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Día Mundial del Agua: de lo esencial… y de lo invisible Opinión Foto: Twitter/@cristobalreus @redmeteoa

Día Mundial del Agua: de lo esencial… y de lo invisible

Se hace necesario actualizar el marco regulatorio que rige el uso/emisión de distintos contaminantes y, a la vez, comprender los mecanismos causales que operan y controlan nuestro mundo natural. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento, mayor será la probabilidad de predecir con precisión los patrones de eventos en ecosistemas acuáticos, en respuesta a manipulaciones y perturbaciones humanas. Mayor será nuestra capacidad de mitigar estos efectos, y mayor será la calidad de vida de los organismos que dependemos del agua.


Entre otras teorías, se estima que el agua llegó a la Tierra por cometas que se habrían estrellado contra su superficie, y aumentó gradualmente su presencia por acumulación de cuerpos celestes sólidos, helados y muy pequeños hace unos 4.500 millones de años.

Es requisito necesario para la existencia de la vida. Forma parte de los seres vivos y de los ecosistemas en donde nos desarrollamos, determinando las características físicas, químicas y biológicas imperantes en el planeta. Hoy, en el Día Mundial del Agua, llamamos a tomar conciencia de su importancia, pero estos llamados pasan bastante inadvertidos; y será así, hasta el día en que estemos sedientos.

Usamos y abusamos del recurso hídrico como si fuese ilimitado, y lamentablemente las evidencias científicas a nivel nacional y global nos advierten de las consecuencias graves de este uso indiscriminado. Lamentablemente, se ha naturalizado el abuso: fuimos testigos prácticamente en vivo y en directo de cómo la Laguna Aculeo se “secó” entre los años 2000 y 2019, sin que hubiese una acción o reacción a este evento. Y así como Aculeo, hay múltiples cuerpos de agua en distintos puntos de Chile que tendrán el mismo destino. Si este abuso tan tangible del recurso pasa inadvertido, qué se puede esperar para la tremenda cantidad de contaminantes que están presentes en los ecosistemas marinos y de agua dulce en las más de 100 cuencas en Chile continental y a lo largo de los más de 8.000 km de costa que tenemos.

Metales (mercurio, arsénico, plomo, cadmio, entre muchos más), efluentes de aguas servidas e industriales, exceso de nutrientes y pesticidas que llegan por escorrentía al agua y el omnipresente plástico. Desgraciadamente, existe un gran grupo de estos compuestos que son persistentes, no se degradan ni por acción física o biológica. Un ejemplo es la actual presencia de altas concentraciones de DDT –el primer insecticida sintético que tuvo su auge en la Segunda Guerra Mundial y que luego EE.UU. prohibió en 1972–, además de endosulfán y endrina en cetáceos y pinnípedos que habitan las costas de Patagonia y la Antártica. Muchos de estos compuestos se encuentran ya prohibidos en el Convenio de Rotterdam, mientras que el DDT y endosulfán se encuentran en la Lista Internacional de Químicos de Alta Preocupación elaborada por el Convenio de Estocolmo. La lista también incluye PCBs, pesticidas organoclorados, lindano y mercurio, todos los cuales fueron detectados recientemente en muestras de biota, al igual que el cadmio y el tántalo.

Según un informe de PNUMA emitido en 2019, los seres humanos hemos sintetizado más de 140.000 químicos o mezclas de químicos, aunque se cree que esa cifra ya ronda en 350.000. De acuerdo con datos recabados en 2018 por la Agencia Europea de Medio Ambiente, cerca de 62% de los 345 millones de toneladas de químicos consumidos por la Unión Europea el 2016 eran peligrosos para la salud.

Los ecosistemas de agua dulce en Chile no están exentos a este tipo de estresores. Si bien la regulación ambiental ha avanzado en los últimos 30 años, no avanza a la velocidad del desarrollo de nuevos productos. Igualmente, los efluentes industriales y domésticos se descargan a ríos y lagos con la confianza de que las plantas de tratamiento entregan aguas residuales de la mejor calidad posible, y lo hacen, pero dentro del actual marco regulatorio.

¿Qué significa esto? Que los efluentes son mezclas tan complejas que químicamente es difícil saber qué contienen, pero se han observado efectos a nivel endocrino en peces nativos que viven aguas abajo de las descargas de estos efluentes, con feminización de peces, haciendo inviables al individuo y a la población que está viviendo ahí. Las plantas de tratamiento están obligadas por ley a bajar la carga de materia orgánica y a disminuir coliformes para evitar infecciones, pero no están diseñadas para eliminar pastillas anticonceptivas, antidepresivos o cafeína, ni muchos otros productos farmacéuticos y de cuidado personal, reguladores de lípidos, hormonas esteroides y fungicidas que usamos diariamente –y toda esa mezcla llega a nuestros sistemas acuáticos–.

En este sentido se hace necesario actualizar el marco regulatorio que rige el uso/emisión de distintos contaminantes y, a la vez, comprender los mecanismos causales que operan y controlan nuestro mundo natural. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento, mayor será la probabilidad de predecir con precisión los patrones de eventos en ecosistemas acuáticos, en respuesta a manipulaciones y perturbaciones humanas. Mayor será nuestra capacidad de mitigar estos efectos, y mayor será la calidad de vida de los organismos que dependemos del agua.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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