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Dato mata relato. Lo constituido no quita lo constituyente Opinión

Dato mata relato. Lo constituido no quita lo constituyente

Rolando Garrido Quiroz
Por : Rolando Garrido Quiroz Presidente Ejecutivo de Instituto Incides. Innovación Colaborativa & Diálogo Estratégico
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En el principio era el verbo, y el verbo era con la nueva constitución, y el verbo era la nueva constitución. Así, el poder constituido, desde la sede del viejo Congreso Nacional, abrió el proceso constituyente. Y al órgano lo llamaron Convención Constitucional y no Asamblea Constituyente y establecieron un quorum de dos tercios para aprobar el nuevo texto constitucional. Por último, se aseguraron de poner una cláusula en el acuerdo político del 15 de noviembre del 2019, señalando que, ante el rechazo del texto propuesto por la Convención en el plebiscito de salida, las aguas del mar rojo se cerrarían, volviendo a la Constitución de 1980.

Fue el poder constituido el que fijó las reglas del juego, incluyendo al presidente electo Gabriel Boric. Fue el poder constituido quien tomó la decisión de abrir un proceso constituyente en el marco del acuerdo por la paz y una nueva Constitución, intentando incluso que una Convención Mixta se hiciera cargo de redactar la nueva Constitución, cuestión que no prosperó en el plebiscito de entrada con un casi 80 % que aprobó la redacción de un nuevo texto constitucional y que los representantes de la Convención Constitucional fueran 100 % electos, paritaria, garantizando que el proceso se abriera a la participación de candidatos independientes y con escaños reservados para representantes de los pueblos originarios. Todo eso aprobó la élite política, fiel representante del poder constituido. Ya sabemos quiénes fueron electos y cómo se compone el órgano constitucional. La decisión fue soberana e informada por franja televisiva y una campaña electoral que cubrió el amplio espectro de actores políticos y sociales del país.

Lo anterior es dato duro y archivo activo; sin embargo, desde el principio del proceso constituyente, la élite saliente se ha sentido contrariada e incómoda con sus propias decisiones. Le molesta el resultado electoral donde la ciudadanía soberanamente votó en las urnas las propuestas que emanaron del propio poder constituido. Le impacienta la existencia de la Convención Constitucional y el mandato que tiene para elaborar una nueva Constitución Política. Le desagrada que la elección de constituyentes haya favorecido a los comunes y corrientes que alcanzaron por la vía democrática un lugar entre quienes están redactando el nuevo texto constitucional. Por supuesto, aborrecen que en Chile hubiese ocurrido un estallido social que derivó en la apertura de un proceso constituyente, producto de una negociación política cuyos signatarios eran todos miembros del poder constituido.

Al poder constituido le perturba, por sobre todo, que la capacidad de decisión sobre el destino institucional del país haya quedado en manos de una ciudadanía que despertó consciente del peso de la noche, del rol de las élites sobrerrepresentadas en los poderes del Estado de Chile y del juego engañoso de los blancos moderados como denominaba Martin Luther King a quienes se hacían pasar por los paladines y voceros del cambio social y la igualdad de oportunidades, pero en los hechos eran y son los actores que digitan la dirección y la lentitud de los avances, manteniendo en neutro por tiempos prolongados la caja de cambios de la democracia.

Al igual que los ocho líderes religiosos de Alabama que acusaban de imprudentes, poco inteligentes y extemporáneos al movimiento de los derechos civiles en el EE.UU. de los años 60 que encabezaba el Dr. King, en nuestro Chile constituyente, los obispos del rechazo, las viudas y viudos de la ex-Concertación, los sacristanes del amarillismo y los creadores de contenidos del poder mediático y digital se esmeran todos los días por generar un clima adverso y hostil al trabajo que los convencionales están realizando día y noche, 24/7, por un Chile distinto y diverso.

De hecho, en ello radica su constante animadversión. Los saca de sus casillas que la redacción en proceso del nuevo texto constitucional visibilice que estemos en presencia de un Chile distinto y diverso al que ha gobernado una élite patriarcal y patronal por más de 200 años, exacerbados por el legado constitucional y las siete reformas estructurales que nos impuso la dictadura cívico-militar hace 42 años, para entronizar la ley y el orden de una minoría poderosa, que se ha prolongado en el Chile posdictadura durante los últimos 32 años.

En los hechos y datos, esta minoría poderosa continua gobernando el país en lo que dice relación con el sistema económico imperante, incluyendo la forma de explotar los recursos y riquezas naturales, sistemas de salud y educación, régimen laboral y sistema de pensiones, así como el ejercicio del poder en los tres poderes del Estado.

Después del 11 de marzo del 2022 veremos si se comienza a gestar un cambio sustantivo en la forma de gobernar por parte del nuevo poder constituido y que, una vez que se apruebe la nueva Constitución en los plazos establecidos, constatemos o no si nos encontraremos avanzando hacia un Chile descentralizado, plurinacional, intercultural, ecologista, con igualdad, libertad y fraternidad de género. Esto es algo que está por verse, más allá de la poética o lectura atenta del aparato discursivo que contenga la nueva carta magna aprobada y su puesta en régimen.

Como dato relevante, lo que se viene para Chile y los demás países del planeta pasa por la emergencia de nuevos liderazgos que intenten resguardar el orden existente, alterado por desbalances de diversa naturaleza o aquellos liderazgos que nos inviten a transformar la vida multiespecies en oportunidades sostenibles de coexistencia. Sobre la base de este eje de giro epocal se está germinando la convivencia entre el poder constituido y el poder constituyente, más allá del acto de redactar la nueva Constitución.

De eso se trata el nuevo ciclo político y cultural que comienza a gestarse, en medio de una pandemia aún en curso, el conflicto con tintes presoviéticos entre Ucrania y Rusia y su impacto en Europa y en el sistema internacional, en medio de las dificultades de las economías por alcanzar niveles de estabilidad operativos. En este torbellino, la emergencia de nuevos liderazgos que porten el signo de los tiempos para lidiar con la complejidad y la incertidumbre creciente va a resultar fundamental. En medio de escenarios de crisis simultáneas y entrelazadas es que se requieren voces y miradas plurales que muevan el eje de las políticas locales y globales hacia el marco de la crisis ecológica, para croquear y pintar un lienzo esperanzador y policromático en innovaciones colaborativas y creatividad dialógica.

Las crisis y los conflictos son la mayor economía en crecimiento, dentro del sector productivo de la especie humana, cuyo umbral de aceptabilidad va a recaer en las capacidades de diálogo y negociación de esos nuevos liderazgos en lo situacional, estratégico, inclusivo y generativo. En las democracias del siglo XXI, lo constituido no quita lo constituyente.

Los diversos asedios de grupos de interés y medios de comunicación a la obra en construcción que está ocurriendo dentro de la Convención aún no caen en cuenta que dato mata relato, ya que el acta del acuerdo del 15 de noviembre del 2019 señala al poder constituido como los arquitectos institucionales y sistémicos del proceso constituyente. Ahí está como dato el acuerdo, la fecha, la foto y las firmas de sus suscriptores. Amén por ese acuerdo negociado.

Ahora bien, si el poder constituido saliente y los grupos de interés satelitales que los rodean exacerban su relato contrario a la labor y misión de la Convención Constitucional, abusando de su influencia en los medios de comunicación, más algunos medios como actores autónomos y/o coludidos proclives a rechazar el trabajo de la Convención, van a tener que volver a contar la historia de la mujer que se convirtió en sal por aferrarse a un pasado extinto.

Si no cambian su estrategia política y comunicacional y se suman a las voces antidemocráticas, que desde el inicio del proceso constituyente han activado granjas de autómatas, financiadas, para alimentar las redes sociales de noticias falsas, con el objeto de subsidiar la falta de capacidad de diálogo y negociación de los convencionales del rechazo, no solamente constatarán una nueva derrota electoral en el plebiscito de salida, sino que también su aprendizaje sobre el Chile que viene los hará repetir de curso y esta vez con nuevos libros de historia en el currículum. Aún están a tiempo para no repetir de curso y avanzar con todas y todos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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