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La guerra por Ucrania y la destrucción mutua asegurada Opinión

La guerra por Ucrania y la destrucción mutua asegurada

Ibán de Rementería
Por : Ibán de Rementería Miembro de la Corporación Ciudadanía y Justicia y Vicepresidente de la Red Chilena de Reducción del Daño.
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El conflicto de Rusia con el mundo por Ucrania debe ser leído como un conflictos interimperialista, como lo fue la Primera Guerra Mundial (1914-1918) entre el Imperio alemán, el Imperio austrohúngaro y sus aliados, enfrentando al Imperio británico, la República francesa, también un imperio, el Imperio ruso, los Estados Unidos de América, otro imperio, y sus aliados; esa guerra terminó con los imperios alemán, austriaco y ruso, también con las monarquías absolutas que los gestionaban, y creó el primer Estado socialista. El afán imperial busca apropiarse de las materias primas, de la fuerza de trabajo y de los mercados de bienes y servicios de las naciones y regiones sometidas a su control político y militar.

La Segunda Guerra Mundial confrontó al nuevo Imperio alemán, el Tercer Reich, al reino de Italia fascista, y al Imperio del Japón y sus aliados, nuevamente enfrentados con la República francesa y su imperio, el Imperio británico, los Estados Unidos de América, la Unión Soviética y sus aliados. La derrota total, aniquiladora y catastrófica de Alemania y sus aliados, incluido el uso de bombas atómicas como armas de destrucción masiva, instauró un nuevo orden mundial, dividido entre capitalismo y socialismo —Occidente y Oriente—, marcado por el destino ineludible de la “destrucción mutua asegurada”, capacidad de los bloques contendientes de destruirse mutuamente en el pleno empleo de sus armas termonucleares de destrucción masiva, como una forma absoluta del principio estratégico de la disuasión, donde el costo del triunfo es mayor que el éxito obtenido. Otro de los legados de la Segunda Guerra Mundial fue la instauración de la República Popular China con su régimen comunista sobre la nación más poblada de la Tierra, la cual luego se aparta de la Unión Soviética.

A partir de allí surge por el mundo desarrollado la sociedad del bienestar, los gloriosos treinta años de crecimiento constante (1945- 1975). No obstante, una de las guerras imperialistas más sangrientas, la guerra de Vietnam, pone en entredicho el poder imperial de los EUA. En lo cultural y social  los jóvenes responden a la doctrina de la destrucción mutua asegurada y a la sociedad de consumo con el hipismo pacifista y los movimientos del 68. Al terminar la década de los sesenta, en lo económico se acaba la sociedad del bienestar en las democracias liberales, entonces, surge la doctrina y política del neoliberalismo, que empobrece y criminaliza a vastos sectores sociales, sobre todo a los negros y latinos en los Estados Unidos de América y a los emigrantes y sus descendientes en los otros países desarrollados.

Por otra parte,  la burocratización de lo público en lo económico, social y político, así como el empuje de Occidente, derrumba al imperio soviético en 1991 sin disparar ni un solo tiro, de lo cual se enteran los servicios de inteligencia (KGB y CIA) por la prensa. Rusia y sus exsatélites se incorporan al vértigo neoliberal, que se caracteriza por la privatización de las empresas públicas, de la prestación de todos los derechos sociales y la desregulación creciente de los derechos laborales de los trabajadores, igual cosa acontece en el Tercer Mundo “descolonizado”. Todo lo anterior con su carga creciente de incertidumbre y agobio para la gran mayoría de la población mundial, ante lo cual la gente autogestiona el progresivo deterioro de su salud mental mediante el consumo de tabaco, alcohol, drogas y psicofármacos —el asunto de las drogas—, también con el vértigo consumista bien financiado y financiarizado de bienes y servicios.

Desde los años noventa del siglo pasado se afianza el imperio del capitalismo democrático liberal encabezado por los EUA y las potencias occidentales con Alemania como líder europeo, en Rusia se va consolidando un capitalismo autoritario y corrupto, primarizado en lo económico y deteriorado en lo social y cultural. Por su parte la R. P. China se consolida como un capitalismo de Estado, altamente autoritario en lo social y cultural, tecnológicamente avanzado, con un crecimiento económico vertiginoso que está a punto de convertirla en la primera potencia mundial.

El conflicto y la no declarada guerra en Ucrania es la confrontación interimperialista entre el capitalismo liberal democrático que representan las potencias occidentales, encabezadas por EUA y los países europeos, seguidos por todos los países libres –y otros no tanto– ante el capitalismo autoritario de Rusia y sus pocos aliados.

Hoy, si cualquiera de los dos bloques confrontados aprieta el botón nuclear, el otro hará lo mismo y se desatará la destrucción mutua asegurada, sobrevendrá entonces un aniquilamiento y horror hasta ahora nunca imaginados… Pero, si esto acontece, querrá decir que tal destrucción mutua no estaba asegurada. Mientras que la R. P. China, en tanto no se comprometa con ningunos de los bandos en conflicto, resultará como la potencia triunfante en tanto tercera excluida de la confrontación y subsecuente destrucción, pero, a no dudarlo, gravemente impactada por las consecuencias globales de la destrucción mutua asegurada.

Se puede agregar que, mientras más torpe se muestre la campaña militar rusa sobre Ucrania –ya van tres semanas de campaña sin resultados definitivos–, mayor es el riesgo, la tentación, de que los contendientes desaten la destrucción mutua asegurada. Ahora no tan solo Putin la relativiza, también el discurso occidental se va tentando, por eso hay que luchar firmemente por la paz y contra la escalada de la guerra.

No obstante, si la destrucción mutua asegurada sobreviene, a partir de allí lo que sobreviva de la humanidad podrá dedicarse a la sanación y reconstrucción, a controlar el cambio climático y a enmendar su relación productiva con la naturaleza.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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