición de no “marearse” con las posiciones que otorgan los espacios de poder.

La lógica de las élite político-económica chilena es un modelo agotado, como el Feudalismo fue al Renacimiento o la República a la Monarquía. Así como Leonardo Da Vinci, con su “hombre de Vitruvio”, hoy se requiere poner no solo a la persona sino a la naturaleza en el centro de la vida en comunidad, su bienestar como eje del desarrollo y la igualdad-equidad como valor esencial.

Tal como ese Chile previo a la Reforma Agraria, algunos aún se sienten patrones del destino. Lo que sigue teniendo expresiones brutales como la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, el abandono que sufren niños, niñas y jóvenes del SENAME, las personas de tercera edad con pensiones indignas o los indígenas que aun sufrimos de una histórica discriminación.

Todo ello, nos ha llevado a proponernos como una alternativa de folil mapuche e independiente en las próximas elecciones presidenciales, algo nada simple pero indispensable para el Buen Vivir (Küme Möngen). Que es un saber y un modo de habitar el mundo, que viene de nuestros ancestros y que se propone, muy lejos de las visiones ideológicas convencionales, establecer un nuevo proyecto civilizatorio, que se sostiene en el bienestar de las personas y de la naturaleza, de las relaciones sociales y también ecosistémicas.

El Kume Mongen  que nosotros proponemos se caracteriza por el reconocimiento y respeto a la diversidad, el diálogo y búsqueda de acuerdos, una democracia deliberativa, la paz social permanente y la armonía con el medioambiente. Y los valores de la solidaridad, la fraternidad, la equidad,  la convivencia comunitaria y un desarrollo humano sostenible con la Economía. 

Es posible alcanzar nuestros sueños y vivir en un mundo más justo. Así como en el pasado, la política necesita del renacimiento de una visión que siempre ha estado aquí, desde tiempos ancestrales, acompañándonos para florecer nuevamente: el Buen Vivir que se puede resumir en la frase: “Que todos vayamos juntos, que nadie se quede atrás, que todo alcance para todos, y que a nadie le falte nada”. 

Todo ser humano merece ser tratado de acuerdo al principio ético del respeto recíproco y tiene derecho a un estado de bienestar humano correspondiente a su dignidad inalienable.

Estos principios básicos del Buen Vivir han sido afectados gravemente por la imposición de modelos de desarrollo basados en el egoísmo individualista, la competencia como elemento regulador del mercado, la acumulación ilimitada de la riqueza, la depredación de la naturaleza y el debilitamiento de los vínculos humanos más esenciales. Todo ello, nos ha llevado a la conformación de una sociedad desigual y desintegrada, constituida por una élite privilegiada y una gran masa de excluidos en condiciones de vida inaceptables.

Este modelo de desarrollo ha sido administrado por una élite política y económica endogámica, que ha terminado por consolidar una Democracia a su medida, olvidando el bienestar de la mayor parte del pueblo sistemáticamente enajenado y abusado. La indignación ante esta situación, larvada durante décadas, dio lugar a diversas expresiones de protesta social, que movilizaron a buena parte de Chile, desde Octubre de 2019, desplegándose una contundente muestra de la recuperación de la soberanía popular, respecto de sus legítimos dueños. 

Los ciudadanos, hastiados de la institucionalización del abuso, decidieron manifestarse contra quienes se creyeron dueños de la Democracia levantando un grito que clama por el simple derecho a la dignidad y a condiciones de igualdad que garanticen un pleno ejercicio de los derechos humanos y de la naturaleza. 

Durante este proceso y de un modo muy explícito, el pueblo levantó muchas banderas, pero dos en especial: la de Chile y la de la nación mapuche, en un gesto de fraternidad, de reparación y restitución verdaderamente emocionante. Un símbolo de que son las personas las que rescatan y posicionan a los mapuche y a todos los pueblos indígenas, devolviéndoles el lugar que la historia oficial les había robado. 

Debemos asegurar el derecho de cada ser humano, respecto a la soberanía sobre su cuerpo físico, espiritual, mental y emocional, respetando ese mismo derecho a toda la comunidad. El ser humano tiene derecho a vivir libre de opresión, indignidad, esclavitud, temor, discriminación y miseria, derecho a la libertad de expresión plena y al reconocimiento de su palabra, lengua, cosmovisión, preferencia filosófica, política, religiosa o económica, de acuerdo a su cultura, creencia o preferencia.

En un intento de síntesis programática, podemos afirmar que nuestro país necesita:

Que los derechos de la naturaleza queden consagrados, como corresponde a una persona legal viva, con los atributos necesarios para terminar con décadas de leyes medioambientales fallidas que no han sido capaces de proteger la “casa común”. El medio ambiente no será más un depósito de productos y servicios básicos para la explotación indiscriminada por parte de seres humanos que buscan su beneficio propio.

Una educación para el Buen vivir. La educación como bien público, de manera que llegue a todas las personas con iguales niveles de calidad, accesibilidad y equidad. Promoveremos una educación básica, media y superior que incorpore una formación de las virtudes humanas (newenche, kimche, kumeche), para el desarrollo de la sabiduría y soberanía interior, y la comprensión de la responsabilidad ética individual en el cuidado de nuestra comunidad de vida, no solo de intereses y propósitos individuales. Soberanía en salud. La salud es un estado integral para el bienestar físico, mental, emocional y social, y no solamente la ausencia de enfermedades. Por ser una prioridad social básica que debemos asegurar para todas las personas, debe ser un sistema de salud universal, solidario, preventivo e integrativo. 

Nueva economía y desarrollo. Instaurar una economía solidaria y circular con un cambio de la matriz productiva, que asuma la propiedad privada como un derecho de las personas, condicionado a las exigencias del bien común y al “destino universal de los bienes”, que aseguren el buen vivir. El estado asumirá el rol de articulador y armonizador entre el funcionamiento del mercado y el bienestar de la comunidad. Para ello, se requiere una nueva definición de progreso y crecimiento, que interprete a toda la comunidad de vida, incluyendo el concepto de la felicidad y salud humana y natural, que debemos construir colectivamente. 

Rol del Estado democrático, soberano, independiente, intercultural, plurinacional y laico, con respeto a todas las identidades, culturas y naciones que habitan. Con una Ley Anticorrupción que penalice el delito en la acción pública y el mal uso de los recursos. Es necesaria una nueva democracia deliverativa, participativa y soberana, que permita la distribución del poder, la libre deliberación y auténtica participación ciudadana, equitativa e igualitaria, en la toma de decisiones. 

Creemos en la no discriminación a personas mayores. Para el mapuche los mayores merecen el mayor respeto, pues generan la unión a partir de su sabiduría. El Estado de Chile debe reconocer este concepto indígena, una cultura del respeto de la dignidad, independencia y autonomía para la vejez. Y su igualdad de condiciones y derechos como seres humanos. 

Soy prisionero de mi propia biografía, por lo que contempló la experiencia de Chile desde el punto de vista de un hombre Mapuche, con una herencia mestiza e intercultural, que se nutrió desde la vivencia de la pobreza. Y consciente de que muchos de mis antepasados fueron discriminados y violentados. Por eso, les digo aquellos que dicen que estamos aspirando a mucho, que no es el tiempo para los excluidos, que seguiremos, porque la hora de la justicia ya habita entre nosotros.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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