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¿Una Constitución larga o corta? Opinión

¿Una Constitución larga o corta?

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Agustín Squella
Por : Agustín Squella Filósofo, abogado y Premio Nacional de Ciencias Sociales. Ex miembro de la Convención Constituyente.
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El poder constituyente pone una partitura a las autoridades normativas, diseña, como dice el pintor Gonzalo Ilabaca, una estrategia, o sea, algo por hacerse a partir de sus declaraciones y mandatos, pero no debe atar de manos al futuro legislador que, de acuerdo con las normas que se aprueben para la nueva Constitución chilena, tendrá aun mayor legitimidad democrática que el actual.  


 ¿Cómo debe ser la nueva Constitución? ¿Larga o corta? ¿Maximalista o minimalista? ¿Sobrescrita o infrascrita? ¿Hija de la grafomanía constitucional o de la telegrafía de ese tipo? Estas preguntas rondan en el ambiente y el peligro es que en esto las posiciones se abandericen a priori con una de tales posiciones extremas, especialmente la maximalista, y que, por tanto, a los constituyentes se nos vaya la mano a la hora de escribir la nueva Carta Fundamental.

Se puede fallar tanto por exceso como por defecto. Por exceso, por ejemplo, con la temeridad; y por defecto, con la cobardía. La valentía (una virtud) se puede exceder y transformarse en temeridad (un defecto), mientras que un déficit de ella es lo que llamamos cobardía (otro defecto). Este ejemplo, tomado de Aristóteles, nos recuerda que la corrección andaría siempre por el justo medio, aunque la verdad es que tampoco se trata de buscar este como si se tratara de un asunto de geometría para el que tuviéramos que utilizar un compás. Si usted tiene una línea recta trazada sobre papel, puede determinar sin problemas cuál es el punto exacto que la divide en dos partes iguales, o sea, aquel que equidista de uno y otro extremo de la línea.

Pero los asuntos humanos no funcionan de ese modo. No somos ni nos comportamos como geómetras. Sabemos que existen extremos –por ejemplo, exceso y defecto de escritura en una Constitución, o sea, grafomanía y telegrafía constitucional– y lo que tratamos es de evitarlos, pero sin que por ello tengamos que identificar el preciso punto medio entre ambos. Una nueva Constitución se cargará más de un lado o del otro, ojalá sin llegar a alguno de los extremos, y no va a alcanzar el ilusorio justo medio de Aristóteles. 

Por lo que yo veo, la nueva Constitución, en cuanto a su escritura, corre más el riesgo del exceso que del defecto, de contener más que menos texto en el conjunto de las páginas en que se sustentarán sus disposiciones. Habrá una tendencia a que contenga más que menos de estas y, a la vez, la de emplear más que menos palabras a la hora de redactarlas. Tendencia, entonces, a llevar a la Constitución más derecho del que debería estar en un texto político y jurídico de ese tipo, y propensión, asimismo, a presentar las disposiciones constitucionales con más que menos palabras, preferentemente adjetivos.

En cuanto a ello, podríamos perder de vista que una Constitución es el marco en que otras autoridades normativas continuarán mañana la producción del derecho –Presidencia de la República (decretos), Congreso Nacional (leyes comunes), autoridades administrativas del nivel nacional, regional y local (resoluciones) y jueces (sentencias)–. Tales son las principales autoridades que, al momento de producir derecho, interpretarán y aplicarán la nueva Constitución, permaneciendo fieles a la partitura de esta y colaborando a que ella empiece realmente a vivir en la existencia real de las personas.

Si me permiten la comparación, y como los países viven todos en una cierta penumbra, mayor o menor según los casos, la nueva Constitución chilena no obrará como un interruptor de luz convencional, que con solo apretarlo permite pasar de golpe a una total luminosidad, sino que lo hará al modo de esos  interruptores que, según se los va girando de un lado o del otro, dan o quitan luz a la habitación en que nos encontremos. La nueva Constitución girará la perilla en dirección a una mayor luminosidad, y otros serán luego, incluido el propio pueblo de Chile, es decir, todos, los que continuarán haciendo lo mismo en el futuro. 

Esa habitación se llama Chile y todos tendremos que hacer lo que nos corresponda para que sigamos saliendo progresivamente de la penumbra. Para los constituyentes, la nueva Constitución será un punto de llegada, puesto que, una vez entregado su texto al país, la Convención quedará disuelta, mientras que para el país constituirá un punto de partida. Por volver a la imagen de la partitura musical, la nueva Constitución será un texto a ser ejecutado por todo el pueblo e instituciones del país, desafinando en ello lo menos posible. Y habrá público en la platea que conoce la melodía y que podrá aplaudir o silbar, según sea la calidad de la ejecución.

Entonces, menos que más derecho en la nueva Constitución, según prefiero, y menos que más palabras en cada una de sus disposiciones, aunque sin llegar por ello a lo que antes llamamos telegrafía constitucional. Nunca he creído aquello de que “menos es más”. No, menos es menos, no más. Pero menos, en ocasiones, puede ser, si no más, mejor. El poder constituyente pone una partitura a las autoridades normativas, diseña, como dice el pintor Gonzalo Ilabaca, una estrategia, o sea, algo por hacerse a partir de sus declaraciones y mandatos, pero no debe atar de manos al futuro legislador que, de acuerdo con las normas que se aprueben para la nueva Constitución chilena, tendrá aun mayor legitimidad democrática que el actual.  

Cuando existe el riesgo de cargarse más de un lado que del otro –en este caso, y contra mis deseos, del de la grafomanía constitucional–, lo que hay que procurar es apercibirse de ello, practicar la contención, observar exigencias de claridad y concisión, y mantenerse cerca de quienes, fuera del campo de la política y del derecho, saben más que nosotros acerca de estas materias. Si en la parte final del trabajo de la Convención habrá una Comisión de Armonización de las normas previamente aprobadas, ¿por qué no invitar a ella, de manera permanente, a aquellos que saben más que nosotros en materia de lenguaje?

  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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