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Nunca más invisibles: emprendimiento con ojos de mujer   Opinión

Nunca más invisibles: emprendimiento con ojos de mujer  

Karina Gómez Gálvez
Por : Karina Gómez Gálvez Gerenta Fondo Esperanza.
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En Fondo Esperanza llevamos 20 años trabajando con emprendedoras de los sectores más vulnerables, intentando disminuir las brechas de género existentes en la sociedad. Hemos acompañado a más de 400 mil mujeres para hacer de sus emprendimientos pilares fundamentales en sus economías familiares y lograr su propia autonomía económica. A propósito del 8 de marzo, queremos mostrar el resultado de un gran y bello ejercicio de escucha y conversación con más de 9 mil de nuestras emprendedoras, de Arica a Chiloé, para conocer sus necesidades, sueños y esperanzas.

Escuchamos de las emprendedoras, quienes se autodefinen como tales –independientemente de su condición de formalización o del tamaño de su negocio–, una y otra vez la sensación de invisibilidad. No ser vistas por el Estado, por las instituciones públicas y privadas, y muchas veces por la sociedad en general, marca sus vidas.

Uno de los grandes problemas que acarrea la invisibilización es la desvalorización de su trabajo remunerado y no remunerado. En este sentido, las emprendedoras dan cuenta de cómo una de las brechas históricas a las que nos enfrentamos las mujeres se perpetúa. Casi un 40% plantea el no poder dedicar todo el tiempo a su emprendimiento por otras actividades, con una masiva razón de fondo: el cuidado, que marca la diferencia entre hombres y mujeres. Ellos destinan el 7% de su tiempo a labores de cuidado de niños(as), adolescentes y/o adultos, mientras a ellas un quinto de su vida se les va en ello. Estas brechas se reiteran en el trabajo remunerado, las ganancias que ellas obtienen son prácticamente la mitad que las que consiguen ellos.

¿Cómo superar estas inequidades? Considerando el contexto social y político, quisimos preguntarles cuáles serían los derechos que todo emprendedor y emprendedora debiese tener en Chile y sus palabras fueron claras: el derecho a la formalización. ¿Formales para qué?, nos preguntamos. Para poder trabajar tranquilas, sin el temor de recibir multas o de perder sus mercaderías. Para acceder a programas públicos y beneficios del Estado. Esto hoy cobra mayor relevancia, dada la criminalización del trabajo informal, situación muy lejana a la de las mujeres que conocemos y de quienes vemos su esfuerzo diario.

Pese a esa falta de reconocimiento, sus palabras no versaban en sepia: todas demuestran una enorme esperanza y energía para transformar esta realidad, teniendo muy claro que ellas son motor de cambio para sí mismas, sus familias, comunidades e, incluso, el país.

En palabras de Ruth, una emprendedora de 41 años: “Somos mujeres brillantes, fuertes, luchadoras, auténticas. Estamos a la altura de los desafíos que la vida nos pone y aprendimos a pasarlos con mucha valentía”. Son miles las mujeres como Ruth que luchan por lograr sus anhelos en cada rincón de Chile. Es tiempo de empezar a mirar a estas mujeres, emprendedoras, para que nunca más se sientan invisibles, nunca más sin ellas, sin nosotras.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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