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Derogación de la Ley del Cobre: nuevas oportunidades Opinión Crédito: ATON

Derogación de la Ley del Cobre: nuevas oportunidades

David Sauvé
Por : David Sauvé Magíster en Ciencia Política, PUC. Capitán De Navío (R) de la Armada de EEUU.
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Los asuntos de 1947-1949, respecto a cambiar la ley y las políticas, y los de 1961-1962, de renovar los procesos e instituir un plan de largo plazo, son lecciones de historia útiles y relevantes para los cambios actuales en Chile. Sería importante que esos procesos se revisaran hoy en día para contribuir a evitar problemas, mientras se encuentran los mejores métodos para proveer a la Defensa de un nuevo sistema de presupuestos y asignación de recursos.


La derogación en septiembre de 2019 de la “Ley Reservada del Cobre”, que terminó con el mecanismo que entregaba un porcentaje fijo de los ingresos obtenidos por Codelco en sus exportaciones de cobre para los presupuestos de las Fuerzas Armadas de Chile, abre opciones de mejoras económicas y de eficiencia en la provisión de defensa otorgada a Chile por las instituciones del sector, sean estas las propias FF.AA. o el Ministerio de Defensa y la administración civil del mismo.

Un cambio institucional de esa magnitud no es un tema menor. Con él deberían venir cambios de políticas, procesos, planes y plazos. Las autoridades, sean civiles o militares, deben considerar la reacción natural de inquietud e incertidumbre que se genera en el personal frente a los cambios, especialmente en instituciones tan apegadas a la tradición o los procedimientos administrativos. No será fácil, por eso, que tanto las burocracias civiles como las militares apoyen de manera inicialmente entusiasta los cambios necesarios por venir, como tampoco que el Congreso los apruebe fácilmente y sin debate.

Todos los ámbitos antes indicados son importantes de analizar –políticas, procesos, planes y plazos–, porque cuando sean dirigidos a un fin concreto, cohesivo y compartido, como es el interés nacional de Chile, se verán como los componentes de una estrategia válida para lograrlo. Es, en esencia, una manera de conectar el fin con los medios y, en este caso, los cambios van a resultar en los programas de recursos humanos y equipamiento de las FF.AA., la cifra de uniformados y los tipos de buques, vehículos y aeronaves que las Fuerzas Armadas van a requerir.

Clave para llevarlo a cabo serán los análisis e intercambios dentro del ministerio y entre las FF.AA. Compartir esas ideas en forma pública en los ámbitos y en los momentos apropiados será también importante para evitar polémicas públicas inútiles.

El interés nacional y la estrategia para alcanzarlo merecen los mejores esfuerzos intelectuales y analíticos que las instituciones de Chile pueden hacer.

Hay ejemplos relevantes en muchas partes y, por cierto, en la historia de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, que podrían ser útiles de analizar.  En el caso de EE.UU., el primero fue el de los grandes cambios de la estructura de las instituciones de seguridad nacional y defensa del país, impulsados por la Guerra Fría y la época nuclear. El mandatario de aquel entonces, el presidente Harry Truman, y el Congreso estadounidense establecieron por ley, bajo el llamado ‘National Security Act of 1947’, muchas de las instituciones, agencias y consejos que hoy en día se conocen: el Departamento de Defensa, la Fuerza Aérea de Estados Unidos, el Consejo de Seguridad Nacional, la CIA, el JCS.

Pese a las buenas intenciones, ese proceso resultó en una gran polémica entre la Armada y la Fuerza Aérea sobre el control de poder aéreo, incluyendo las armas nucleares, tanto en términos de compra como de control operacional. Esa polémica se llamó ‘La Revuelta de los Almirantes’. El comandante en Jefe de la Armada tuvo que renunciar a su cargo. Ninguna de las instituciones militares se benefició por esa pelea pública. No había una síntesis de presupuestos, es decir, una mirada conjunta, y tampoco intención de coordinarse para tener las mejores fuerzas al menor costo.

[cita tipo=»destaque»]En el pasado las instituciones de la Defensa en EE.UU. realizaron cambios parecidos a los que se están implementando hoy en Chile. Por incómodos que estos parecían a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, fueron el punto de partida para un mejor proceso de desarrollo intelectual de conceptos estratégicos y operacionales. Para cambiar el foco “bottom-up” de las propuestas de equipamiento, para optimizar la coordinación entre ramas o servicios y para aumentar el nexo entre conceptos operacionales, desarrollo y mantenimiento de la fuerza conjunta durante su vida útil. Y, por supuesto, para que cada servicio se hiciera responsable de proponer ideas de equipamiento que calzaran con la planificación existente y que no se degradaran por falta de previsión y planificación en el empleo de los recursos en el marco de su vida útil proyectada.[/cita]

Luego de esos cambios, y por más de una década, cada una de las ramas de las FFAA desarrolló y sometió sus presupuestos de manera independiente al Congreso y ese presupuesto era siempre con plazo de un año. Bajo el mandato del presidente John Kennedy, su secretario de Defensa, Robert McNamara, quien se desempeñaba como presidente de Ford Motor Company, luego de trabajar años en la industria automotriz y hasta apenas dos meses antes de ser nombrado secretario de Defensa, instituyó el análisis de sistemas como método para desarrollar los presupuestos de las FF.AA. Entonces, por primera vez, el presupuesto fue uno solo para el Departamento de Defensa, basado en plazos más largos. El proceso de PPBS –»Planning Programming Budgeting System»– y el FYDP –»Five Year Defense Plan»–, aunque no fueron bien recibidos por algunos líderes uniformados y civiles en la burocracia de defensa, sí cambiaron el sistema de desarrollar los presupuestos de esta área y ese sistema se sigue usando actualmente.

Los asuntos de 1947-1949, respecto a cambiar la ley y las políticas, y los de 1961-1962, de renovar los procesos e instituir un plan de largo plazo, son lecciones de historia útiles y relevantes para los cambios actuales en Chile. Sería importante que esos procesos se revisaran hoy en día para contribuir a evitar problemas, mientras se encuentran los mejores métodos para proveer a la Defensa de un nuevo sistema de presupuestos y asignación de recursos.

En el pasado las instituciones de la Defensa en EE.UU. realizaron cambios parecidos a los que se están implementando hoy en Chile. Por incómodos que estos parecían a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, fueron el punto de partida para un mejor proceso de desarrollo intelectual de conceptos estratégicos y operacionales. Para cambiar el foco “bottom-up” de las propuestas de equipamiento, para optimizar la coordinación entre ramas o servicios y para aumentar el nexo entre conceptos operacionales, desarrollo y mantenimiento de la fuerza conjunta durante su vida útil. Y, por supuesto, para que cada servicio se hiciera responsable de proponer ideas de equipamiento que calzaran con la planificación existente y que no se degradaran por falta de previsión y planificación en el empleo de los recursos en el marco de su vida útil proyectada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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