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Conflicto Ucrania-Rusia: un nuevo orden mundial Opinión

Conflicto Ucrania-Rusia: un nuevo orden mundial

Catalina Scherping Bórquez
Por : Catalina Scherping Bórquez Socióloga, Universidad de Valparaíso (C)Magister en Relaciones Internaciones PUCV
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Las lógicas de poder de la guerra fría vuelven a surgir producto del conflicto armado entre Ucrania y Rusia. Sin duda que la pérdida de vidas es lamentable para toda la humanidad, y una demostración más que la “Paz” lograda posterior a la Segunda Guerra Mundial es tan frágil como una campana de cristal.

La decisión rusa, particularmente de su presidente Vladimir Putin, de invadir Ucrania —a mi parecer— obedece a una sensación de acorralamiento internacional generado por la OTAN en la constante anexión de países que rodean a esta nación. Bajo el paradigma de la soberanía y protección de sus fronteras Putin observa como una amenaza la cercanía de la OTAN a sus territorios, y responde cómo el líder autócrata que es, con medidas diplomáticas de corto alcance, que desencadenarían el despliegue militar que hoy en día observamos. Por su parte la OTAN y su gran aliado Estados Unidos ramifican en primera instancia una batería de sanciones económicas, que para los ucranianos en su momento no fueron suficientes, por lo que actualmente comprometen ayuda monetaria y de armamento sin tranzar la intervención directa de su poderío militar. A lo anterior debemos sumar la consideración a la petición del gobierno ucraniano de formar parte de la Unión Europea.

Este es el conflicto en simples palabras, pero lo relevante no radica en quién gane o pierda la batalla, sino más bien en la necesidad de nuevamente, reordenar el puzzle mundial. En estos momentos los líderes internacionales tiene la opción de seguir perpetuando las lógicas de la Guerra Fría, aislando a Rusia y generando nuevamente una división de dos polos. O pueden optar por avanzar hacia un nuevo orden mundial el cual busque generar una solución en que ambas naciones coexistan considerando sus demandas actuales. Pareciera ser que la primera opción está primando por la segunda, Rusia está acorralado por sanciones económicas, políticas y sociales que tarde o temprano lo terminarán por asfixiar, y aunque ganara la guerra, su posición en el concierto internacional sería nula. Este es el camino más fácil para los lideres mundiales —pues es una victoria segura— pero es una victoria momentánea, que no garantiza que los mismos hechos vuelvan a ocurrir nuevamente.

Lo que se observa es que de fondo subyace una lógica arcaica de un orden mundial obsoleto, que no se condice con las realidades y necesidades el mundo actual, la institucionalidad internacional sigue estando basada en el constante tira y afloja entre la hegemonía de Estados Unidos como potencial mundial bajo los valores de la libertad y la democracia, y quienes quieren arrebatarle el cetro mediante demostraciones de poder, control y dominio del sistema económico, cómo Rusia en este caso.

No me malinterpreten, la hegemonía de una potencia por sobre la otra siempre va a existir, es una constante dentro del desarrollo histórico mundial, pero lo que tiene que mutar es cómo concebimos los mecanismos de relación y control de los países en un mundo en donde los liderazgos deben buscar prevenir los conflictos, más que causarlos. Instituciones como la OTAN se observan como instancias de cooperación internacional, pero en el fondo poseen un funcionamiento que está muy lejos de cooperar sino más bien de dividir y crear animadversiones frente a quienes decidan no participar. Recordemos lo ocurrido con el Tratado de Versalles y lo poco que se demoró el pueblo alemán en generar un malestar frente a las medidas impuestas, no cometamos el mismo error con Rusia, seamos capaces de observar su postura y reordenemos el mapa mundial de tal manera de no crear instituciones impositivas que dividan, sino más bien que reúnan.

Podemos ver el conflicto Ucrania-Rusia, como una invasión, intervención, o una guerra, podemos quedarnos en la superficie de lo que este significa, y sería mucho más sencillo. Pero creo que de todas las experiencias es preciso mirar bajo la superficie, por qué es allí donde radica el cambio. La no intervención militar de los países miembros de la OTAN es un indicio de que algo tiene que cambiar.

Es tiempo de fortalecer la campana de cristal con mecanismos que procuren comprensión y eficacia de los intereses individuales y globales de las naciones, la seguridad de cada nación debe estar garantizada por una comunidad internacional cuyos acuerdos así lo aseguren. No debemos permitir que el antiguo paradigma de soberanía y protección de fronteras continue siendo el imperante a la hora de resolver nuestros conflictos, y para esto debemos ser capaces de cambiar el fondo y la forma de cómo nos relacionamos internacionalmente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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