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Una ilustración de la periferia de Chile: la zona norte Opinión Créditos: Agencia Uno (referencial)

Una ilustración de la periferia de Chile: la zona norte

Fabián Bustamante Olguín
Por : Fabián Bustamante Olguín Doctor en Sociología, académico Departamento de Teología Universidad Católica del Norte, Coquimbo.
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En el discurso creado por la lógica de la periferia emergen el Gobierno Central –también conocido como “Santiago”– y los extranjeros, ambos como enemigos internos. Finalmente, estamos ante un clivaje que no es nuevo: el gran capital versus las pequeñas ciudades. La lógica de Guilluy puede usarse para explicar la discrepancia entre el rápido declive de la ciudadanía periférica y la concentración de intelectuales de izquierda y tecnócratas neoliberales en Santiago. Por ejemplo, la división se agudiza con la negativa de la ministra Tohá, a pesar de la insistencia de los parlamentarios del norte, de declarar allí un “Estado de Excepción”.


Las circunstancias socioeconómicas actuales de Chile se relacionan en el libro del geógrafo francés Christophe Guilluy titulado La France périphérique (traducido como La Francia periférica en español). Hace varias observaciones en su libro, una de las cuales es que algunas personas que viven en la periferia reviven el “pasado” de la era colonial de Francia. Los sentimientos de estos ciudadanos franceses que están sujetos a la “parte vasta, oculta y olvidada del país” son descritos de manera similar por Guilluy. Los partidos de derecha en Francia y en toda Europa han adoptado esta idea de “olvido”. El hombre olvidado obviamente es susceptible de respaldar a un líder populista que lo defienda, al menos en Europa. Dado que la nación los ha estado despojando económica y socialmente en comparación con décadas anteriores, el propio autor reconoce que las personas no solo se sienten olvidadas sino también vulnerables.

El aspecto intrigante de este libro sobre la Francia periférica es que proporciona una idea de los acontecimientos que rodearon el levantamiento ciudadano de febrero en Iquique y el camionero de noviembre. La principal queja de estos ciudadanos (y de las autoridades regionales) fue que somos los “olvidados” por el gobierno. “No estamos cuidados ni protegidos por el gobierno”. Los vecinos y autoridades del norte de Chile dan la impresión de estar desconectados del poder central de Santiago. La gira por el norte del actual Presidente, Gabriel Boric, será ineficaz a menos que se tomen medidas concretas para reducir la delincuencia y el narcotráfico. Actualmente, existe un descontrol criminal sin precedentes en Arica, Iquique, Antofagasta y Calama.

En la misma línea, los ciudadanos del norte de Chile creen que han perdido su “pasado glorioso”, ciudades con industrias turísticas pujantes, ciudades donde “no se veían secuestros” o con “cantidades de migrantes irregulares que han ocupado áreas de la ciudad, así como playas y terrenos”, cual es el caso de Antofagasta. Los ciudadanos no pueden distinguir entre refugiados e inmigrantes no autorizados, y tampoco pueden comprender el grado de desesperación que sienten algunas personas, como los venezolanos que intentan huir del gobierno sin rumbo del “socialismo militar” de Nicolás Maduro. El gobierno venezolano ha sido criticado por el Presidente Gabriel Boric, el cual por ningún motivo puede tomarse como referencia para la izquierda chilena y latinoamericana. No hay pluralismo político en Venezuela, y el éxodo de ciudadanos (por millones) muestra que la escasez de alimentos y suministros es un problema grave.

En este caso, como en Europa, sostengo que los nortinos “olvidados” pueden apoyar a los partidos radicales de derecha en un esfuerzo por sentirse parte de la comunidad imaginada, mientras enmascaran ideas relacionadas con el nativismo y el sectarismo (Anderson, 1993). Los “otros” extranjeros, en cambio, son descritos como “criminales”, “aprovechadores”, “sucios”, “en carpas”, etcétera. Llamo la atención sobre el hecho de que, al menos en el discurso en las redes sociales (Heiss y Matthes, 2019), en los medios (migración es igual crimen) y en el día a día, los inmigrantes ya no gozan del mismo nivel de simpatía que tenían al principio. Indocumentados recién llegados a Santiago venden dulces en el Metro y montan carpas en el andén principal de la Estación Central o en la costanera de Antofagasta, algunos de los cuales están relacionados con robos y delitos de drogas.

En el discurso creado por la lógica de la periferia emergen el Gobierno Central –también conocido como “Santiago”– y los extranjeros, ambos como enemigos internos. Finalmente, estamos ante un clivaje que no es nuevo: el gran capital versus las pequeñas ciudades. La lógica de Guilluy puede usarse para explicar la discrepancia entre el rápido declive de la ciudadanía periférica y la concentración de intelectuales de izquierda y tecnócratas neoliberales en Santiago. Por ejemplo, la división se agudiza con la negativa de la ministra Tohá, a pesar de la insistencia de los parlamentarios del norte, de declarar allí un “Estado de Excepción”.

Según el geógrafo francés, esta sensación de “olvido” puede hacer que estas personas apoyen a los partidos de extrema derecha en un esfuerzo por contrarrestar su nostalgia por un pasado “glorioso” que, quizás, no fue tan glorioso, pero que al menos estaba “libre” de delincuencia e inmigración irregular. Los requisitos previos para que esto suceda están plenamente establecidos. Este es un flanco abierto y un tema relevante. De hecho, se debe dejar muy claro que las políticas en materia de control de fronteras han sido insuficientes.

Sin embargo, cabe señalar que el Presidente Gabriel Boric y su gabinete tienen plena conciencia de que no habrá una solución a la “crisis migratoria” (a menos que se derroque al gobierno del presidente Nicolás Maduro, lo que no sucederá gracias al apoyo de Rusia y China a dicho gobierno), solo políticas públicas efectivas que apunten a aminorar la zozobra en el Chile periférico y gestionar los flujos migratorios para que se sepa quién ingresa a nuestro país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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