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“Obras son amores”: el rol de los independientes al interior de la Convención Opinión Crédito: https://www.chileconvencion.cl/

“Obras son amores”: el rol de los independientes al interior de la Convención

Rodrigo Logan
Por : Rodrigo Logan Convencional independiente
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Confío en que a medida que avanza el inédito proceso de crear una propuesta constitucional para Chile, de carácter 100% paritaria, tanto en proceso como en resultado, con mirada de género y respeto incidente a los pueblos y naciones indígenas, se vayan originando epifanías en la estrechez de corazón de los conglomerados de la política tradicional y vayan percibiendo, cada vez con mejores ojos, el gran aporte que los independientes podemos hacer al proceso de crear la Constitución de, para y por el pueblo.


Mucho se ha hablado respecto a que el actual proceso constituyente chileno estuvo orientado desde su génesis, tanto en el diseño como en la redacción de la nueva normativa de la Constitución, a que los independientes tengamos un papel preponderante y trascendental, ya que representamos al Chile que desea vivir sin las 3 A (abuso, abandono y angustia). Esa fue la promesa de valor que la elite política, tomando el guante a la interpelación efectuada por el Presidente de la República –posestallido social–, le entregó a la ciudadanía, con la firma del Acuerdo por la Paz el 15 de noviembre de 2019.

¿Pero cuál es el rol de los independientes al interior de la Convención?

Ser independiente es un término netamente político, implica no estar afiliado a ningún partido con una anticipación mínima de 9 meses a la elección en que pretende presentarse. Pero bajo ningún aspecto implica el no tener una opinión política sobre la forma de construir sociedad, ni tampoco el no poseer una historia “política”, aunque sí impone el superlativo moral de entender el rol de la función constituyente desde una mirada no sesgada ni atrincherada. De ahí el concepto “hoja en blanco”, de tal manera de no impedir ver la bondad en el actuar de otros constituyentes (fueran del sector que fuesen), o pretender que la inteligencia está secuestrada solo en su sector de afinidad.

Sin embargo, he podido notar –con mediana claridad y, por qué no decirlo, asombro extremo– cómo la organización interna de la Convención va generando desincentivos al actuar independiente de sus convencionales, llevándonos a través de normas de gobierno corporativo a tener que agruparnos en colectivos y agrupaciones de afinidad política para no caer en la irrelevancia.

¿Pero será que esta forma de conducir el debate al interior de la constituyente de manera concentrada es nefasta de por sí, o tiene alguna finalidad en justicia a largo plazo que cuesta ver a primera vista?

Desde un inicio, pude experimentar en carne propia las dificultades que vivíamos los candidatos independientes (tanto en el aspecto operativo, tal como conseguir el link de Zoom para las sesiones de pleno, solicitar la clave wifi para conectar los dispositivos, pedir una sala del ex Congreso Nacional para reuniones con ciudadanos, saber cómo y a quién se le rinden la cuentas de gastos, o incluso saber dónde se encontraba físicamente la oficina de la secretaría de la Convención y hasta los servicios higiénicos). Todas dificultades que no tenían los conglomerados políticos asociados a partidos tradicionales, ya que ellos, al contar con asesores o exparlamentarios entre sus filas, sabían perfectamente el qué y cómo del denominado “derecho parlamentario”, el cual les permite tener acceso al “cómo se hace y quién lo hace”.

[cita tipo=»destaque»]Estas dificultades que se imponen al actuar de los independientes en la Convención posibilitan que uno aprenda más rápido, para tratar de estar a la altura de las circunstancias y no ser tildados de “ignorantes”. Pero también crean condiciones para que los independientes creemos a su vez condiciones que posibiliten una mejora en la “forma de hacer política”, ya que podremos no saber un sinnúmero de aspectos operativos y tácticos de la labor de debate de un Parlamento, o podremos no saber con claridad cómo se presentan indicaciones y otros temas técnicos, pero sí tenemos –en rasgos generales– el apoyo popular y conocimiento territorial, de cuya falta tanto adolecen los partidos políticos actuales.[/cita]

Asimismo, en el aspecto de fondo, ser independiente ha significado una ardua y laboriosa tarea, a veces con ribetes de autoflagelación franciscana, sobre todo al momento de presentar observaciones e indicaciones a normativas reglamentarias en discusión, dado que, desde un principio, se limitó la posibilidad de presentar indicaciones individuales por parte de convencionales y se obligó, por un acuerdo de la mesa directiva, a que estas tuvieran que tener un patrocinio mínimo de 30 convencionales constituyentes. Es decir, una vez más, la opinión de los independientes no era tomada en consideración en sí misma sino que se invitaba a estos “seres fuera del statu quo” a adaptarse a normas impuestas por los partidos políticos, pues ellos son “los que saben cómo se hace la política”, como si en alguna parte de nuestro corazón republicano esas organizaciones supieran cómo funciona el proceso de diseño y creación de normativa y el resto solo debemos mirar como espectadores, sin tener la posibilidad de ser protagonistas, aun cuando seamos representantes populares tan legítimos como los primeros.

Sin embargo, y como dicen por ahí, toda crisis es una oportunidad de mejora, siempre que veas el “vaso medio lleno” y, por lo tanto, estas dificultades que se imponen al actuar de los independientes en la Convención posibilitan que uno aprenda más rápido, para tratar de estar a la altura de las circunstancias y no ser tildados de “ignorantes”. Pero también crean condiciones para que los independientes creemos a su vez condiciones que posibiliten una mejora en la “forma de hacer política”, pues podremos no saber un sinnúmero de aspectos operativos y tácticos de la labor de debate de un Parlamento, o podremos no saber con claridad cómo se presentan indicaciones y otros temas técnicos, pero sí tenemos –en rasgos generales– el apoyo popular y conocimiento territorial, de cuya falta tanto adolecen los partidos políticos actuales, y bajo esa premisa podemos generar una simbiosis, de tal manera de sacar lo mejor de cada sistema –al estilo “Machuca”– y lograr por fin una conexión real entre la gente y la constituyente. Es ahí el propósito fundamental del actuar de los independientes al interior de la Convención Constitucional.

En dios confío en que, a medida que avanza el inédito proceso de crear una propuesta constitucional para Chile, de carácter 100% paritaria, tanto en proceso como en resultado, con mirada de género y respeto incidente a los pueblos y naciones indígenas, se vayan originando epifanías en la estrechez de corazón de los conglomerados de la política tradicional y vayan percibiendo, cada vez con mejores ojos, el gran aporte que los independientes podemos hacer al proceso de crear la Constitución de, para y por el pueblo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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